Para no hacer de mi ícono pedazos, 
para salvarme entre únicos e impares, 
para cederme un lugar en su Parnaso, 
para darme un rinconcito en sus altares. 
me vienen a convidar a arrepentirme, 
me vienen a convidar a que no pierda, 
mi vienen a convidar a indefinirme, 
me vienen a convidar a tanta mierda. 

Yo quiero seguir jugando a lo perdido, 
yo quiero ser a la zurda más que diestro, 
yo quiero hacer un congreso del unido, 
yo quiero rezar a fondo un hijonuestro. 
Dirán que pasó de moda la locura, 
dirán que la gente es mala y no merece, 
más yo seguiré soñando travesuras 
(acaso multiplicar panes y peces). 

Yo no sé lo que es el destino, 
caminando fui lo que fui. 
Allá Dios, que será divino. 
Yo me muero como viví. 

Dicen que me arrastrarán por sobre rocas 
cuando la Revolución se venga abajo, 
que machacarán mis manos y mi boca, 
que me arrancarán los ojos y el badajo. 
Será que la necedad parió conmigo, 
la necedad de lo que hoy resulta necio, 
la necedad de asumir al enemigo, 
la necedad de vivir sin tener precio. 

Yo no sé lo que es el destino, 
caminando fui lo que fui. 
Allá Dios, que será divino.
Yo me muero como viví. 



El viernes 25 de noviembre murió Fidel Castro. Silvio Rodríguez, que cumplió 70 años este miércoles 29, contó que cuando escribió “El necio” estaba pensando el Fidel. “Y, hasta cierto punto, también en mí”, explicó una década atrás, en una reveladora entrevista con Radio Nacional de Venezuela. “Lo que me llevó a escribir fue el ambiente ideológico de fines de los 80, principios de los 90, el derrumbe del campo socialista. Ya estaba la glasnost en la Unión Soviética y se veía que aquello apuntaba hacia algo catastrófico. Hubo varios periodistas en La Habana que me preguntaban por qué no me pronunciaba al respecto. Y yo pensaba, sigo pensando y siempre pensé igual, que no tengo tampoco por qué pronunciarme acerca de cada cosa que sucede. Ese no es mi oficio, no es mi trabajo. A veces no tengo nada que decir, o se está produciendo todavía un proceso de acumulación necesario para que en algún momento se convierta en expresión y brote. Mientras tanto, no puedo hacer nada, ni forzar las cosas, porque no me sale una buena canción. Es mejor quedarse con la boca cerrada a hablar boberías. Y en el caso de la canción, es más imperdonable todavía, porque, ¿cómo tú vas a hacer trascender algo que no vale la pena? Entonces ocurrió un hecho que empujó la canción. Cuando iba en tránsito desde Miami hacia Puerto Rico, me rompieron una guitarra. Fueron cubanos que trabajaban en el aeropuerto quienes le saltaron encima. Culpa mía creo yo, porque tenía una pegatina de Fidel y una bandera cubana, y no me dio la gana de quitarlas. Digamos que me lo busqué. Cuando llegué a Puerto Rico, escuché en la radio un programa desde Miami donde decían que la contrarrevolución estaba muy decaída porque habían pasado los revolucionarios ‘fulano’ y ‘mengano’, entre ellos yo, por Miami y en otra época nos hubieran arrastrado, hubieran limpiado las calles con nosotros. Yo tenía noticias de que a veces había manifestaciones de agresividad, lo había leído, me lo habían contado; pero en mis huesos, en mi carne, nunca había sufrido una amenaza pública de esa envergadura ¿Cómo puede uno provocar tanto odio en canciones que ni una sola habla del odio? Eso me marcó. No logró cuajar en aquel momento y fue como una asignatura pendiente. Y parece que por esos artilugios de la mente humana, el derrumbe de la Unión Soviética y lo que se avecinaba, más lo de Miami, se unió y creó la química necesaria para hacer ‘El necio’”.