Un club de fútbol: Atlanta. Un estadio cubierto hecho a medias: Buenos Aires Arena. Un banco público que hizo un mal negocio: Ciudad. Una empresa quebrada: Lugones Center. Un diario que compró esa quiebra por medio de una subsidiaria: La Nación. Un comodato a 40 años: lo votó la Legislatura porteña. Son todas las piezas de un mismo mecano. Unidas ayudan a entender mejor la trama de una operación inmobiliaria, deportiva, cultural y hasta política. El jueves pasado en una sesión ordinaria se sancionó la ley que promueve la iniciativa con 46 votos afirmativos y 11 en contra. El objetivo perseguido era la recuperación de una obra sin terminar cuyo techo se derrumbó en 2015. Se transformará en un microestadio con capacidad para 10 mil personas, el más grande de la Capital Federal. Un ambicioso proyecto que deja beneficiarios y perjudicados.
Entre los primeros aparece Atlanta. Hace 10 años recuperaba su sede social después de una quiebra. Ahora le agregará este escenario vecino, sobre la misma calle: Humboldt. El club logró que se extendiera el plazo de la cesión del predio hasta 2057. Su fecha original era hasta 2032. La ciudad podrá utilizar el estadio cubierto pero la empresa que invertirá en él será la segunda y más importante beneficiaria. Se trata de una sociedad atribuida al diario La Nación. “Su presidente –cuenta un alto dirigente bohemio– sería Luis Saguier”.
El que por ahora perdió con la operatoria es el Banco Ciudad. Tiene un agujero en sus cuentas de 150 millones de pesos. Esa suma actualizada se la prestó a Lugones Center, del ingeniero Miguel Mancini, ex presidente del club Obras Sanitarias. El mismo que dijo en una reunión ante socios e hinchas de Atlanta: “Macri nos dio todo su apoyo y nos pidió que apuráramos todo lo que podamos de acuerdo a lo que ustedes determinen”.
Hablaba del actual presidente de la Nación cuando era jefe de Gobierno porteño. Y se debe haber apurado tanto que perdió de vista la deuda con el Banco Ciudad. Su empresa había sido creada con poco: un capital social de 500 mil pesos. Hoy resulta evidente que el club se equivocó en concederle la obra. “Se hizo un pésimo negocio con el directorio anterior y el crédito se transformó en incobrable. La deuda se ampliará ahora muchísimo, diría que tres o cuatro veces más, la movida es importante, pero no pone en peligro al banco”, le confió una alta fuente del Ciudad a este cronista. Y recordó que el responsable de aquella operación fue Federico Sturzenegger, el actual presidente del Banco Central. Los 150 millones de la deuda original podrían ascender a 600. La asumirá La Nación a través de una nueva empresa. “Es rarísimo, se mete personalmente, se juega el prestigio en esto”, agregó. Un periodista con varios años en el matutino de los Mitre describió: “Se están buscando nuevos negocios con la compra de la quiebra. El diario está tratando de expandirse”.
La votación del comodato en la Legislatura con el apoyo mayoritario del PRO, el Frente para la Victoria, el Peronismo Renovador y el Bloque Peronista, entre otros, fue el cierre formal a un largo proceso de avances y retrocesos. Se dio 25 días después de otra votación, pero en el club. El oficialismo liderado por Gabriel Greco se impuso en las elecciones con el 56 por ciento del respaldo societario en medio de acusaciones cruzadas con la oposición.
Algunos dirigentes tuvieron una influencia determinante en la gestión del préstamo para el estadio cubierto. O por su posición política –es el caso de Ignacio Javier Ibañez, hombre del PRO designado en el INTI– o por trabajar en el Banco Ciudad, como el delegado Guillermo Ale, quien reconoció en su momento: “Yo firmé el convenio del club con Lugones Center, pero lo hice solo en calidad de dirigente de Atlanta”. También dijo que estaba enfrentado por su rol sindical con la gestión de Sturzenegger.
Tampoco habría sido ajeno a la operación entre el banco y Lugones Center un amigo íntimo del presidente Macri: el actor Martín Seefeld. Ex yerno del ingeniero Mancini, participó en la creación de Arena MKT & TKT’S SRL. Esta firma tenía como finalidad comercializar los tickets y la publicidad de los eventos que se organizaran en el Buenos Aires Arena. Aparecían como sus socios el propio Mancini, Osmar Rubén Alza y Alvaro Javier Machado. Otra compañía había precedido a esta: Arena Center SRL, con Diego Humberto Enriquez y Rafael Mancini –hijo de Miguel– como dueños.
Lugones Center, la empresa quebrada, se había comprometido a pagarle a Atlanta un canon de 1.375.000 dólares en cuatro pagos y después cien cuotas mensuales de 114.583. No cumplió porque adujo “falta de inversores”. El 10 de noviembre del año pasado le decretaron la quiebra en el juzgado comercial 25 de Horacio Robledo. Ahí apareció en escena Sabrina Edith Zinna, una astróloga que firmó la revocatoria a un pedido de quiebra, con nulos antecedentes como desarrolladora inmobiliaria. Esta información fue mencionada en la revista Qué.
El escarpado camino hacia la terminación del microestadio no estuvo exento de presiones a legisladores y de evaluaciones negativas de la Auditoría porteña. A la ex legisladora de Nuevo Encuentro, Delia Bisutti, cuando ejercía la vicepresidencia de la comisión de Turismo y Deporte, le quisieron imponer que no se prohibiera la explotación comercial del predio cedido a Atlanta. El auditor de la Coalición Cívica, Facundo del Gaiso, denunció que la construcción del estadio cubierto de Atlanta escondía “un negociado entre empresarios y ex funcionarios del PRO, donde son víctimas el club Atlanta y los niños de la zona”.
Aludía a la escuela inicial de 2500 metros cuadrados que debía levantarse –pero no se construyó– y que la ley votada el jueves ratificó. Al igual que la preservación de un espacio verde que asciende al 10 por ciento del predio. Ese compromiso dependerá ahora de La Nación, que explotará el escenario deportivo por los próximos cuarenta años. Un hecho inédito para la historia del diario fundado por Bartolomé Mitre.