Se terminaron los debates. El papa Francisco no viene a la Argentina el año próximo. Lo dijo el vocero vaticano Greg Burke para no dar lugar a equívocos y echar por tierra todas las especulaciones. Lo llamativo, sin embargo, es que hace pocos días el cardenal Mario Poli, arzobispo de Buenos Aires y quizás próximo presidente del Episcopado en la elección que habrá de celebrarse en noviembre, había afirmado que “estamos próximos” a la visita del Papa. En el mismo sentido, el arzobispo de Santa Fe y actual presidente de la Conferencia Episcopal, José María Arancedo, dijo al regresar de Colombia, donde estuvo con Francisco, que “no hay una agenda preparada pero yo me animaría a decir que está cerca” la visita del Papa a la Argentina. Y agregó en la ocasión: “Dios quiera que sea el próximo año”. Intentando justificar la decisión del pontífice, Arancedo dijo en esa ocasión que “él (Francisco) quiere venir pero el momento forma parte de su silencio y hay que respetarlo”.
También es conocido que la Conferencia Episcopal, como cuerpo, envió al Papa varias cartas –al menos cinco, recuerdan en los corrillos episcopales–, manifestándole su deseo de que visita el país. Ya son cuatro años que Francisco asumió el papado en el 2013 y sus periplos por el mundo lo han llevado de un extremo al otro del mapa mundial. Nadie sabe a ciencia cierta las razones por las que Bergoglio ha tomado la decisión de no llegar hasta Argentina y eso abre el abanico a todo tipo de especulaciones.
Quienes conocen a Bergoglio y algunos de los que suelen hablar con el Papa con asiduidad afirman que Francisco estima que su presencia en el país podría dar lugar a tensiones respecto de lo que haga y diga, pero también de lo que omita, evite y silencie. Todos su pasos serían leídos políticamente en algún sentido y desde diferentes lugares podrían intentar utilizar tanto su figura como sus palabras. Algo de eso expresó hace poco tiempo el arzobispo Víctor Fernández, rector de la Universidad Católica, quien es sin duda uno de los obispos más cercanos al Papa de quien también es asesor. “Algunas de las cosas que él (Francisco) dice, algunas de sus preocupaciones, son malinterpretadas” afirmó Fernández. Y agregó que “Argentina está pasando por un momento de excesiva polarización y crispación, y se teme que su presencia pueda ser utilizada para exacerbar aún más esta división”.
Desde su arribo al pontificado Francisco realizó ya tres viajes a países sudamericanos. Estuvo en Brasil, Ecuador, Bolivia, Paraguay y recientemente en Colombia. El comenzar el año próximo estará en Chile y Perú.
Era sabido que Bergoglio no vendría a la Argentina antes de las elecciones del 2017, precisamente para evitar ser utilizado en la disputa electoral. Por eso se especuló con el 2018. También teniendo en cuenta que en noviembre de este año se renuevan las autoridades de la Conferencia Episcopal. En medios eclesiásticos no se oculta tampoco que Francisco, si bien se mantiene respetuoso de lo que dicen y hacen los obispos argentinos, no está contento con los lineamientos pastorales y el nivel de compromiso de quienes fueran sus colegas, especialmente en relación a los temas sociales. El discurso papal para todo el mundo ha sido fuertemente crítico con el capitalismo neoliberal, en favor de los pobres y de los excluidos. En ese sentido el acompañamiento del episcopado argentino ha sido sumamente tibio y cauto. Sus acciones se limitan a las tareas de mediación entre partes pero –dicen quienes pretenden representar el pensamiento papal– no hay voces “proféticas” que interpelen y denuncien en el mismo tono que lo hace la prédica de Bergoglio.
En voz baja -porque entre los obispos nadie se atrevería a cuestionar en público al Papa- también hay un sector del episcopado que se muestra en desacuerdo con los lineamientos pastorales de Francisco. En esa misma línea, hay obispos que en diálogo con funcionarios del gobierno de Mauricio Macri exponen sus diferencias con Bergoglio ya sea para congraciarse con el oficialismo o bien para despegarse del posicionamiento que, especialmente respecto de las cuestiones sociales, tiene quien hoy es la máxima autoridad del catolicismo.