En los días previos a la primavera, del 14 al 17 de septiembre transcurrió otra edición de la Feria Puro Diseño, que concluyó con los procesos de investigación y estilos ya anticipados en sus jornadas de marzo. El primer premio de diseño fue otorgado a la diseñadora Lucila Iotti por su modelo de zapato stiletto colorido y un sistema para contener al pie mediante elásticos en technicolor. Entre las vitrinas y los contenidos con el leitmotiv #somos curiosos# que rigió las redes y las premisas de la edición, asomaron infinitas odas a la cerámica, variaciones sobre el reciclaje, una colaboración entre la diseñadora textil Rosa Benedit y la firma de ropa de yoga FFocco para sumar una estampa de temática vegetal a su línea de remeras para hatha o iyengar, entre muchos otros casos.
Del lado del diseño federal, el stand de la provincia de Santa Fe dio fe de los rigurosos procesos de diseño y colaboraciones en los apartados indumentario, accesorios y hábitat que surgieron del Primer Laboratorio Interdisciplinar, ideado por el diseñador y gestor cultural Germán Lang. Allí se vislumbraron tanto un set de masajeadores de arcilla ¿cuasi dildos rescatados de un museo etnográfico?, contenidos en maletas de cuero preciosistas. La línea en cuestión fue desarrollada por Flavia Abbate y denominada Hedónica. A ella se sumaron los cuencos utilitarios de la marca Kokoro No Koto, cuyas artífices son las diseñadoras Eugenia Lo Valvo y Fernanda Perfetti; se hizo lugar a las carteras austeras de Macarena Brunner/Gastón Hachuel con la etiqueta Unfolg Bags, los accesorios utilitarios de Villareal que fusionaron fieltro y madera aplicados a cartucheros o portacosméticos, las joyas de Facharrabata con reciclaje de textiles y las piezas ornamentales de Paracas: el laboratorio en cuestión demandó seis meses de trabajo y sumó consultorías y colaboraciones de expertos en diseño, de Marcelo Yarussi a Laureano Mon, pasando por el teórico Alex Blanch, creador de una nueva carrera de diseño en la Universidad de San Andrés.
Porque el protocolo remite a las labores interdisciplinarias, la exaltación de los procesos de diseños, los cruces entre rescates de oficios y materiales del pasado remixados con la vanguardia y los vaticinios para el futuro, desde un proyecto presentado por el Observatorio de Tendencias del Inti, la diseñadora Julia Schang Viton –cultora de los ponchos contemporáneos y de las siluetas holgadas–, quien suele dictar talleres de moldería para kimonos contemporáneos y es titular de una cátedra en la UP, se presentó un poncho tejido con fibra de llama y que se digitalizó mediante un scanner corporal mediante el cual el Inti realiza un plan de relevamiento antropométrico nacional. Entre los numerosos stands llamó mi atención el dedicado a las carteras y accesorios de Titadelco, una pequeña marca que diseñan las hermanas gemelas Gutiérrez: Mariana Eugenia –artífice de los teñidos y estampados- y Majo a cargo de los diseños– y que integró un colectivo de diseño de la provincia de Chubut. Entre ellas, como correlato de una línea de cuadernos y libretas artesanales, asomaron bandoleras, morrales y carteras utilitarias en diversos formatos donde predominan las estampas mapuches. Como explicaron las diseñadoras sobre la tradición mapuche implícita en su colección “Lallin Cushe”, “resume nuestro trabajo interno respecto de nuestra cultura, es una colección que reúne tradición y cultura mapuche, técnicas ancestrales como el teñido con tintes naturales y oficios como la serigrafía y la encuadernación con el diseño y trabajo artesanal. Las piezas representan nuestra intención de resumir al objeto de diseño como portador de cultura mapuche. La línea consta de lonas y brines estampados con tintes naturales usados por las tejedoras para darle color a la lana cruda que luego utilizarán para realizar el telar tradicional mapuche. El diseño de la ‘lallin cushe’ alude a la araña anciana, que está presente en toda la colección recordándonos el relato del hilado, en el que la araña le enseñó a la doncella mapuche cómo hilar la lana cruda. Porque vivimos este proyecto como una forma de resistencia, y lo hacemos mostrando lo tradicional de nuestra cultura”.