“La transformación era una economía abierta, dominada por el mercado (…). No se podía hacer porque había resistencias, encarnadas por el peronismo. Ellos lo resolvían con una ecuación muy simple: ‘liquidamos el convenio colectivo (con lo que) liquidamos los sindicatos (con lo que) liquidamos el peronismo’. En una economía libre, el peronismo no tenía razón de ser. Si se desarmaban las condiciones económicas que dieron origen al peronismo…
–¿Cuáles eran los instrumentos de largo plazo para desarmarlas?
Limpiar, anular las regulaciones del mercado de trabajo. Hacer que funcionara sin necesidad de los horribles sindicalistas”.
Adolfo Canitrot economista, hablando sobre el proyecto económico de la dictadura militar. Reportaje publicado en PáginaI12, marzo de 1996.
El entonces presidente de Venezuela, Hugo Chávez, escandalizó al “mundo” cuando expresó, ante la asamblea de la Organización de Naciones Unidas, que olía azufre emanado de la persona de su par estadounidense George W. Bush. Personas (muy) memoriosas sacaron del archivo una imagen de 1960, en el mismo escenario: la del premier soviético Nikita Kruschev golpeando el pupitre con un zapato, repudiando una elegía cipaya pronunciada por un representante filipino (en sentido estricto, no figurado). Ahora se discute hasta la veracidad de ese episodio, ayuno de filmaciones que lo corroboren. Durante añares se lo tuvo por veraz, prueba de cargo contra el socialismo real.
Episodios así empalidecen, semejan ser explosiones adolescentes, ante la invectiva pronunciada por el mandatario norteamericano, Donald Trump, asimismo en la ONU. Llamó a destruir Corea del Norte, un alarde de salvajismo, auto retrato que pinta de cuerpo entero a una derecha arrasadora e impúdica.
En Europa también se consigue. El presidente español Mariano Rajoy ordena reprimir y apalear a ciudadanos de su país, que querían votar el domingo pasado en el Referéndum.
La consulta podía estar floja de papeles, eventualmente: no es ese el punto. El estado español, la Unión Europea (UE) y la gran banca internacional disponen de instrumentos para enfrentar a los autonomistas, amenazarlos con vendettas económicas o augurarles-procurarles un futuro desolador. Sobran resortes institucionales o fácticos para enfrentarlas. Agredir a personas del común, conciudadanos españoles (de momento, para los dos sectores que se enfrentan) es muy otra cosa.
La UE supo ser (este cronista entiende que solo en parte sigue siendo) una creación formidable para poner coto a las guerras en el Viejo Continente, para que alemanes y franceses (en especial) construyeran mucho más que guerras recurrentes y devastadoras. Países sin fronteras, pasaporte y moneda única: un esfuerzo único. Hoy en día es un continente expulsivo, que repele a los inmigrantes, los discrimina, los aloja en campos de concentración. O que, con salvaje desdén, arbitra los medios para que se ahoguen antes de llegar a sus costas.
El furor contagia y debilita a las socialdemocracias que signaron treinta años gloriosos y unas cuantas décadas pasables. Se mimetizan con las derechas, casi todas dejan de ser alternativa y sucumben en las urnas.
Ni los sacrificios humanos ni la creciente uniformidad política bastan para conformar a una masa creciente de ciudadanos (todavía) más radicalizados. Emergen, crecen y se multiplican ultraderechas xenófobas, racistas, segregacionistas o nazis tout court. Una comitiva imponente de diputados nazis entrará al Bundestag alemán rompiendo con años de ostracismo. La Canciller Angela Merkel va por su cuarto mandato, una seguidilla que sería denunciada como dictatorial si ocurriera en este Sur, con liderazgo de otra coloratura.
El neoliberalismo devastó al planeta en los 80 y los 90. En este Sur propició, sin quererlo, la contra ola de gobiernos nacional-populares, indigenistas, bolivarianos, socialdemócratas más o menos caldeados. Su fracaso los parió. Coadyuvaron factores económicos de coyuntura aunque jamás puede pensarse en la mono causalidad del precio de las materias primas. La voluntad política fue clave. Con colores local variopintos, esa etapa está en riesgo, en jaque o en retirada.
El gobierno argentino escribe un capítulo de la ardiente coyuntura. Sin ser idéntico a otros, plagado de color local, surge en el mismo ecosistema y comparte características comunes.
El programa que regresa: El presidente Mauricio Macri fue elegido en comicios libres. Es bien factible que revalide en octubre la legitimidad de origen ya se verá o discutirá con qué alcances.
El programa económico social es, en sustancia, el clásico de la derecha argentina desde 1945. Claro que la sociedad y el contexto mundial mudaron desde entonces o desde 1976 y 1989, por mentar dos ejemplos que vienen a cuento.
Canitrot, a quien citamos en el epígrafe, era un economista de notable formación humanista que, por ende, trascendía los estrechos bordes de su profesión. La descripción secuencial calza con el proyecto de la dictadura o el del neo conservadorismo menemista… a condición de asumir las tremendas diferencias sucedidas entre esas instancias históricas.
Las comparaciones con la dictadura deben dosificarse al máximo, por motivos evidentes. Vienen más a cuento los parangones respecto del menemismo y su patética coda, la Alianza. Al ex presidente Carlos Menem se lo acusó por haber burlado el contrato electoral. Hizo campaña a plena patilla y revoleando el poncho, prometiendo salariazo, revolución productiva, recobrar las Malvinas a como hubiera lugar y hasta propugnando alianzas con Libia. La praxis fue distinta aunque sus críticos (entre los que enroló tempranamente este cronista) deben internalizar que fue revalidado por la ciudadanía y reelecto después de la supuesta traición. A diferencia del presidente Raúl Alfonsín, no fue sancionado en las urnas y perduró por largo tiempo.
La defección de Macri, bien mirada, tiene puntos de tangencia con el peronista con quien comparte ideología aunque fue menos brutal. El actual mandatario honró unas cuantas promesas de campaña prestamente, en las primeras semanas de su mandato. Despanzurró la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, redujo o suprimió retenciones a productos agropecuarios, levantó el cepo, devaluó, contrajo deuda a lo pavote, ordenó a sus visires bajarse los pantalones ante los fondos buitres. He ahí un listado de las banderas preelectorales cumplidas, que se expresaron mediante un vocabulario distinto al que se escoge aquí… pero eran barajas dispuestas boca arriba sobre la mesa.
Por si fuera menester se aclara que sí se burlaron una parva de compromisos, en especial las mejoras en condiciones de vida y mantenimiento de derechos conquistados en décadas precedentes, muchos en la inmediata anterior. Este diario y esta columna las escudriñan cotidianamente, a las pruebas nos remitimos.
Solo queremos decir que Macri llegó con un haz de propuestas para la derecha ideológica y fáctica, que una mayoría estrecha aunque suficiente aprobó en la segunda vuelta.
En las vísperas de la segunda parte del mandato, Cambiemos se apresta a radicalizar las políticas públicas, una dinámica habitual en democracia lo que incluye el derecho de oponerse a ellas. Pero, además, se apresta para una ofensiva contra opositores de todo tipo, en particular contra quienes expresan contrapoderes del sistema. Dirigentes y legisladores kirchneristas, sindicalistas, propietarios de medios, periodistas, integrantes del Poder Judicial indóciles con la Casa Rosada. Ahorramos acá la lista más conspicua de apellidos, conocidas por quien lee este diario… o los otros. En parte porque hablar de personas puede, inadvertidamente, disimular el objetivo general. En parte, porque la metodología oficial anticipa públicamente a los blancos de la vindicta macrista. Editorialistas de fuste comentan cuan enojado está Macri contra alguien y cuan pronto llegará la movida judicial consiguiente.
En el pasado reciente, algunas jugadas quedaron en grado de tentativa porque fueron resistidas con éxito.
El Secretario General de los Canillitas, Omar Plaini, pudo revertir un ukase tribunalicio, ilegal al mango, que lo detuvo y lo privó de la conducción de su gremio.
El “dos por uno” para represores urdido por la decadente Corte Suprema M, fue desbaratado por una reacción popular masiva inesperada.
Son un par de ejemplos, entre varios.
Evitar nuevos traspiés de ese tipo forma parte de la hoja de ruta del Gobierno, para los dos años por venir.
Confianza en los excluidos: El programa escalonado tan bien descripto por Canitrot es un objetivo central del Gobierno. La correlación de fuerzas, interpreta, favorecerá avances importantes. La “competitividad” es clave, el excesivo costo salarial un escollo a remover, las cargas sociales vienen en yunta.
La cúpula de la Confederación General del Trabajo (CGT) es consciente del asedio porque sus integrantes pueden ser acusados de muchos cargos pero no de zonzos. Notan que el ataque viene en juego de pinzas: por vía legal y de prepo.
La CGT, como las organizaciones sociales, dejó atrás la luna de miel con el Gobierno que acaso les redituó capital simbólico y beneficios transitorios. Ahora cierra filas y anuncia que se plantará contra reformas regresivas.
El cónclave con legisladores peronistas realizado esta semana apunta a conformar un bloque opositor. El kirchnerismo fue dejado afuera, tal vez como represalia por los desencuentros y malos tratos acontecidos desde que se dividieron las aguas, a partir de 2011.
Los trabajadores y los sindicatos mejoraron mucho su posición relativa en los ocho primeros años, aún con pulseadas y tironeos. En la era macrista han quedado relegados a la defensiva y, guste o no, se nota que sus divisiones obedecen a causas más profundas y estructurales que las operaciones del kirchnerismo. Y que contra Cristina estaban mejor.
Una astucia básica, inconfesa, resta “costos” a la exclusión del kirchnerismo. La conducción de la Central Obrera sabe que los bloques parlamentarios de Unión Ciudadana-Frente para la Victoria votarán siempre contra las leyes reaccionarias del macrismo. Habrá unidad en la acción, con o sin ágape en la sede de Azopardo.
Dirigentes y militantes kirchneristas, vituperan en voz muy baja (estamos en campaña) contra los invitados por los triunviros. Deberían también repensar si “traidores” u “oportunistas” como el diputado Diego Bossio o el senador Juan Manuel Abal Medina giraron 180 grados de modo fulmíneo a partir del 11 de diciembre de 2015. La pregunta de quien esto escribe sugiere cuál es su respuesta. Plaini, quien llegó al Congreso en la lista del diputado Sergio Massa, tuvo un desempeño más coherente y valioso frente al actual oficialismo que colegas elegidos con el estandarte del Frente para la Victoria. La comparación debería llevar a repasar conductas y exclusiones, de los dos lados.
La hipótesis de un peronismo reorganizado, prescindiendo del lastre K, es un factor común entre el macrismo y una multitud de dirigentes justicialistas.
El discurrir del oficialismo, que maneja el mazo y los fondos, incidirá en cómo se reconfigura el magma peronista, que llegó a las elecciones dividido, concediendo una ventaja adicional a Cambiemos (ver asimismo nota aparte).
Violencia y monopolios: El Alto Comisionado de Naciones Unidas para los derechos Humanos critica acerbamente la conducta del gobierno argentino en el caso Maldonado. Casi en simultáneo exige al gobierno español una investigación “minuciosa, independiente e imparcial” sobre la represión en Cataluña. El hilo conductor que recorre esta nota no peca de imaginativo, ni siquiera de original.
Escala la tendencia mundial de ilegalizar o criminalizar al diferente, al adversario, al que busca acogida o asilo. Los inmigrantes, quienes huyen de las guerras o las hambrunas, los mapuches, los catalanes, los Santiagos Maldonados y una parva de etcéteras son declarados peligrosos y colocados fuera de la ley, cuyos márgenes se estrechan a diario.
Rajoy sobreactúa seriedad, el Rey Felipe VI se viste de oscuro, look milico (le faltan los entorchados), la ministra de Seguridad Patricia Bullrich se calza uniforme… el mensaje es común. A la autoridad hay que temerla, es de armas tomar.
Se olvida con frecuencia que el monopolio estatal del uso de la fuerza está supeditado al ejercicio legal. Y se advierte, de modo incremental, al menos en la Argentina, que el gobierno detenta el monopolio de la violencia política, siempre ilícito y peligroso.