En 1985 una veintena de mujeres argentinas participó en la Conferencia Mundial sobre la Mujer, que se celebró en Nairobi, Kenia, como clausura de la Década de la Mujer anunciada por la ONU en 1975. Cuando regresaron pensaron en la necesidad de autoconvocarse para debatir las problemáticas de las mujeres en el país: pocas eran feministas. Un año más tarde, en 1986, esa inquietud derivó en la convocatoria del primer Encuentro Nacional de Mujeres, que tuvo lugar en el Centro Cultural San Martín, en la ciudad de Buenos Aires, con alrededor de un millar de participantes. “Nunca pensamos que podrían durar tantos años. Es una experiencia única en el mundo”, dice a PáginaI12 Elena Tchalidy, una de las pioneras, que formó parte de esa primera comisión organizadora, al regreso de la Cumbre en África.
Histórica del movimiento de mujeres, Tchalidy tiene 89 años y una memoria asombrosa de aquellos años. En su departamento del barrio de Caballito guarda las cajas con recortes de diarios y apuntes de la época. Pero la charla con este diario, prefiere que sea en el tradicional restaurante y café El Greco, sobre la avenida Rivadavia. “Es mi oficina”, se ríe. Camina con dos bastones.
Dice que se hizo feminista antes de saber que lo era. “Siempre fui muy desafiante”, se define. Eligió la carrera de Química, cuando en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA apenas un 15 por ciento del alumnado eran mujeres. “No llegábamos a cincuenta entre todas las carreras”, recuerda. En ese momento, fines de la década del 40, la sede estaba en la Manzana de las Luces. “Era una especie de feminista no explícita”, apunta. Pero dejó sus estudios cuando se casó con un militante socialista, su compañero de toda la vida. Y retomó luego pero en otra facultad, donde las mujeres eran un poco más pero también escasas. “Soy ingeniera agrónoma. Por una cuestión práctica. Mi papá tenía dos campitos en 25 de Mayo”, cuenta Tchalidy. Y fue ayudante de la Cátedra de Maquinaria Agrícola. Conducía una camioneta, cuando era raro ver al frente de un vehículo de esas características a una dama. Esa camioneta, que después la carrozaron, la convirtió en la chofer de Alicia Moreau de Justo. “Vivía a dos cuadras de mi casa. Mi marido la conocía del partido y como le costaba movilizarse, yo la pasaba a buscar y la llevaba”, recuerda. Así se conocieron y mucho. En el 86 crearía la Fundación con el nombre de la líder socialista.
El 8 de marzo de 1982, recuerdaTchalidy, regresaba a su casa en la camioneta cuando escuchó a una periodista comentar en Radio El Mundo sobre la fecha, en la que se conmemoraba el Día Internacional de la Mujer, y plantear la necesidad de que las mujeres se juntaran a conversar sobre sus problemas. Eran tiempos oscuros, en los que estaban prohibidas las reuniones. Sin dudarlo, Tchalidy cambió su rumbo y se dirigió a la emisora, donde -cuenta– le dejó a la periodista un papelito donde le decía que ese mismo día invitaba a mujeres a reunirse en una casa chorizo, que tenía sobre la calle Ayacucho, donde daba clases de jardinería, uno de sus hobbies. “Ella lo lee en la radio. Fui a comprar un kilo de café por si venían. ¿Sabés cuántas vinieron? Unas 80, amas de casa, empleadas, alguna profesional y la misma periodista. Nos reunimos en el patio. Charlamos. Quedamos en reunirnos la semana siguiente. Al otro día la periodista la comenta pero en la radio le dicen que no puede hablar del tema”, se acuerda Tchalidy. Pronto vino el 2 de abril y la guerra de Malvinas. Las reuniones continuaron y empezaron a invitar a expertos en diferentes temáticas para que les dieran una charla o clases, como Tato Pavlovsky y Florentina Gómez Miranda, señala. El grupo, que se llamó Reunión de Mujeres, duró un par de años. Varias feministas se acercaron. “Ellas venían preparadas y me di cuenta de que tenía que aprender”, agrega Tchalidy. “Desde Reunión de Mujeres y con la asociación civil ATEM 25 de noviembre, con Marta Fontenla y Magui Bellotti, podría decir que fueron mis maestras feministas, organizamos una campaña de recolección de firmas para reclamar la patria potestad Indistinta. Éramos señoras grandes que pedíamos firmas”, se acuerda. Finalmente se aprobó en 1984 como “compartida”. Dice que las firmas que juntaron las llevaron en changuitos al Congreso. Con el retorno de la democracia, se había conformado la Multisectorial de Mujeres, donde confluían “mujeres de la política, de la iglesia, del feminismo”, señala. Entre sus demandas, figuraban: Igual salario por igual trabajo, igualdad de los hijos ante la ley, la patria potestad indistinta. Con esas consignas se manifestaron el 8 de marzo de 1984. Entre las manifestantes de esa movilización histórica estuvo Tchalidy. Después vendría el reclamo por el divorcio vincular. “En mi oficina habíamos empezado a atender a mujeres con problemas de violencia”, recuerda.
Al regreso de Nairobi, después de haber tenido la experiencia de encontrarse con unas 15 mil mujeres, quienes habían viajado a la Cumbre Internacional de la Mujer decidieron “hacer algo”. “Era el 85, año de elecciones. Así que lo dejamos para el 86”, dice Tchalidy. En la comisión promotora del primer Encuentro Nacional de Mujeres participaron también Nora Cortiñas, Susana Gamba, Bellotti y Fontenla, entre otras. “Yo era partidaria de que hubiera paneles. Como yo había aprendido un montón de las que sabían, creía que había que generar esa posibilidad”, agregó. Pero no primó su postura. Finalmente, el ENM se gestó con las características que aún perduran: autoconvocado, horizontal, autofinanciado, autónomo, plural y democrático.