La mayor parte de las personas que estuvieron cautivas en el centro clandestino de detención La Calamita y sobrevivieron relatan que la encargada de cocinar era otra detenida, María. Esa mujer es una de las desaparecidas que pasó por el circuito Quinta de Funes-Escuela Magnasco y La Intermedia. Ayer, María Adela Reyna Lloveras llegó a la audiencia de la causa Guerrieri 3 en la voz de sus hijos Guillermo Sabino y María Celeste Martínez Reyna. "Toda mi vida he intentado reconstruir la historia de mi madre por partes... Y también hay un poco de... culpa de hurgar en la memoria y no recordar nada. A veces mi hermano me cuenta algo, pero yo no me acuerdo de ella. Voy reconstruyendo por las cosas que me cuentan, siempre cosas lindas, por las fotos. Me ha hecho mucha falta todo el tiempo", dijo María Celeste, con una voz suave, ante el Tribunal Oral Federal número 1. Tenía tres años cuando secuestraron a María, en octubre de 1976 (creen que el día 16), en una cita envenenada en capital Federal, según testimonios que Guillermo pudo recoger de uno de los compañeros de su madre. "Exactamente no recuerdo la última vez que la vi, que compartí con ella. Tengo muchos recuerdos de ella, siempre he hecho un esfuerzo memorístico para ver cuándo fue la última vez que me abrazó y no... Sí tengo recuerdos muy vívidos, muy fuertes, muchos", dijo Guillermo, que tuvo a su madre hasta los cinco años.
En la audiencia de ayer también declaró quien era el marido de María Adela, Guillermo Benito Martínez Agüero, hoy de 71 años, que cayó preso en Mendoza en octubre de 1974. Esa caída determinó que María debiera salir de la ciudad para militar en un lugar más seguro, y la organización Montoneros la destinó a Rosario. Los tres testigos de ayer declararon por primera vez en un juicio oral.
Martínez Agüero contó lo que pudo reconstruir del secuestro de su esposa, y recordó que "María Adela militó con mucho compromiso, entrega, sinceridad". Al finalizar su testimonio, les dijo a los integrantes del Tribunal: "No me gusta usar el término del horror, prefiero el homenaje, prefiero el término de la epopeya, porque fue épico lo que hicieron. Esta declaración tiene que ser un homenaje a esos compañeros que no están". Y también pidió que los juicios por delitos de lesa humanidad sean "una política de estado, no de gobierno". En la audiencia de ayer, además de Eduardo Costanzo y Juan Amelong, los únicos dos imputados que están siempre presentes, estuvo Rodolfo Isach, quien amplió su declaración indagatoria con un texto incomprensible que leyó para referirse a lo ocurrido como "una guerra civil". Es su derecho, como acusado, expresar lo que desee en el momento del juicio que elija, sin juramento de decir verdad. Otros imputados, como los militares Oscar Guerrieri, Jorge Fariña, Marino González y los Personal Civil de Inteligencia Juan Cabrera y Walter Pagano siguieron la audiencia por videoconferencia. Armando Pelliza y Ariel López estaban en una sala contigua hasta que el Tribunal defina su situación.
En esta causa se juzgan los delitos de lesa humanidad cometidos contra 47 víctimas, de las cuales 24 están desaparecidas. El fiscal Adolfo Villatte lleva adelante la acusación, las querellas están representadas por Nadia Schujman, de Hijos y Santiago Bereciartúa, de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, y el Tribunal es presidido por José María Escobar Cello, junto a María Ivón Vella y Luciano Lauría.
Además de su testimonio, María Celeste aportó también documentación de su abuela materna, la mamá de María Adela. "Tengo notas escritas por ella de las cosas que iba diciendo la gente, de lo que tenía que hacer", relató la mujer de 43 años. Su madre de crianza, una prima hermana de María Adela, fue también para María Celeste un nexo con la historia de su madre, a quien quería mucho. Y fue la mujer que la crío, María Carlota, quien guardó cada papel y cada foto que remitiera a María Adela. "Quizás porque soy más grande, quizás porque soy madre, pero al ver esos papeles, representan la desesperación de una madre buscando a su hija. Con los llamados anónimos que le hacían, mi abuela materna manoteaba una receta del médico y escribía. Eso es muy impactante", dijo sobre la carpeta que ayer aportó a la causa. "Quizás ahora puedo entender no sólo el dolor que una vive, sino el dolor de otros", expresó. Cuando terminó su testimonio, se acercó al estrado del Tribunal y les explicó qué era cada papel. "Mi mamá de crianza guardaba absolutamente todo, las fotos, la ropa de mi mamá...", contó sobre el legado que llevó a la Justicia.
Anteayer, el Tribunal inspeccionó la Escuela Magnasco, el centro clandestino de detención (CCD) donde los prisioneros de la Quinta de Funes fueron llevados después del fracaso de la Operación México, y la llamada de un periodista mexicano que los obligó a desmantelar ese CCD. Allí estuvieron pocos días, porque luego los trasladaron a la Intermedia. El dato novedoso de esta inspección es que por primera vez pudieron acceder al entrepiso descripto por el único sobreviviente de ese circuito, Jaime Dri, quien contó que desde una ventana que se destapó accidentalmente pudo ver el nombre de la calle donde estaban, y describió una escalera pequeña, como también lo hizo Costanzo, el imputado que relató la muerte de los prisioneros en La Intermedia.