Cuando el 11 de septiembre de 2001 cayeron las Torres Gemelas, pocos supieron que –entre los objetos destrozados por el atentado– se encontraba una caja fuerte que había guardado los 40.000 negativos que Jaques Lowe había tomado a John Fitzgerald Kennedy y a su familia entre 1958 y 1963. De esas fotografías únicas, que revelaban la intimidad del presidente, sólo sobrevivieron algunas copias de papel que se guardaban en otro sitio.
Diez años antes de que Lowe comenzara a fotografiar a Kennedy, un fotógrafo argentino, Pinélides Fusco, ya estaba embarcado en la realización de la maravillosa serie de fotografías de Juan Perón, Eva Duarte y del primer peronismo que se reproducen en el libro Fusco, el fotógrafo de Perón (Aguilar). Como en otros casos, un argentino se hallaba a la vanguardia.
La fotografía siempre estuvo ligada a la realidad. Por su propia esencia. Y, desde hace mucho, los políticos son concientes del poder de la imagen en la comunicación de sus actos de gobierno. En esa relación entre fotografía y realidad, algunas veces una foto es capaz de mostrar mucho más de lo deseado. Por eso, cuando califico de maravillosa a esta serie de imágenes de Fusco que retratan buena parte del primer peronismo me refiero no sólo a su calidad como material institucional y a la riqueza de información que contienen acerca de un momento político, sino también a la presencia viva de la intimidad de Perón y de Evita que aflora en muchas de las tomas. Basta ver la fotografía antológica de Eva llorando en los brazos de Perón, del 1ro de mayo de 1952, captada por el obturador de la cámara Speed Graphic de Fusco, como ejemplo de un momento único, espontáneo e irreproducible en el que se entrelaza política y humanidad.
Pero las imágenes de Pinélides Fusco tienen, además, otro valor extra: provienen del ojo de alguien que pensaba como reportero gráfico pero no olvidaba que la fotografía es además una disciplina artística. Para confirmarlo, sólo habría que recordar que, en 1953, fundó la “Carpeta de los Diez” junto a Fred Schiffer, Annemarie Heinrich, Ilse Mayer, Anatole Saderman, Hans Mann, George Friedman, Alex Klein, Max Jacoby y José Malandrino. Este grupo de fotógrafos fue el primero que planteó en la Argentina una propuesta en la que se mostraba a la fotografía como un arte de características propias, en oposición a las ideas decimonónicas de los fotoclubs, que consideraban a esta disciplina como subsidiaria de la pintura. Si esto no bastara para medir el valor artístico de la obra de Fusco, habría que recordar que, después del derrocamiento de Perón, Pinélides Fusco también fundó el Grupo Forum junto a Max Jacoby y Sameer Makarius, en cuya declaración de principios artísticos se planteaban reflejar nítidamente la forma de vivir y de pensar que tenían y fijarla inequívocamente con la fotografía.
Fusco llegó a ser “Fusquito” para Perón y eso le abrió las puertas a una intimidad que pocos fueron capaces de registrar. También lo convirtió en perseguido político cuando, luego del golpe de Estado de 1955, tuvo que esconder las fotografías y fue acusado de pornografía con la excusa de que había fotografiado a Gina Lollobrigida desnuda, gracias a una película infrarroja que le permitía atravesar la ropa.
Esta anécdota, que hoy parece parte de un mal guión de ciencia ficción, resulta una alegoría de la capacidad de Pinélides Fusco para atravesar diferentes especialidades fotográficas sin inmutarse. Porque Fusco fue el primer fotógrafo argentino en transitar por el mundo del periodismo gráfico y el de la fotografía de arte sin las contradicciones que a veces parecen enfrentar a esos universos. Pareciera que, para él, la fotografía era una sola. Que el sentido último de fotografiar esa mostrar el mundo que le tocaba con el mayor arte posible y, además, hacerlo con verdad e integridad. Por algo, cuando algunas productoras internacionales le ofrecieron comprar sus fotografías de Eva Perón, respondió, fiel a sus principios: “les agradezco muchísimo pero no puedo cobrar por un material que ya me han pagado”. Con esa frase rubricó su compromiso férreo con una verdad muchas veces pregonada en fotografía, pero pocas veces ejercida con la entereza de Pinélides Fusco.