El material autobiográfico puede ser altamente inflamable. “El mundo abre las piernas para los gordos poetas./ Pero las cierra de inmediato para poetas malos como yo./ Rodolfo Enrique Fogwill/ escribió para mí (me lo dijo) ‘Llamado por los malos poetas’./Tipos grossos estilo Zurita, Parra, Lihn…/ No podré ser parte de ese clan…/ Ya no seré el nuevo Mario Santiago Papasquiaro/ post rioplatense lleno de memorias ribereñas quilmeñas, eso,/ ay, no”, se lee al comienzo de Anímate flaco de Washington Cucurto, libro que inaugura la colección Naufragios de la editorial Milena Caserola –textos que experimentan con la primera persona narrativa–, junto a Irse para adentro de la colombiana Natalia Mejía y Tren eléctrico de Iair Kon. La potencia del “yo” narrada a fondo se despliega en un juego donde conviene reírse y no tomarse nada demasiado en serio. “Somos muchos, ¿por qué se prohíbe que nos miremos? No a todos les pica el pudor. A los que sí, para eso tienen uñas, que se rasquen”, dice la voz narrativa de Mejía. “Me gustaba la idea de que mi padre se hubiera exiliado varias veces. La fantasía que más me atraía era la de los exilios políticos. Me dejaba cautivar por la idea inverosímil de que había huido de un país a otro perseguido por su pensamiento, acosado por sus convicciones, temeroso de sufrir la ira de un enemigo poderoso y maligno. Tenía la fantasía de un padre heroico”, cuenta el narrador que elige Kon.

Naufragios, el libro de Alvar Núñez Cabeza de Vaca, fue “muy importante” en el recorrido de lecturas del escritor y editor Martín Glozman, director de la colección. “Me impresionó la profundidad a la que puede llegar un viaje. La potencia de este libro es insoslayable. Hay ahí una primera persona poderosísima, alguien que se pierde en el otro mundo, y en el encuentro con el otro que le propone algo completamente nuevo y riesgoso, acepta, se transforma y finalmente sobrevive. Sobrevivir no es el lema, sino que forma parte de la aventura y completa el arco para seguir escribiendo, trabajando y creando. Los textos como Naufragios van más allá de la lengua y del tiempo que la cambia –explica Glozman a PáginaI12–. El lector de literatura tiene este privilegio de viajar en todo momento. No hay mejor aprendizaje que la lectura para salir al mundo. Creo que todos naufragamos, que lo hacemos como individuos y como colectivo, y que esta posibilidad nos brinda la oportunidad de volver a encontrarnos, que al ser recuperada desde el relato nos coloca en un ejercicio social de la palabra restitutivo de lazos”.

¿Qué riesgos corren las narrativas autobiográficas? ¿El riesgo de repetir fórmulas, la tentación de caer en algo así como la mera confesión catártica? “El riesgo que siempre se corre es ser apropiado y absorbido por los movimientos que neutralizan la cultura. Leer en lo nuevo siempre lo mismo –advierte Glozman–.  El mayor riesgo de una narrativa autobiográfica es no plantearse como juego, tomarse demasiado en serio. Porque para ir al fondo hay que saber que se trata con una materia peligrosa, estética, no meramente formal. Nos involucra por completo, pero no podemos creérnosla del todo. Es el vía crucis de la narrativa autobiográfica. Todo es verdad como queremos que sea y todo es ficción a la vez. La vida en ese plano nos traiciona. No encontramos las palabras para llegar a nosotros mismos. En esa desesperación la narrativa del yo nos da todas las herramientas para crear una máscara maravillosa que hable con el lector. No poder ver que la narrativa autobiográfica es una construcción y jugamos con lo social y con el lenguaje que es de todos es un riesgo. Si pensamos que al escribir sobre nosotros estamos solos y en nuestra vida privada es un riesgo. La escritura es pública. El lenguaje es de todos. Las herramientas para pensarnos son sociales”.

El director de la colección “Naufragios” cuenta que le interesa “profundamente” la construcción del personaje de Cucurto. “Tiene ya mucho recorrido y se renueva, tiene transformaciones. Registrar estas transformaciones y hacerlo participar de nuestra propuesta es una gran fortuna. La dimensión del yo de Cucurto, su relación con la experiencia, con la ciudad, con lo social y con la poesía lo pone también en vínculo con muchos autores que Milena Caserola está publicando desde hace una década. Tiene que ver con Naufragios la dimensión de explorar, experimentar y ponerse en juego”. Tren eléctrico, la primera novela de Iair Kon (Afula, Israel, 1971), “plantea una relación entre memoria, figura del padre, tradición judía y resiliencia que se vincula con mi historia personal y mi proyecto como escritor”, admite Glozman. “La trayectoria ahora iniciada por Natalia Mejía despierta mi interés y apostamos a su trabajo poético, a su joven verdad narrativa”, agrega el editor sobre el primer libro de la escritora colombiana. El plan de publicaciones de Naufragios es de seis libros anuales. En noviembre saldrán Cartas beduinas de Victoria Orce, un libro de cuentos de Santiago Moabre y una novela de Jazmín Carvallo.

“Llevar al extremo los límites de la honestidad, donde toda verdad es un imposible porque se articula en el doblez de la ficción. Ahí habita también la posibilidad del discurso como seducción”, subraya Glozman en el prólogo de esta colección. “Hay dos tendencias fuertes en la filosofía de la palabra. Una vinculada con la retórica y la seducción, ya que se desconfía de las intenciones primigenias. Se dice que quienes afirman su verdad en lo primigenio pueden ser totalizantes y finalmente dictaminar al otro, mientras que lo que queda son conjuntos de estrategias para emplear el lenguaje y seducir, conquistar, ganar. Hay otra tendencia que dice que todo es apariencia, que debemos desconfiar de todo y solo buscar lo verdadero. Romper con el mundo, perder amarras, llegar al fondo de todo. Ambas tendencias son verdaderas y ambas aisladas son nocivas”, advierte Glozman. “Cuando el escritor escribe llega a la verdad, pero también la extrapone y la mira como desde enfrente, como si la mirara otro, el lector. Lo que para uno es dolor para el otro puede ser una risa, una imagen carente de emoción. La emoción y la verdad no son garantía de efecto en el discurso. Entonces, la tragedia del que busca la verdad, es que el discurso tiene sus reglas que son independientes respecto de las emociones, y que finalmente debemos usarlas. Ver todo como seducción es lo contrario a la verdad, pero también es verdad. Es el doblez de la ficción”.