El General Perón sostenía que la única verdad es la realidad. Pero si los hechos son testarudos, mucho más lo son los economistas ortodoxos que, falseando al falsacionismo popperiano, mantienen inquebrantable su fe en el liberalismo económico aun cuando a un año del fin del populismo, una sequía ocupó el lugar de la pronosticada lluvia de inversiones. Es que siempre habrá una hipótesis auxiliar a la que achacarle la culpa para poder continuar sosteniendo su ideología contra el devenir terrenal. Una de ellas, de creciente peso entre los chimangos con pretensión de halcón que sobrevuelan la Casa de Gobierno, es el déficit público. 

De acuerdo a esos fundamentalistas del ajuste, el Gobierno optó por un programa gradualista debido a la pesada herencia de una sociedad acostumbrada a vivir con ciertos umbrales de consumo. Un ajuste feroz hubiera generado un mal humor social que pondría en riesgos la continuidad política del proyecto liberal. Sin embargo, el costo del gradualismo sería un déficit fiscal que inhibe las inversiones privadas. Al respecto, que el Estado gaste más de lo que recauda implica que el privado gana más de lo que gasta. Entonces, ¿por qué debería el déficit inhibir la inversión? 

Desde la ortodoxia se sostiene que los empresarios saben que el exceso de gasto hoy financiado con deuda, mañana deberá pagarse con más impuestos. De esa manera, descuentan el futuro costo impositivo al evaluar la rentabilidad de sus posibles negocios y llegan a la conclusión de que no les conviene invertir. Una hipótesis que además de asumir una mirada de largo plazo empresarial poco verosímil, no toma en cuenta que las deudas se refinancian parcialmente (en su totalidad cuando son en moneda local) y que el  gasto público multiplica los ingresos privados permitiendo su financiamiento futuro sin necesidad de incrementar la carga impositiva.

Sin embargo, esta última posibilidad parece ir en contra del panorama económico actual donde, a diferencia de cuando gobernaban los populistas, el déficit fiscal de Cambiemos no impulsa la actividad económica sino que la entierra. La causa del cambio en el impacto del déficit fiscal sobre la actividad económica se explica porque cambiaron las causas que generan el rojo en las cuentas públicas. Si en  tiempos kirchneristas, el déficit se explicaba principalmente por el incremento del gasto e inversión pública, en tiempos macristas el agujero en las cuentas públicas se debe centralmente a la reducción de impuestos a sectores de elevados ingresos. 

Un mayor gasto público tiende a multiplicar la actividad económica y la recaudación de impuestos permitiendo nuevos gastos e incrementos en la actividad y la recaudación. Mientras que la reducción de impuestos a los ricos no incrementa el consumo ni la inversión (dado que esos sectores ya disponían de financiamiento para mantener su estatus de vida y el andar de su negocio) pero fuerza un ajuste del gasto que deriva en menor actividad y menor recaudación. De esa manera, el mismo nivel de déficit fiscal puede ser el resultado de dos políticas opuestas: una expansiva y otra contractiva

@AndresAsiain