Con La vida secreta de las parejas, HBO refuerza su visión alejada del pintorequismo brasileño. Al igual que en otras propuestas como Psi y El negocio, esta trama se ubica lejos de la arena y el pulso carioca, y se adentra en el urbanismo mastodóntico de San Pablo. Pero no solo comparte con aquellas el contexto de la ciudad más omnipotente de Sudamérica: es una confluencia de ambas. De la primera toma la figura de un terapeuta involucrado en la vida de sus pacientes y de la segunda –en la que un grupo de escorts aplicaba las reglas del marketing para satisfacer su clientela VIP—, la provocación de lo carnal. Por ese universo exclusivo de ejecutivos y políticos, secretos de alcoba e identidad, sujetos en búsqueda de redención y trapisondas de corporaciones, transitan los doce episodios de esta entrega. La serie estrenó en el día de ayer (va los domingos a las 22, repite los miércoles a las 23.50) y sus episodios también podrán verse desde la plataforma on demand HBO Go una vez hayan sido emitidos por tevé.
“Es sorprendente la cantidad de cosas que escondemos durante una vida. Y eso es peligroso. Podemos volvernos esclavos de nuestros secretos”, dice Sofía Prado (Bruna Lombardi). La terapeuta y sexóloga, a cargo del Instituto Tantra, es la encargada de hilvanar los distintos sucesos con trasfondo cosmopolita. ¿Algunos implicados? Un banquero influyente en las altas esferas; periodistas que buscan su primicia y un detective a cargo de una investigación que compromete al “círculo vermelho” del país vecino. No se trata de una narradora ajena a lo que sucede en pantalla, otra de las puntas de este látigo narrativo es la propia historia de Sofía. “Está en un punto de disturbio emocional; ella también tiene sus secretos, sus lados oscuros, que tapó por mucho tiempo. Ni ella ni el resto de los personajes son unidimensionales, tienen más de una capa, y fue muy gratificante poder desarrollar estos aspectos que son compartidos por todos nosotros”, aseguró Lombardi en una teleconferencia de la que participó PáginaI12.
Lombardi junto a su esposo, Carlos Alberto Riccelli (quien también actúa), y el hijo de ambos (a cargo de la dirección), son los responsables de este producto que incluye cuotas de suspense, espionaje, clima erótico y thriller político. “Nos interesaba trabajar distintos tópicos que convergen en esta serie que podría definirse como particular. La cuestión del sexo es trabajada por fuera de lo que suele verse. Se transitan cuestiones que tienen que ver con lo oculto, con las identidades, de lo relativo al género, de las elecciones de vida. El instituto Tantra es la manifestación de todo eso. Acuden todo tipo de personas, hay una gran diversidad de personajes y de cuestiones a trabajar. Allí pueden ser quienes realmente quieren ser. No es ignorar los tabúes sino que es naturalizar lo que uno es”, plantea Ricelli.
Aquí el diván se usa para los revolcones y, según los involucrados, al sexo se lo trata sin prejuicios. Lombardi jura que no vio Gypsy, la malograda entrega de Netflix (protagonizada por Naomi Watts) con la que comparte el suspense y la figura de una analista que se obsesiona e inmiscuye con sus propios pacientes. “Sofía y el Instituto Tantra estuvieron en mi cabeza por muchos años”, apunta la actriz y escritora que ha moldeado su trayectoria alrededor de la atracción. “Aunque sea diferente de Sofía, tengo varias cosas en común. Con todos los personajes, diría. Porque no hay tantas diferencias entre las personas, provengan de donde provengan. La gente está conectada con el mismo tipo de emociones. Y nosotros tuvimos total libertad para trabajar sin censura lo que queríamos. El gran desafío fue amalgamar las cuestiones de nuestro interés y presentar una historia atractiva para la audiencia”, cierra Lombardi.