La pregunta el millón es sencilla: ¿nos clasificaremos para el Mundial?
La respuesta que surge instantáneamente es clara: sí, de manera directa, sin repechaje ni nada. Nuestra natural tendencia a creer que somos siempre más que los otros, combinada con nuestro ilimitado optimismo, no permitiría otra respuesta. Ahora bien, si nos bajamos un poco del caballo de la soberbia y la fe ciega la posibilidad de dar una respuesta contundente se estrecha.
Un argumento para sostener la hipótesis del triunfo es que Ecuador ya está eliminado. No tiene mucho sustento, porque Argentina empató de local con Venezuela, que ya estaba fuera de todo.
Otro es que el equipo argentino juega con menos presión y rinde más cuando es visitante. Hmmm, no hay certezas de eso. En este torneo, Argentina le ganó de visitante a Colombia y a Chile, perdió con Brasil y Bolivia y no pudo superar a Paraguay, Uruguay, Venezuela y Perú. O sea que ese argumento también se diluye.
Se podrá decir, entonces, que vamos a ganar porque a Argentina lo respaldan los números en sus enfrentamientos contra Ecuador. Una verdad relativa. Es cierto que la Selección gano más veces en el historial, pero hace tres eliminatorias que no se impone en Quito, y en el último partido entre ambos, en el Monumental, no debe olvidarse que ganó Ecuador dos a cero.
Y entonces, empecemos de nuevo. Recalculando, la pregunta del millón no tiene respuestas contundentes. Habrá que ver. Es muy probable que el partido salga muy distinto a los de Venezuela y Perú. En esta ocasión, el rival (que viene de cuatro derrotas consecutivas), seguramente tratará de ganar, intentará despedirse de su público con una victoria y no se colgará de travesaño, ni planteará una doble línea de cuatro. Y eso hará que nos topemos con un encuentro más abierto, de ida y vuelta, en un partido “roto”, como suele definirse en los últimos tiempo a aquellos en los que el gol ronda las dos áreas con más frecuencia.
Para confirmar su idea de que Argentina jugó muy bien contra Perú y sólo faltó un poco de suerte para convertir, Jorge Sampaoli jugará con casi los mismos de la Bombonera, con ligeras variantes. La cuestión es ver cómo reaccionan esos futbolistas, qué tan desgastados físicamente quedaron después del jueves último, cómo manejan la ansiedad, cómo hacen para no impacientarse si una vez más el maldito gol se niega, como superan el bloqueo mental que les impide resolver en la Selección situaciones con las que no tienen ninguna dificultad en sus respectivos equipos.
El entrenador trata de inculcarles tranquilidad. Pero en sus propias actitudes al costado de la raya se muestra eléctrico, ansioso, cargado de nervios. Y en ese arco los futbolistas juegan con una entrega enorme, pero que embarulla su búsqueda. Contra Perú, Mascherano fue uno de los más elogiados por su temperamento. Pero si el que juega de volante central pone tanto que va a buscar al área rival e intenta meter pases de gol, es una señal de que el equipo no está jugando bien o que hay una inversión de roles que atenta contra lo colectivo. Los que tienen que aportar en la zona picante, los que deben juntarse con Messi son los que saben más de eso: Biglia y Banega, que ante Perú pesaron muy poco, especialmente el ex volante de Boca.
Desde afuera da la sensación de que Paredes por Banega es una buena opción. ¿Pero se puede opinar sin conocer la intimidad del plantel?
Lo que sí puede analizarse desde fuera es la tabla de posiciones y las variantes en los resultados de los partidos que se jugarán mañana. Es verdad que si los marcadores de los otros encuentros acompañan, Argentina puede obtener la clasificación o un lugar en el repechaje con un empate. Pero, naturalmente, cualquier especulación de esa naturaleza es peligrosísima. Todos saben que el equipo tiene que salir a ganar desde el arranque y olvidarse de lo que pueda ocurrir en Perú, Paraguay o Chile. El inesperado triunfo de Paraguay en Colombia dio un bonus, una vida más. Hay que ganar aferrados a ella. Hay que jugar como en los mejores pasajes el partido contra Perú. Y, obviamente, meterla.