El lado gris del oficio de actriz, ese que puede hacer sentir a cualquier mujer como una proletaria que compite por un papel en una obra de teatro o en una película, es el que ofrece Entre teta y teta. D está en la antesala de un casting para hacer de Medea en una puesta que se supone moderna y tal vez musical porque la dotaron de un casco, lo que anticipa que deberá subirse a una moto, y porque la chica ensaya algunos pasos de baile y canta la letra, tal vez para distender un cuerpo que está en el esplendor y el drama del puerperio.
Es que D no sólo debe lidiar con los nervios de la prueba que se demora más de lo planeado, ella tiene la premura de las tetas llenas de leche para alimentar a su hija y en esa urgencia de un cuerpo que parece gritar y pedirle una obediencia más natural con esa carga materna que tiene un ritmo propio, se instala el deseo y la necesidad de seguir trabajando como actriz. Pero la profesión de D es incierta, siempre hay que enfrentar audiciones. El llamado de ese mundo externo donde otras actrices ya consiguieron un papel y dieron a luz más o menos por la misma fecha que ella, es un reflejo de todos los recursos y astucias de los que tiene que valerse una mujer para construir una vida plena donde la maternidad se integra a otros roles pero siempre acecha la posibilidad de ser absorbida completamente por los pañales, los cuidados y la tarea amorosa y estresante de amamantar.
Porque D tuvo que estudiarse los textos de Medea y tal vez gracias a esa mujer griega, un poco bruja, ella encuentra el coraje para poder discutir ese lugar idílico de la maternidad. En Entre teta y teta el puerperio es mostrado como una experiencia singular en las incomodidades de un cuerpo que deberá también soportar las desatenciones de la rutina de los casting. D recurre al saca leche porque la demora para realizar su prueba no puede adaptarse a un cuerpo que todavía respira a ese otro ser que la aguarda en su casa.
D está suelta en el devenir de una actuación que no la protege, hecha para mujeres entregadas a una cotidianidad de entrenamiento y a un ánimo terco para soportar los rechazos, los casting en los que no queda, el trabajo que puede faltar y entonces habrá que buscar alternativas que se alejan de los sueños y el placer de dedicarse a lo que ama.
Vicky Brudny entiende a D como si fuera ella misma, como si la obra se tratara de una especie de biodrama, un documento donde Brudny y Dana Basso asimilan el lenguaje de la maternidad al derrotero de la actriz como dos instancias que al unirse llevan a una mujer a una destreza física y anímica donde la fragilidad muta en una fortaleza que muchas veces parece invisible para el entorno.
D se permite la queja destemplada que desacomoda los muebles para ensayar su escena, como un modo de darle un cauce práctico a su lamento. Ella tiene ganas de decir que lo que quiere no siempre la hace feliz, que Medea tal vez no mató a sus hijxs por venganza ante el abandono de Jasón sino porque ya no lxs soportaba. La idea de una maternidad como agobio no borra el sustento afectivo de ese vínculo con lxs hijxs, por el contrario, le otorga ese matiz de sinceridad que acerca todo amor a su límite. En esa exigencia del afuera que te quiere madre pero te demuele si solamente te dedicas a tu hijx, que te juzga y te culpabiliza si no le brindas mucho tiempo pero te considera un poquito atrasada si no avanzas en tu carrera y dejas de arreglarte, se mueve Entre teta y teta, en ese espacio que se abre en el cuerpo entre la/el hijx pegadx a la piel y ese salir a escena para ganarse un nuevo papel.
Entre teta y teta se presenta los domingos a las 18 en La Vieja Guarida. Guardia Vieja 3777. CABA.