El objetivo de una política económica de austeridad es disminuir el gasto global bajando el gasto del Estado o aumentando la tasa de interés que reduce la inversión y las compras a crédito. También congelando los salarios. O los tres a la vez. La vulgata neoliberal sostiene que la austeridad es una profilaxis económica que favorece al conjunto de los agentes económicos, ya que la disminución del gasto permite un incremento del ahorro y por ende de la inversión que genera (a largo plazo) un aumento del empleo y de la producción.
El argumento es falaz: una caída de la demanda global provocará una disminución de la oferta global ya que esta deberá adaptarse a la nueva situación y no habrá un incremento del ahorro global. Como lo señalaba Keynes, “el hecho que yo no cene esta noche no significa que comeré el doble mañana”. Vale decir que la disminución del gasto (la demanda) provoca una reducción de la oferta y de los ingresos del proveedor de la cena. Habrá factores desocupados (pero no ahorro) y en el mejor de los casos un incremento de los stocks. Es lo que sucede actualmente en Argentina: la capacidad instalada ociosa se acerca al 40 por ciento, la más importante observada desde 2002, y la tasa de desempleo se acerca a los dos dígitos.
Una política de austeridad consiste habitualmente en una reducción de los impuestos de quienes gozan de ingresos elevados y de una disminución de las prestaciones del Estado para quienes tienen los ingresos más bajos. Dicho de otra manera, la austeridad se aplica a los pobres pero no a los ricos.
El gobierno Macri ha aplicado una política de austeridad similar a la de Cavallo: se redujeron los impuestos a los ricos (retenciones, bienes personales), se disminuyó el gasto público a través de despidos y la baja del poder de compra de los salarios de los empleados públicos y la reducción de los subsidios y se incrementó la tasa de interés que favorece a los rentistas (tenedores de Lebac) y que afecta a la inversión productiva y a la compra de bienes durables.
Los liberales buscan reducir los impuestos y por eso se oponen al gasto público que consideran desatinado y económicamente irracional. Macri lo consideró un despilfarro. David Ricardo, un economista inglés de principios del siglo XIX, afirmó para justificar la disminución de los impuestos que eran una “sustitución del gasto privado por el gasto público”, situación que denominó “efecto de evicción”, también llamado de la “equivalencia ricardiana”. Como además de especular en la bolsa de Londres, Ricardo era diputado, propuso que para financiar las guerras napoleónicas se utilizara el empréstito y no el impuesto que tiene, según los ortodoxos, “efectos distorsivos”. En lugar de “confiscarles” el dinero a los ricos para pagar la guerra, el Estado tomaba deuda para financiarla y luego la devolvía, más los intereses.
Otra versión es la de los “austerianos” como los llama Paul Krugman que proponen políticas de “rigor” explicando que si una familia recibe ingresos inferiores a sus gastos deberá ser más austera y disminuirlos para lograr el equilibrio. Si se traslada esto a un país que tiene un déficit, sea cual fuere la razón, gastos excesivos o disminuciones de impuestos, el Estado debe bajar sus gastos o pedir prestado. Pero, comparar el presupuesto familiar al de un país es una falacia de composición. La explicación es sencilla: si una familia disminuye sus gastos, con ingresos constantes, realiza un ahorro o disminuye su deuda, pero si en un país se disminuye el gasto, la demanda global, se produce una recesión ya que la oferta disminuirá.
La política económica de Macri ha disminuido la demanda global en sus tres principales componentes: la inversión, el gasto público y el consumo. Al achicar el gasto público para equilibrar la disminución de los impuestos se redujo la demanda global, la base fiscal se contrajo y el déficit presupuestario aumentó desmesuradamente frente a lo cual Macri eligió apelar al endeudamiento externo masivo. Lo que importa de entender en este y otros casos es que las políticas de austeridad se modifica la distribución del ingreso a través de disminución del impuesto de los ricos, conllevan a un incremento de la deuda y provocan la recesión económica.
* Doctor en Ciencias Económicas de la Universidad de París. Autor de El peronismo de Perón a Kirchner, Ed. de L’Harmattan, París 2014. Editado en castellano por Ed. de la Universidad de Lanús, 2015.