El politólogo Germán Lodola (de la Universidad Torcuato Di Tella) elaboró un interesante documento de trabajo que gentilmente compartió con este cronista. Lo viene divulgando en actividades académicas y charlas, todavía no está publicado. Cuando ocurra, nobleza obliga, se informará a los lectores recomendando su lectura, más rica que la breve síntesis que ya viene.

Uno de sus nodos es calcular los porcentajes de votos válidos recibidos por distintos espacios en el total nacional de las Primarias Abiertas (PASO). Lodola denomina “espacio” a fuerzas políticas que compitieron, agrupándolas en función de su identidad, más allá del enjambre de siglas y frentes. Calcula los parciales por territorio y los acumula.

Cambiemos es uno (claro). Abarca las que llevan ese nombre o las que adhieren al oficialismo nacional bajo otros rótulos.

La izquierda, 1PAIS y partidos provinciales son otras vertientes.

Uno nombraría como pan peronismo, para simplificar, a otros tres espacios, que Lodola rotula como “Kirchnerismo”, “PJ no K” y “Aliados K”. En éste aglutina al oficialismo provincial de Chubut, Misiones y Santiago de Estero. También a la lista encabezada por Ramón Ríoseco en Neuquén. 

Desde ya, la composición de los espacios podría discutirse en parte pero el criterio tiene la ventaja de hacer legible, racionalmente, la dispersión de los actores.

Según los cálculos de Lodola, que se vuelcan en numerosos cuadros, los porcentajes de votos válidos en las PASO de los espacios que abordaremos acá son:

Cambiemos: 37,2 por ciento.

Kirchnerismo: 21,2 por ciento.

PJ no K: 15,4 por ciento

Aliados PJ: 3,3 por ciento.

La casuística provincial es enmarañada y surtida, el abordaje general induce a conclusiones propias, van algunas.

La primacía electoral de Cambiemos es muy grande, lo que se potencia porque es el único espacio representado en las 24 provincias.

El Kirchnerismo se expresa como primera fuerza en frentes con el PJ, como en Santa Fe. O pluralistas como en la Ciudad Autónoma. O casi solo, como en Buenos Aires, También como parte minoritaria de coaliciones dominadas por aliados pejotistas, como en Entre Ríos o Chaco. En cambio, los “PJ no K” son estrictamente mono provinciales, si se admite el neologismo.

Numéricamente el Kirchnerismo queda lejos de Cambiemos pero es el sector más sólido y expandido del pan peronismo, lo que corroboraría un slogan costumbrista de estos meses: “con el kirchnerismo solo no basta, sin el kirchnerismo es imposible”.

Las sumatorias son un esfuerzo intelectual, no traducen cohesión ni unidad política, hoy en día.

El estudio corrobora que la ventaja concedida al Gobierno estaba prefigurada en el punto de partida. La fragmentación del espacio opositor generó ventaja para el oficialismo, similar a la que gozó el kirchnerismo entre 2005 y 2011.


El esquema podría ser reformulado el 22 de octubre. Los votos serán determinantes para las disputas, intercambios de facturas y prospectos de “renovación” ulteriores.

En el ínterin, resulta pintoresco cuántas fichas le ponen dirigentes peronistas amigables con el oficialismo y este mismo a figuras sin votos ni territorio. 

El ejemplo paradigmático es el senador Miguel Pichetto. Hablamos de un legislador con recorrido y versado, hábil en la urdimbre parlamentaria y curtido en las operaciones palaciegas. El macrismo le debe mucho, el periodismo in the pendiente lo ensalza hasta el paroxismo. Imaginar o ilusionarse es gratis, por ahora. Pero Pichetto adolece de un déficit que angosta su futuro: es un piantavotos de marca mayor. Fue derrotado dos veces en elecciones para gobernador de Río Negro: en 2007 por el radical Miguel Saiz y en 2015 por el vecinalista Alberto Weretilneck. En la primera ocasión responsabilizó al presidente Néstor Kirchner por su manejo con la Concertación Plural, habilitando que radicales y peronistas compitieran entre sí en las locales, siempre que apoyaran la lista encabezada por Cristina Fernández de Kirchner y Julio Cobos en las presidenciales. En 2015 el chivo emisario al que apeló Pichetto para no mirarse al espejo fue el ex ministro de Economía Axel Kicillof, cuyas políticas habrían perjudicado a los rionegrinos. Weretilneck lo goleó. 

En las recientes PASO, el resultado se invirtió; el peronismo venció cómodo, el mandatario quedó tercero. Sería abusivo decir que todo se debió a la ausencia de Pichetto en las listas, en el armado y en la campaña… pero seguro que en parte contribuyó.

Así las cosas, con la vía electoral cerrada por carencias propias, el porvenir de Pichetto dibuja un sendero que se estrecha. Tal vez fantasee con pasarse con armas y petates al macrismo. Pero esa transición lo privaría de su mejor funcionalidad: el rol de doble agente. Si perdiera esa capacidad, mermaría su cotización. Las novelas de John le Carré, entre otras virtudes, ilustran acerca del difícil destino de quienes son fieles a dos banderas, por expresarlo de modo indulgente.