“Un triturador de estilos.” Así define Marcelo Pacheco a Antonio Berni, artista voraz, capaz de engullir técnicas y estilos diversos hasta desatar uno con sello propio, singular, inigualable.
Por estos días en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires (Mamba) se presenta Antonio Berni. Revelaciones sobre papel. 1922-1981, que reúne 222 trabajos sobre papel nunca antes exhibidos. Se trata de una selección que abarca desde obras tempranas hasta otras realizadas en los últimos años del artista. Todas forman parte del corpus de 400 obras inéditas de Berni que la galería Cosmocosa vendió a un grupo inversionista (cuyo nombre se mantiene en reserva) y que el reconocido historiador del arte Marcelo Pacheco, curador de la muestra y asesor de patrimonio del Mamba, clasificó. Tras un trabajo monumental que le llevó un año, logró fechar, analizar la iconografía y determinar distintas series de estas obras sobre papel, que son un pequeño tesoro que estuvo guardado en carpetas unos veinte años en la casa de una familia cercana a Berni y que salió a la luz en una mudanza en 2014. El curador de la muestra señala que este material seguramente integró la sucesión Berni. Hay dibujos en birome, tintas, trabajos con acuarelas, témperas, óleos, fibras, lápices de colores, collages, fotomontajes, todos de distintas épocas.
La muestra incluye retratos, paisajes, desnudos, una serie erótica (con burdeles, obras basadas en El Decamerón y variaciones sobre pinturas de El Bosco), bocetos para murales que se destruyeron, apuntes domésticos, dibujos políticos dedicados a la Segunda Guerra Mundial, a la guerra de Vietnam, de Corea, a la Guerra Civil española, al Mayo del 68 (en París y en México) y a la dictadura en Argentina.
Se exhibe una serie de obras inéditas de casonas fastuosas que pintó en Mar del Plata. “Berni pinta estos palacios de la clase alta en un sitio considerado exclusivo de la elite, en 1950, cuando el peronismo convierte a Mar del Plata en la ciudad de veraneo del sindicalismo”, dice Pacheco.
Berni fue un dibujante maníaco: en su caso el dibujo fue una estrategia discursiva constante. Su ojo insaciable capturaba imágenes que le interesaban en el momento o que conservaba para usar después. Le apasionaba el dibujo en sí mismo, no sólo como boceto. “En su relación con el dibujo se parece mucho a Picasso: crea a partir de un pensamiento visual original, propio”, afirma Pacheco.
Clasificación erudita
Determinar, por ejemplo, a qué conflicto bélico hace alusión cada serie de papeles demandó un trabajo de análisis y comparación con imágenes de archivos de guerra. Para atar cabos sueltos y descubrir pistas en las obras, resultó clave conocer cómo pensaba el artista. “La cabeza de Berni era como una gran esponja que absorbía todo”, señala Pacheco. “Tenía una memoria visual excepcional: captaba del mundo del arte, de la gráfica, del periodismo, de la fotografía”.
Cronista de su tiempo, Berni armó un gran archivo fotográfico y de reproducciones con material visual de diarios, revistas de todo tipo y fotos que tomaba con una cámara que compró en París. Se exhiben escenas lunares con astronautas y carros de exploración basadas en una foto del Apolo 15 que tomó la Nasa y que Berni había recortado y guardado. De imágenes que Berni conservaba en su archivo, surgieron obras emblema como Manifestación y Desocupados.
Un hallazgo revelador
Los papeles expuestos en el Mamba son iluminadores: aparecen series con temáticas políticas que no se conocen en las pinturas del artista. Hay obras inéditas escalofriantes dedicadas a la represión en Argentina, realizadas en plena dictadura: un hombre torturado frente a la presencia de un jefe militar; otro chupado en la calle por uniformados junto a un Ford Falcon y uno golpeado brutalmente. Hay también dos papeles sobre los vuelos de la muerte, tema que sí llevó el artista a la pintura. Se exhiben, además, papeles sobre la dictadura en Chile, en Uruguay y Bolivia.
Consultado sobre la compleja relación de Berni con la dictadura, Pacheco señala: “No se exilió en ningún momento. Para él, fue una época de mucha actividad pública en exposiciones de todo tipo. Existe documentación que lo vincula a un par de encuentros con (Emilio Eduardo) Massera. Cuando Berni muere, en 1981, fue velado en una institución oficial. No era un artista prohibido o que formara parte de las listas negras: si no, no hubieran permitido que lo velaran en un lugar público dedicado a las Bellas Artes como es el Centro Cultural Recoleta”.
¿Berni estaba amenazado? ¿Si no mantenía reuniones con Massera corría riesgo su vida?
–No creo que haya tenido que ver con eso. Incluso el atentado de la Triple A, con una bomba en su casa, fue en un momento en el que él no estaba viviendo en ese lugar; estaba en París con su hijo, trabajando. Por lo tanto el motivo del atentado siempre quedó con puntos suspensivos: no se sabe si estaba dirigido a Berni o si hubo otro trasfondo. Además, está el tema de su última mujer que parece que es la que tenía los contactos con Massera. Ahora, la serie de papeles políticos que se exponen en el Mamba son muy claros: están dedicados a escenas de campos de concentración, cuartos de torturas, y otras imágenes que aluden directamente a la dictadura en Argentina.
Berni, el voraz
Berni descubre y transforma. Piensa, devora, rumia y desata obra excepcional. Tritura y recrea. Se exhibe una variación de la famosa foto del guerrillero del Vietcong ejecutado por el general survietnamita Nguyen Ngoc Loan, por ejemplo.
Es curioso: Berni no creía en Dios, pero leía la Biblia asiduamente. Le interesaba la pintura alemana de los siglos XVI y XVII: tomó modelos de artistas de esa época. En sus obras, al reactualizar la iconografía religiosa la vuelve cercana de modo potente. María Magdalena en la intimidad de su austero departamento deviene una mujer común, bella, dolorida en sus gestos. Quienes crucifican a Jesús son representantes de distintas instancias del poder. “La Crucifixión está sobre la tierra, no está en el cielo. Es el Cristo que ha bajado a la tierra en medio de los hombres”, dijo Berni sobre La Crucifixión que pintó en la Capilla Instituto San Luis Gonzaga, en General Las Heras.
Berni no sólo era protagonista de revistas populares como Gente y Siete Días (le hacían entrevistas, le tomaban fotos, estaba vinculado a artistas como Mercedes Sosa) sino que además realizó ilustraciones sobre temas específicos. Se exhibe un dibujo que hizo de Carlos Monzón, que fue publicado en la revista Gente en 1977 junto con un texto alusivo de Silvina Bullrich, cuando el boxeador defendió el título de campeón mundial.
“Así como absorbió todo tipo de estilos, también absorbió todo tipo de trabajo. Para él nunca fue un conflicto pintar retratos de la burguesía”, dice Pacheco. En la muestra, los retratos realizados por encargo se enfrentan a los que hacía para enviar a los salones. Al dibujar a mujeres de la burguesía, el artista pone el acento en las joyas, la vestimenta, los peinados. En cambio, los retratos que hacía en soledad y luego enviaba a salones son esquemáticos, prima el estudio del volumen con rostros macizos, cuasi escultóricos. No se detiene en detalles.
Ecléctico, polifacético, prolífico, Berni expandió su arte sin etiquetar. Se nutrió de fotos de guerra que recorrieron el mundo, del arte de todos los tiempos, de los conflictos sociales de su época. Hizo murales, escenografías, decoraciones para espectáculos callejeros, ilustraciones para medios gráficos, participó en los salones nacionales. “Berni es uno de los artistas claves para entender el funcionamiento de los modelos de mezcla en el arte argentino”, apunta Pacheco. “En su obra hay elementos propios que tienen una fuente o un origen internacional: no es, como sostienen muchos críticos europeos y norteamericanos, un arte derivado del de ellos”.
En esa capacidad de tragar con avidez y transformar, Berni experimentó con diferentes técnicas, soportes, materiales, creó los xilo-collages-relieves. Es tan potente el influjo Berni que hasta es posible entender el origen del arte contemporáneo local a través de Juanito Laguna y Ramona Montiel.
En la saga, a pesar de que Ramona y Juanito encarnan tipos sociales, Berni logra llegar al núcleo de los personajes. Les da vida. Para el artista, Juanito siempre fue símbolo capaz de sacudir la conciencia del espectador. “Los Juanitos Lagunas han enriquecido a mucha gente y también a mí, pero yo no los he explotado, yo estoy reivindicándolos”, dijo.
Ramona, que condensa la desigualdad social como Juanito, suma características propias que Berni define como “desequilibrios neuróticos propios de una mujer de su condición social, atrapada por la telaraña de la sociedad de consumo”. “Ramona debe jugar un rol social y hacer públicamente lo que a escondidas practicaban muchas princesas, niñas del gran mundo y del submundo. Debe llenar el vacío dejado por estas en el ámbito del erotismo. Lo hace como esclava, mimetizando con sus gestos y su físico, lo estrógeno buscado en el mercado de las promiscuas”, dice Berni. Y añade: “Se inicia en su oficio y comprende que en las relaciones con los patrones y gerentes de empresas su cuerpo puede ser mucho más rentable. Se deja seducir, le atraen el placer fácil y los juicios interesados sobre su belleza. La avidez sensual de los hombres determina su último destino”. Para ella, Berni elige oropel, telas brillosas símil seda, vestidos con lentejuelas, encaje, pasamanerías. Ramona, dice Berni, goza del lujo imitativo de las vanidades del gran mundo. Desamparada, en su habitación, “la conciencia atávica de la culpabilidad” desata pesadillas. Con sus infernales monstruos, Berni, el alquimista, nos lleva a ellas. u
Antonio Berni. Revelaciones sobre papel.
1922-1981 se podrá visitar en el Mamba, avenida San Juan 350, de martes a viernes, de 11 a 19. Sábados, domingos y feriados, de 11 a 20. Entrada general: $20; martes gratis.
Hasta el 17 de febrero de 2017.