Poco antes de la garroteada de la policía en Pepsico acá en Vicente López, hubo un revuelo considerable en Estados Unidos por un aviso publicitario de esa gaseosa que fue levantado en 24 horas. Era un spot de dos minutos y medio con producción a todo trapo y está difícil establecer si lo que predomina es lo pegajoso o lo inverosímil. Una manifestación de muchachos prolijamente desprolijos avanza por las calles de una ciudad prolija con unas pancartas en las que se lee “Paz”, “Amor”, “Sumate al diálogo”; a su paso, dejan lo que están haciendo y se enganchan a la marcha, que es más bien festiva, tres personajes: un músico con rasgos asiáticos, una fotógrafa de aires árabes y la modelo Kendall Jenner, que larga su sesión de fotos, se arranca la peluca platinada, se limpia el rouge con el dorso de la mano y allá va. Un subrayado de diversidad racial que bien podría remitir al United colors of Benetton. Los manifestantes frenan a cierta distancia de un cordón policial y entonces Kendall cacha una latita de Pepsi, camina hasta un cana-galán, se la entrega. Y sí: el tipo se la toma. Y los manifestantes festejan. ¿Qué festejan? Unos eslóganes finales sobreimpresos orientan, por si las moscas: viví con audacia, viví con fortaleza, viví el hoy, este momento mismito. Y a otra cosa mariposa.
Los putearon tanto en la página de Pepsi que la empresa al toque levantó el aviso. Acá levantó la planta entera: seiscientos despedidos. Son estrategias: en el aviso, el policía sonríe y le guiña el ojo a un colega, pero en Florida llegaron a la conclusión de que convenía contratar mano de obra mucho más precarizada en Mar del Plata, sitiaron varias cuadras a la redonda, la emprendieron a palazos contra las trabajadoras y gasearon a laburantes y periodistas (a Adriana Meyer casi la pisan con un móvil). Acá también los putearon, y hay causas judiciales que ordenan la reincorporación de trabajadores, pero este es un momento de arrasamiento tan alevoso y diversificado que no da respiro, y los empresarios en cuyas manos está el Estado fumigan todo aquello que socave, denuncie o apenas cuestione sus lógicas de concentración. Los aprietes a políticos, funcionarios judiciales y medios de comunicación opositores son de una grosería desembozada: por citar apenas un ejemplo, Gendarmería allanó este jueves las oficinas del Grupo Índalo mientras en una de sus estaciones de FM Beto Casella entrevistaba a CFK. La idea es asfixiar a los periodistas no inclinados y engordar en el feed loot a quienes hacen los deberes. Al Presidente le molestó que Horacio Verbitsky informara sobre el blanqueo de 35 millones de dólares que aprovechó Gianfranco Macri y trascartón voló el programa en C5N de Roberto Navarro, en el que Verbitsky contó lo que por la mañana había publicado en este diario: hidrante y gas pimienta. Luis Novaresio tiene una página web con un puñadito de visitas diarias y 25 banners publicitarios de empresas de primera línea y diversas reparticiones oficiales: ojitos tiernos, salto en una pata, medalla y beso.
Eugenio Zaffaroni acaba de caracterizar a este momento del Estado de Derecho como perforado (una y otra vez) por un Estado de policía, en el que los que mandan someten a todos a su voluntad arbitraria. Situaciones como la vivida por Milagro Sala, cuyo encarcelamiento activó a los principales organismos de derechos humanos del mundo, que le exigieron su libertad al gobierno argentino. En la recorrida están los fichajes de alumnos y las intrusiones en escuelas y universidades y un largo etcétera. En los territorios del imperio Benetton la participación de la Gendarmería en la desaparición forzada de Santiago Maldonado es la página más nefasta de esta impronta.
Kendall Jenner es parte del clan Kardashian (una familia rica y famosa de Estados Unidos con programa de televisión propio y accesorios) y esta semana reapareció llorando en cámara: que no quiso faltarle el respeto a nadie, que el aviso en Pepsi era importante para su carrera. Su encarada lata en mano al policía remitió de inmediato a un suceso ocurrido en 2016 protagonizado por Ieshia Evans, una enfermera negra de 28 años que se plantó ante un pelotón alistado para reprimir. Sucedió en el marco de una serie de protestas multitudinarias contra la violencia institucional racial, una escalada de negros asesinados por policías blancos. La campaña se llama Black Lives Matter (Las vidas de los negros importan): junto a otras cien personas, Ieshia fue arrestada en Baton Rouge, Lousiana. Jonathan Bachman, de Reuters, la retrató en esa encrucijada: la fotografía fue la mejor del año en la categoría “Temas contemporáneos” del World Press Photo. Tres robocops se le acercan: Ieshia está parada, el torso y la cabeza erguidos. Lleva anteojos, unos zapatos muy sencillos, un vestido largo que un poco vuela.