Las finanzas globales están transitando un escenario de inestabilidad y Argentina empieza a ser castigada por los mercados internacionales. El costo de emitir nueva deuda aumentó en forma notable en las últimas semanas. Comprar Discount 2033 en moneda extranjera implicó desembolsar 148 dólares el viernes, cuando el 8 de noviembre el monto era de 161 dólares y a finales de agosto se marcaba un pico de 168. La baja del precio del Discount se replicó en todos los bonos y tiene como contrapartida la suba de la tasa de interés a la que puede financiarse el país en la plaza financiera global. A mitad de 2016, el Gobierno pagó el 5 por ciento por nuevas emisiones, retorno que ya se ubica por encima del 8.

La principal fuente de recursos del Gobierno es el endeudamiento externo. Por ello el nuevo escenario global que incrementa los costos de pedir prestado agrega tensiones a una economía que en 2016 no pudo reactivar el mercado interno y cierra el año con bajas traumáticas de la producción manufacturera y la construcción. Las medidas a favor del mercado, desregulando las operaciones cambiarias y el negocio de los bancos, quitando impuestos a la exportación y abriendo la economía a las importaciones estuvieron lejos de ayudar al país a moderar el impacto de un shock externo como el de Trump. La Argentina ahora paga tasas similares a las de Ecuador, país que inversores consideran de alto riesgo por el “intervencionismo” del presidente Rafael Correa.

Macri consiguió este año 50.000 millones de dólares en deuda. El efecto nocivo de una suba de la tasa de interés es sencillo de calcular. Tomar estos préstamos a tasas del 5 por ciento significa vencimientos de intereses año a año de 2500 millones de dólares hasta la cancelación total de lo bonos. Pero hacerlo a tasas del 8 implica vencimientos 4000 millones anuales. La carga de interese aumenta en un 60 por ciento. En el presupuesto se estima que en 2017 habrá que conseguir financiamiento por al menos otros 50.000 millones de dólares, principalmente para cubrir el rojo de las cuentas públicas, que se eleva a 6 puntos del Producto Interno Bruto y pocos en la city piensan que bajará el próximo año.

“La gradualidad fiscal del debut fue mutando a inacción y la inacción corre el riesgo de transformarse en desborde. La demora es tolerable, el cambio de rumbo no. El Vía Crucis fiscal sumó dos etapas más al calvario: la persistencia de la recesión, que dificulta más recaudar y predispone para subas adicionales del gasto; y el ruido que provocó en los mercados de capitales el triunfo de Donald Trump, lo que le puso un piso al costo del financiamiento externo de la Argentina”, menciona Rodolfo Santángelo, el ex socio del presidente del Banco Nación, Carlos Melconian. La pregunta del millón es si el Gobierno estará dispuesto a pagar el costo extra en intereses o avanzará en un recorte del gasto en pleno año electoral. 

El establishment financiero local muestra preocupación con la situación y ya le aconseja un plan de salida al equipo económico de Macri. Uno de los consultores más intrépidos fue Nicolás Dujovne, quien aseguró esta semana en una nota para La Nación que se podrían negociar fácilmente unos 25.000 millones de dólares con el Fondo Monetario Internacional, organismo que presta a tasas menores que el mercado pero limita la autonomía del país para avanzar en decisiones de política económica