ue un año después del Mundial de 2002 en Indianápolis, aquel en el que la NBA quedó de rodillas por primera vez en la historia ante la impetuosa aparición de la Generación Dorada. Rubén Magnano, que además de ser el técnico de aquel grupo coordinaba y dirigía a alguno de los equipos juveniles, tomó el teléfono y llamó preocupado: “Ricardo, tengo que hablar con vos… ¿Qué pasó con el pibe?”. El cordobés siempre fue un hombre serio y estricto, al que le gustan las cosas claras. El Ricardo que recibió el llamado fue De Cecco, el papá de Luciano, un adolescente de 14 años que eligió no presentarse a la convocatoria de la selección nacional de básquetbol Sub 15. El chico, al mismo tiempo, había sido citado para un selectivo provincial en Santa Fe, pero para jugar al voleibol. Y tomó la decisión que marcó su vida.

Ricardo De Cecco era, por entonces, el más famoso de la familia. Su hijo le quitó el rótulo hace varios años. No se puede ‘competir’ contra uno de los mejores armadores del mundo. Pero él jamás dejó de estar ligado al básquet. Fue un gran jugador y ahora, como entrenador, dirigirá al primer equipo salteño en la historia de la Liga Nacional que ya vio acción en el Súper 20, el torneo previo antes del arranque de la Liga Nacional.

“Hay una gran expectativa. Son muchas cosas las que tenemos por hacer. La Liga no tiene nada que ver con el Torneo Nacional de Ascenso (actual Liga Argentina). Hay diferencias grandes, el nivel de los jugadores cambia. Se trabajó muy bien con la logística y con la conformación del plantel. Estamos ilusionados”, dice el DT de Salta Basket.

En los comienzos de la década del 80, cuando todavía no existía la Liga, los grandes equipos hacían giras por el país. Obras Sanitarias era el mejor de la Argentina. En uno de esos viajes llegó a Salta el conjunto de Núñez, y jugaron un amistoso con el seleccionado provincial. Heriberto Schonwies, técnico del conjunto de la capital, se quedó sorprendido por las habilidades de un base. Averiguó por sus orígenes. Le dijeron que tenía 17 años y que era de la ciudad; había jugado siempre en Gimnasia y Tiro.

Así empezó la aventura de De Cecco en Buenos Aires, que poco después integró el equipo con el que alcanzó un logro histórico, con el título de Obras en el Mundial de clubes, la legendaria Copa Williams Jones. Tenía apenas 19 años y le tocó quedarse en el banco la mayor parte del tiempo, junto a otro chico de su edad: Héctor Pichi Campana. “Tenía una participación muy limitada, pero sin duda es el recuerdo más grato que tengo. Choco [Carlos] Rafaelli no pudo jugar porque se lesionó en un torneo anterior. Pero estaban Carlos Romano, el Tola [Eduardo] Cadillac, Esteban Camissasa, Norton Barnhill... Me acuerdo que el gran problema antes de aquel partido decisivo con Milano era quién iba a tratar de tomar la marca de Dino Meneghin (el pivote italiano que dominaba el básquet europeo)”.

Cuando se le pregunta cómo era el scoutting de la época, se ríe y aclara: “En una de esas teníamos un video, con suerte. Después se veían los partidos en la cancha, nada más, y se iba corrigiendo lo que se podía durante el partido. Hoy, la Liga tiene el servicio de Synergy para todos los equipos. Sabés absolutamente todo de cada jugador de la Argentina y del mundo. Con estadísticas, imágenes, todo. No se puede comparar en nada con lo de aquella época”. Y enseguida aclara cómo se resolvió aquel desafío con el gigante italiano en la William Jones: “Me quedó grabado el momento en el la charla en el vestuario antes del partido. Mario (el panameño Butler), le dijo a Flor (Menéndez, el DT): ‘No se preocupen, yo me encargo de Meneghin, que el resto juegue’. Era enorme el compromiso que tenía por el equipo”.

El apellido De Cecco quedó así grabado entre los únicos 12 que consiguieron el único título mundial para un equipo de nuestro país. Cuando en 1985 comenzó a jugarse la Liga, Obras decidió no participar. Al presidente Miguel Mancini no le gustaba la idea de que el local se quedara con toda la recaudación, cuando el suyo era el equipo más convocante. De Cecco, entonces, se fue a Unión, de Santa Fe. Jugó ocho temporadas en el principal torneo del país. Se destacó principalmente en Echagüe (llegó a ser el goleador), pero también jugó en Santa Paula de Gálvez y Ferro.

Fue en Santa Fe donde nació Luciano, en 1988. Casi por mandato familiar jugó al básquet, pero en realidad hacía muchas cosas. “Luciano fue un chico muy incentivado. Se formó en la guardería deportiva de Gimnasia y Esgrima de Santa Fe. Ahí practicaba gimnasia, natación, básquet y vóley. Yo lo quería en el básquet, pero…”, dice algo resignado. Y explica cómo fue que el deporte que a él más le gusta “perdió” a un gran base. “Estuvo reclutado en Ben Hur, cuando jugaba en la Liga, con Facundo Müller de técnico –explica Ricardo–. Fue justo durante la época de la inundación, no podía ir a la escuela y se fue a Rafaela. Sufrió el desarraigo, quería volver. Siguió entrenándose en Gimnasia de Santa Fe, pero no tenía el pase de Ben Hur para jugar. Y justo lo convocaron de la selección provincial de voley. Ahí fue cuando lo perdimos…”, dice con algo de nostalgia. Aunque enseguida reconoce: “Al final, Luciano tenía razón, ¿no?”.

No fue una elección sencilla para el actual armador de la selección de voleibol. “Al principio no se animaba a decirme lo que había decidido –recuerda Ricardo–. El y Graciela, mi señora, ya estaban maquinando la idea. Ella había jugado voley en Unión de Santa Fe. Me lo vino a decir con ella. Fue una charla corta. No hubo discusión, le pregunté si estaba convencido y después hizo lo que más le gustaba”.

Ese fue el momento en el que comenzó a gestarse la nueva forma por la que se lo conoce: ahora Ricardo es el papá de Luciano De Cecco. Pero además, a los 53 años, es el técnico de Salta Basket, y está a cargo de un proyecto del que está pendiente toda una provincia. “Fui asistente de Gonzalo García en Olímpico durante un tiempo, pero es la primera vez que me toca dirigir en la Liga. Es el objetivo que buscaba desde hace 15 años”, reconoce. Por eso, a pesar de su experiencia siente un cosquilleo especial: “Esta es la oportunidad que esperaba y la quiero aprovechar, por eso tengo que exigirme más por mi trabajo. Después, si las cosas salen bien, ojalá pueda tener tiempo para disfrutarlo”.

Mientras tanto, su hijo sigue muy ligado al básquet. Es amigo de Patricio Garino, Nicolás

Laprovittola y Facundo Campazzo, gente de su edad que conoció en los Juegos Olímpicos. Con ellos se conecta a diario para jugar en línea al Battlefield o a NBA 2K17. Es fanático de la Liga Nacional. Todos sus calzados son de básquetbol y cada tanto se va a una cancha que hay cerca de su casa en Perugia.  Está muy informado, conoce a los jugadores y, por supuesto, desde este año, será hincha de un nuevo equipo.