Para abollar un papel usted primero tiene que tenerlo. Para tener algo debe haberlo encontrado o comprado o heredado o construido. Es posible que si fue construido posea un valor distinto. También lo comprado puede sentirse diferente, según si usted gane el dinero con ahínco o le venga con indistinción. Pero lo construido conserva las manos que lo hicieron, incluso en las cosas que no se fabrican usando las manos, porque, en verdad, en el fondo, todas las cosas se hacen con las manos.

Una vez que usted tiene algo es capaz de conservarlo. A veces conservar las cosas demanda tiempo, a veces forma parte del tiempo, es la forma del tiempo. Las cosas, en ocasiones, se conservan cuidándolas, no como una conducta armada sino desde el preciso desarme. Estar desarmado para cuidar las cosas es peligroso, no por el riesgo de un tercero, más bien por el riesgo de uno mismo, que siempre es mayor que el de la propia cosa. Cuidar se cuida guardando, cuidar se cuida mostrando. Muchas veces, quizás todas las veces, las cosas se cuidan mirándolas, por encima de los hombros, cuando las cosas se dan vuelta, cuando no se saben miradas. Esta es una manera muy descuidada de cuidar las cosas porque ellas no se enteran y las cosas, por momentos, necesitan enterarse de que son cuidadas. Es, no obstante, un potentísimo modo de cuidar las cosas.

No todas las cosas conservadas son cosas cuidadas, aunque por algo se las conserva. No importa el tiempo de conservación, un instante o toda la vida, toda la vida de uno o toda la vida de la cosa.

Uno puede conservar la cosa con ideología, con tozudez, con suavidad, deslizando la mano demasiado lento. Uno puede conservar la cosa con acumulación, con mezquindad, con vanidad, uno puede conservar la cosa con derecho, sólo con derecho.

Lo cierto es que para romper las cosas, para trozarlas, para tajearlas, para herirlas, para partirlas, para abollarlas, antes, aunque sea un poco antes, uno las tiene que haber conservado. De un modo u otro siempre se conserva para romper, para trozar, para tajear, para herir, para partir, para abollar. No se conservan cosas para conservar cosas. Y aunque así se lo hiciera lo conservado para ser conservado, solo para ser conservado, estaría roto, trozado, tajeado, herido, partido, abollado por ser ese su destino, conservarse.

Cumplida la conservación usted tiene que disponerse a abollar la cosa. Abollar no es lo mismo que romper porque cuando se rompe hay roturas. Abollar tampoco es trozar porque cuando se troza hay trozos. Abollar no es idéntico a tajear porque cuando se tajea una cosa hay tajos. Abollar tampoco es herir porque cuando se hiere una cosa hay heridas. Abollar no es partir una cosa porque cuando se parte una cosa hay pedazos. Abollar es otra cosa, una nueva cosa, y ni hablar si se trata de abollar un papel.

Usted puede abollar de muchas maneras. De pasada, para achicar la superficie de lo abollado y que así entre más limpio en su destino o puede abollar con premeditación. Usted puede abollar con furia, con frustración, con enojo, allí tiene que imprimirle fuerza al abollón, apretar los dientes, tener la convicción de que con ese acto desaparece lo que está en el papel, se borra la letra, se pierden las manos del autor, se doblega la voluntad. Tener esa convicción, esa ilusión.

También está permitido abollar con tristeza, que no es lo mismo que abollar con furia, con frustración, con enojo. Para abollar con tristeza usted no debe apurarse, la tristeza es lenta y entonces uno no puede abollar un papel con tristeza estando apurado. Dese su tiempo, si así lo siente, llévese el papel a la boca, ya abollado o en el proceso, como si aún lo estuviese dudando, pero no tenga dudas porque de algún modo ya está abollado. Si quiere puede llorar y mojar el papel, con el llanto o con la saliva, y así lo hará más irreversible, al abollón y a su razón. Cuando se abolla con tristeza no se tira el resultado en cualquier lado, mas que tirar el papel abollado quien abolla con tristeza lo acompaña, es que no lo abolló con furia, ni con frustración, ni con enojo, lo abolló con tristeza. Es como si se lo dejara caer, como si el papel abollado tuviese un peso distinto y no precisara de la fuerza de la furia, de la frustración o del enojo, el papel que se abolla con tristeza se cae solo. Que se caiga solo, no obstante, no quiere decir que no requiera ser abollado. Ese acto es necesario, de lo contrario, seguirá siendo un papel no abollado, no cualquier papel, un papel no abollado.

El papel que se abolla con tristeza, así como el que se abolla con melancolía o con nostalgia, no se arroja, dijimos que se acompaña. Allí hay una reserva inconfesable, escondida en el núcleo del abollón. No hace falta escribirla, usted la sabe, por eso no tira el papel abollado en cualquier lado, por eso lo abolla.

Cualquier papel se puede abollar, los cargados de tinta y los despejados, los arrancados y los vírgenes, los de plumas pesadas y los de crayones, una sentencia y un acta de nacimiento, un billete y un pañuelo. Es bueno estar precavidos de que cualquier papel se puede abollar.

Lo importante es, más allá de la forma en que lo haga, del tiempo que lleve, del lugar donde lo deposite, que usted sepa que está abollando un papel. Saber que está abollando un papel es, sobre todo, saber que ya no hay más papel. Usted podrá ir a buscarlo, con furia, con frustración, con enojo, con tristeza, con melancolía, con nostalgia, con alegría. Usted podrá ir a buscarlo con arrepentimiento. Con otro llanto o el mismo llanto en otras lágrimas. Usted podrá encontrarlo porque si fue a buscarlo es porque sabía dónde lo dejó. Podrá también recomponerlo, estirarlo, desplomarse sobre él, ponerle todo su peso, zapatear encima, hacerlo con furia, con frustración, con enojo. Usted puede lograrlo, dejarlo sin arrugas, sin abollones, porque usted abolló el papel, no lo rompió, ni lo trozó, ni lo tajeó, ni lo hirió, ni lo partió. Puede lograrlo, siga, insista, traiga más peso, póngale calor, póngale humedad, póngale tristeza. El papel no vuelve nunca atrás, usted tampoco.

 

Además, todos nos dimos cuenta de que no estábamos hablando, precisamente, de cómo abollar un papel.

* Profesor e Investigador de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Rosario. Master in Global Rule of Law and Constitutional Democracy