“Si grita pidiendo verdad en lugar de auxilio, si se compromete con un coraje que no está seguro de poseer, si se pone de pie para señalar algo que está mal pero no pide sangre para remediarlo, entonces es rock and roll”. Si bien esa sentencia quedó inmortalizada en la contratapa del debut en solitario de Charly García, Yendo de la cama al living (1982), pertenece a Pete Townshend, guitarrista de una de las bandas fundamentales en la historia del rock. Sin embargo, a pesar del impacto que tuvo no sólo en el autor de “Los dinosaurios” sino también en el post punk local e incluso en la avanzada sónica liderada por Babasónicos (“D-Generación” es un claro discípulo de “My Generation”), The Who es un grupo al que el éxito en la Argentina siempre le fue esquivo. Por eso no era de extrañar que el violero de 72 años, apenas apareció el domingo por la noche en el escenario erigido en el estadio Único de La Plata, levantara los brazos agradeciendo al cielo la consumación de uno de sus mayores deseos. Y sí: ese hermoso viaducto entre el rhythm and blues y el punk finalmente estaba por debutar en el país, a más de cinco décadas de su creación, con el cierre de su actual gira mundial.
Luego de todas las especulaciones que surgieron tras la suspensión en 2007 de su recital en cancha de River (la versión oficial le atribuyó la responsabilidad a la falta de estadios en Brasil, mientras que la leyenda urbana asegura que se debió a los pocos tickets vendidos), The Who desembarcó en La Plata como acto soporte de Guns N’ Roses. Pero, por más increíble que pareciera, la agrupación inglesa aprovechó el (des)orden de los factores para corroborar lo que alguna vez dijo Eddie Vedder, mandamás de Pearl Jam, sobre ellos: se trata de la banda con el mejor show en vivo de la historia del rock. Después de inaugurar el repertorio debajo de una lluvia con ganas de estoicismo con “I Can’t Explain”, tema que forma parte de su era más power pop y proto punk, el grupo que tiene en el cantante Roger Daltrey a su otro sobreviviente comenzó a endurecer su sonido con “The Seeker”. Pero antes de seguir sumando voltios e intensidades mostró su veta más cancionera a través de otro de sus clásicos, “Who Are You?”, con el que además hizo gala de ese juego vocal alternado que se tornó en una de sus marcas registradas.
Y volvió al ataque con esa fórmula, aparte desde un arrebato melódico, con “The Kids Alright”. Eso sirvió para poner los dos pies en los 60 con sendas canciones que son parte de la banda de sonido del movimiento mod (del que The Who es uno de sus iconos): “I Can See for Miles” y “My Generation” –himno entre los himnos–, cuyo cierre fue resuelto mimetizándolo con un trozo de “Behind Blue Eyes”. Después de saltar hasta los 80, el grupo retrocedió una década al invocar su balada épica “Behind Blue Eyes”, a la que le siguió “Join Together”. En el single de 1972, de evidente acercamiento al country (primo hermano ensimismado de “Magic Bus”), Daltrey y Townshend pusieron a los increíbles músicos que los respaldan, de los que destacó en batería Zak Starkley (el mayor de los vástagos de Ringo Starr, ahijado del desaparecido baterista de la banda, Keith Moon), a entrar en una sincronización en la que las pequeñas partes encumbraron un tema apoteósico. Pero luego el guitarrista de 72 años, quien compartió liderazgo con el vocalista, se puso al frente del micrófono para interpretar “You Better You Bet”.
Con un aforo cada vez más lleno, aunque no llegó a estarlo del todo, el público, en su mayoría seguidor de Guns N’ Roses, comenzó a rendirle pleitesía a ese pedazo de historia sobre el escenario. A la marca registrada que dejó Townshend al tocar su instrumento agitando el brazo derecho como si fuera un aspa, al juego de Daltrey con el cable del micrófono y especialmente a ese puñado de canciones que se mantuvieron impecables, a pesar del paso del tiempo. Por eso, The Who no se mostró nunca como una banda evocativa sino más bien contemporánea. Así que, una vez que el violero volvió al frente con ese folk blusero con ganas de modernidad llamado “I’m One” –al que siguió otro de los temazos de su obra maestra Quadrophenia (1973), “Love, Reign O’er Me”–, apareció uno de los pasajes más preciosos y hasta heroicos que se hayan visto en años en un recital. Y es que era el momento de Tommy (1969). “Amazing Journey” inició una embestida por la que pasaron el espectacular “Sparks”, el memorable “Pinball Wizard” y el glorioso “See Me, Feel Me”. No hubo tiempo para reponersee, pues la despedida sucedió con “Baba O’Riley” y “Won’t Get Fooled Again”. De pronto, el guitarrista amagó con hacer una más. Pero el cantante lo miró, e hizo el gesto de “Dejémoslo así. Los chicos están bien”.