La marcha ya llegaba a su última instancia previa a la lectura del documento, que leería con su potente voz Liliana Daunes, cuando se produjo la estampida. No es que se produjo, como cualquiera entendería, por algo azarosa, como una desgracia de la fatalidad. La estampida recorrió un fuera de sí controlado, una estampida coreografiada. Toda una demostración de diferencias. Una cuadra antes de llegar al Congreso, la cabeza de la marcha, las militantes de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito (CNDA), se detuvo. Todas ellas apoyaron una rodilla sobre el asfalto, y esperaron. No se sabía qué, pero se notaba que estaban agazapadas. ¿Un centenar? ¿Más, menos? No se sabe. La cuestión es que las miles que venían detrás de ellas las fueron imitando. Fue poco tiempo, pero la intensidad del momento lo estiró, lo hizo durar. Estaban agazapadas. Es necesario repetirlo porque hay una soberana diferencia con agacharse. Ellas lo saben. Y agazapadas empezaron con su grito de guerra característico, ese ulular que producen gritando agudo y cortando el viento del aullar con la mano. Brujas, todas brujas. Agazapadas. Grandes, jóvenes, rubias, morenas, gordas, flacas, todas brujas, miles de ellas. Y de pronto, la cabeza, las organizadoras, saltaron. Se soltó el resorte de energía acumulada. Se lanzaron, a la carrera. Con su grito de guerra, sus pañuelos verdes, bengalas violetas y verdes, del movimiento feminista y de la CNDA. Se lanzaron hacia el Congreso, y detrás de ellas el resto. Había que ver el rostro de los transeúntes, de los pasajeros de los bondis porque Entre Ríos seguía abierta, mientras millares de guerreras, maloneras, se les venían encima con sus antorchas. Y giraron, abruptamente. Para detenerse sobre la plaza, frente al Congreso. Una estampida controlada. Toda una demostración. Estaban en la calle para tomarla.
Después leyó el documento Liliana Daunes. Sobre el escenario que daba la cara al Congreso, el edificio de donde debería salir aprobada una ley cuya ausencia permite la muerte de 33 mujeres al año por prácticas de aborto clandestino (según cifras de 2013; en este mundo marcado por los números, allí donde no hay estadísticas se puede leer la absoluta falta de interés del Estado), y alrededor de 450 mil a 500 mil abortos clandestinos por año. El documento hablaba de esto. No todas correrán el riesgo de sufrir infecciones, no todas correrán el riesgo de que un médico objetor de conciencia (negador es un término más explícito) las denuncie y terminen presas. Las más vulnerables.
Pero la marcha, masiva como no se habían visto organizadas por la CNDA, no sólo reclamó por las condiciones de muerte o prisión que sufren las más pobres, que lo hizo. También y fundamentalmente fue y es un fortísimo reclamo por la libertad de decisión sobre sí mismas, sobre sus proyectos, sobre sus cuerpos. Que nadie se inmiscuya, gritan.
Por eso, porque el reclamo es por sus propias libertades (la mitad de la población sojuzgada. Es cierto, muchas dirán que no, que son libres, que no vengan con indiadas. Sólo probar de decir yo aborté o abortar sin esconderse para darse cuenta. Lo saben. No lo pueden reconocer, que es diferente), por eso, la marcha fue alegría enérgica.
Partió de Plaza de Mayo poco después de las cinco de la tarde. Antes, desde las tres, el espacio fue ocupado. La Radio Abierta por el Aborto Legal Ya! había desplegado sus parlantes, y daba voz a invitadas que dieron sus perspectivas. “Somos radialistas feministas, hacemos red de radios comunitarias –dijo Laura Mangialavori con entusiasmo radial, a este cronista–. Radio Presente (la del ex Centro Clandestino Olimpo, aclara Laura), Radio Sur, La Tribu, Red Nosotras en el Mundo, vienen de Córdoba, del programa Nos Quemaron por Brujas, del programa Graves y Agudas”. Por la Radio Abierta pasaron Vilma Ripoll (MTS-Las Rosas), María del Carmen Verdú (Correpi), Mónica Menini, de Salta, que habló del caso de Juana, la nena wichi de 12 años violada por criollos.
Después la RA levantó su instrumental. Empezaba la marcha. Encabezada por la columna de la CNDA, por la enorme bandera verde que atravesaba la Avenida de Mayo, de vereda a vereda, con el texto “Ni una sola mujer muerta por aborto clandestino”. Detrás, portándola, las representantes de todas las agrupaciones presentes. Estaba Ana Fagioli (Red de Profesionales de la Salud por el Derecho a Decidir), Ripoll, Menini, Laura Marrone (legisladora de Izquierda Socialista), junto al diputado Juan Carlos Giordano (IS y el único varón en la cabecera, también el único diputado firmante presente), estaban las históricas, representantes del Plenario de Trabajadoras, en fin, había representantes de Salta y Jujuy, también Ana Pizarro, la representante de Nicaragua que denuncia que en 2006 una ley penalizó aborto, que durante 171 años había resistido todo tipo de gobiernos, y que desde 2006 reclaman la derogación de esa ley a la Corte Suprema. Estaban las históricas (Nina Brugo, Martha Rosemberg, Elsa Schvartzman), y muchas otras. Por allá estaba Victoria Donda, cabeza del proyecto, el sexto, cajoneado.
Delante de ellas, una camioneta de la Corriente Villera Independiente con una imagen de Santiago Maldonado en el frente y unos parlantes desde los que salían los cánticos modulados por una convocante maestra de ceremonias.
Y empezó la marcha con el cántico clásico “Alerta/alerta alerta/que caminan/mujeres feministas/por América Latina/Se cuidan/se cuidan/se cuidan los machistas/América Latina va a ser toda feminista.
Y mientras avanzaban bailaban sus cuerpos, alegría envolvente, gritos, el ulular de las brujas cada tanto (alguien que sepa el origen de ese uso, pero sin saberlo, claramente es un grito que convoca y envuelve), que da miedo solamente a quien puede temer a la alegría (son muchos, no es poesía).
La marcha, como todas estas marchas, se transformó en un cancionero con objetivos concretos: lograr el aborto legal, seguro y gratuito; Macri; la Iglesia; los diputados; los machistas, y su patrón el patriarcado. Una ironía trágica feminista que se representa en uno de los cánticos decía que “Si el Papa fuera mujer/el aborto sería ley/basta de patriarcado/y que no diga lo que hay que hacer/aborto libre y gratuito/para que viva la mujer”. También, “Sí señora/sí señor/prohíben el aborto/los curas abusadores/de menores.”
Durante la marcha, porque todas estas movilizaciones están formadas de miles de escenas mínimas que cargan de vitalidad a la red que es la gran marcha, aparecía un grupo de seis o siete chicas, en bicicletas, muy deportivas, con el nombre de su agrupación Pedaleá como una piba; o estaban Lucha y Coco, perrita y perrito de pelo azabache, raza te-encontré-por-ahí-y-te-adopté, con sus pañuelos verdes de la Campaña, husmeando y convocando las cámaras de fotógrafas y fotógrafos.
Estaban los centros de estudiantes presentes, los mismos que la semana pasada convocaron la mirada de los medios con las tomas, única manera que podrían haberla convocado, para reclamar que los tuvieran en cuenta cuando se trata de su educación. Como las mujeres con el aborto, son sujetos con derechos desgarrados, arrebatados. Estaban los del Julio Cortázar, los de los Normales 5 y 6. Estaban algunas de las chicas denunciantes de Santiago Aysine, de Salta la Banca.
La marca generalizada era el pañuelo verde al cuello, el símbolo ya clásico de la Campaña y sus 12 años de marchas.
Marchaban Córdoba Tortillera y Zona LGBT, ATE bonaerense y una auspiciosa columna feminista de La Cámpora. Había mujeres de Jujuy y de Salta, de El Salvador, de Nicaragua.
Serían cuatro o cinco cuadras. Cuando Liliana Daunes leía el documento, cuando decía que estaban hermanadas todas en Latinoamérica, cuando recordaba que la Campaña había sido partícipe necesaria de la creación de las Socorristas en Red y las redes de Profesionales de la Salud, de Docentes y de Abogadas, todas por el Derecho a Decidir, las cuatro agrupaciones territoriales y en contacto directo con las víctimas de la moralidad eclesiástica, cuando reclamó por la aplicación del Protocolo por la Interrupción Legal del Embarazo en todas las jurisdicciones y en forma gratuita a todas las mujeres en los casos que ya autoriza la ley, por la Educación Sexual Integral a los adolescentes, y por la aprobación del proyecto del ILE, en ese momento, la columna todavía no había terminado de dar vuelta a la plaza del Congreso.
Antes, llegaron esos 15, 20 segundos en que la ruidosa algarabía de la marcha se silenció, cuando con una rodilla miles se apoyaron, miles agazapadas esperando soltarse, mientras el ulular del viento de miles de bocas, recortado con las manos crecía y crecía, hasta que se soltó, se soltaron hacia adelante y hacia arriba, en una carrera de gritos, el aullido corriendo, todo verde, tan envolvente y emotivo que hace tan difícil con palabras describirlo.