Qué tarea placentera la de sumergirse en un viaje en tren, cuyas ventanitas semejan la secuencia misma de las historietas. Pero en verdad es al revés. Uno se adentra en las viñetas de Notas al pie y son éstas las que narran y espejan el viaje. Una propuesta metonímica, que emerge como dualidad que es, a su vez, unidad.
En este sentido, el libro de Nacha Vollenweider (Río Cuarto, 1983) es la destreza consumada, su autora tiene una claridad formal que deja presente en sus primeras páginas, mientras viaja en tren por una ciudad todavía extraña, al escuchar sus recuerdos y observar paisajes que trocan en otros. La comprensión dual se manifiesta, de hecho, desde una vida ‑-que es la de la propia autora-‑ repartida entre Río Cuarto y Hamburgo, en su relación de pareja, los recuerdos de familia, la memoria histórica, el tío desaparecido durante la última dictadura, y un árbol genealógico que le ha llevado a reiterar el mismo viaje de sus antepasados migrantes, pero en sentido inverso.
Puesto que se trata de un acto reflejo, lo que se evoca toca lo que se vive. Mismas injusticias aparecen también por allá, en esas otras tierras, que Vollenweider musicaliza con tangos de radio como los que su abuelo escuchaba. La última página del prólogo es ejemplar: el mismo vagón de tren, con Nacha vista en dos viñetas ‑-desde dentro y desde fuera‑-, las direcciones de lectura están encontradas y el vínculo entre ambas lo provoca el contraste. El equilibrio y la simetría de la puesta en página se traduce a la totalidad de la obra. En otras palabras, Notas al pie es una historieta magistral.
El libro ha sido editado por el sello Maten al mensajero, en cuya tarea se desempeña el rosarino José Sainz, también responsable de otro título notable: Lo salvaje, de Pablo Vigo. La simetría aludida viene a cuento editor también, ya que el libro de Vollenweider se ha publicado simultáneamente en español y alemán (en este caso, por el sello avant‑verlag). Un rasgo que inevitablemente se corresponde con la voz compleja de su autora, capaz de expresar dos maneras constitutivas de sí misma, atenta a un tramado de referencias casi parecidas, en donde ella es el lugar de encuentro, el interrogante que se desdobla y pregunta. Porque se pregunta a sí misma, puede dibujarse. Y ahondar todavía más.
El nombre y obra de Nacha Vollenweider podrían resultar furtivos, pero sin embargo presentes. Su trabajo ha recalado en publicaciones como La murciélaga, Fierro y Clítoris. Ha publicado junto al guión de Roberto von Sprecher el libro Ruta 22 (Llanto de mudo, 2010) así como participado en la antología Informe, historieta argentina del siglo XXI, que José Sainz compilara para la Editorial Municipal de Rosario, en 2015.
Desde 2013, la autora reside en Hamburgo, becada por el Servicio Alemán de Intercambio Académico, y es desde allí cómo responde los mails que configuran esta entrevista. Aun cuando los estudios de Vollenweider se han organizado desde las artes plásticas ‑-licenciada en Pintura por la UNC y maestra en Arte, especializada en Ilustración y Diseño, por la Universidad de Ciencias Aplicadas de Hamburgo-‑, su predilección por la historieta destaca. "La historieta es un medio de expresión muy amplio. Allí podés combinar imagen y palabra de un modo a veces parecido al cine, a veces más parecido a la literatura. Creo que es un medio que se mueve en amplios márgenes y por eso lo elijo. Además, se puede reproducir y tiene un alcance mayor", responde desde Alemania.
"La historieta es un medio de expresión muy amplio. Se mueve en amplios márgenes y por eso lo elijo".
‑ ¿Cómo surge la motivación de Notas al pie?
‑ Notas al pie surge de la idea de hacer una historieta sobre mi estadía en Alemania. En un curso de la profesora Anke Feuchtenberger tuve mi primer acercamiento al concepto de ensayo‑historietístico. La consigna era: a partir de un paseo por la ciudad tratar de reunir pensamientos y asociaciones en torno a ese paseo. En esa época yo vivía en las afueras de Hamburgo y tenía de viaje como cuarenta minutos en el S‑Bahn (Ndr: la red ferroviaria de esa ciudad alemana) y se me ocurrió que el paseo podía ser ahí mismo en el tren. Desde allí se van desprendiendo estas asociaciones y pequeños relatos que van construyendo la narración.
‑ ¿Tuviste clara la construcción formal del libro, o fue apareciendo durante el trabajo?
‑ La construcción del libro fue un tanto caótica. Hice un primer proyecto de cien páginas que descarté y volví a empezar. La verdad que lo fui escribiendo mientras iba viviendo cosas acá. En ese paseo en tren iba recordando cosas que me hacían acordar a Argentina y yo quería de alguna forma unir esos dos mundos. Yo llevaba los dibujos a clase y tenía que explicarles y contarles a mis compañeros sobre Argentina, porque no conocían mucho. Ahí se me ocurrió que podía ampliar las historias y contarlas en un libro.
‑ Durante la lectura me encontré con recuerdos, dolor, amor, hay una bruma de ensueño que se cubre de realismo y viceversa.
‑ Hay un intento todo el tiempo de unir los dos mundos. La experiencia de ser inmigrante como lo fueron mis antepasados es algo que quería hacer. Allí uno lleva en la valija no sólo algunas ilusiones sino también una historia, un pasado que va construyendo la forma de ver, de sentir, de pensar las cosas en el presente.
‑ ¿Te es fácil situarte como protagonista, dibujarte?
‑ En este caso me fue fácil porque tenía algo para contar desde el yo, como personaje. Sin embargo no creo que vaya a seguir.
‑ Estás haciendo historieta desde la "lejanía" --perdón por un término así, espero se entienda--, creo que eso permite que mires lo que a uno lo rodea de una manera distinta. ¿Cómo creés influye en vos la experiencia de vivir en otro país?
‑ En un país donde el idioma no es el de uno, las cosas se vuelven extrañas. Porque sos como dos personas a la vez. Además siempre está la sensación de pertenencia, no‑pertenencia. Es un juego interesante. Por ahora lo llevo bien.