“Me gusta pensar que hay vínculos misteriosos entre las cosas de la vida. Cualquier acto, por razones que ignoro, puede asociarse con cualquier otro”, afirma uno de los personajes de Jorge Consiglio y bien podría plantearse como una definición, acaso una síntesis perfecta de las leyes que rigen el universo literario que el autor de Pequeñas intenciones habita en estos ocho cuentos que integran Villa del Parque, su nuevo libro donde por momentos lo que se entiende por realismo asume toda la singular extrañeza que tiene lo fantástico cuando la mirada se agota en un hecho mínimo,  un detalle que no tardará en imponer su revisión hasta agotar el sentido ingenuo –en el sentido más cabal del término– de las cosas y las personas en relación a todo lo que las rodea. 

Así ocurre por ejemplo con “Viajar viajar”, uno de los cuentos más memorables, donde se narra la historia de Canedo, un hombre todavía joven y padre de familia que un día decide volver al pueblo donde pasó su infancia para arreglar la casa paterna y venderla. “Es la hora lánguida. Decide presentar batalla. Toma impulso y se para de un salto. Tiene cosas que hacer: llamar a su mujer, avisarle que llegó bien, preguntar por los chicos. Debe ventilar la casa; reconocer el espacio que fue suyo hace más de treinta años.” No hay nada  extraño en esto y resulta esperable que la melancolía se imponga de un momento a otro y los recuerdos surjan con toda la arbitrariedad que tiene la memoria. Pero de pronto el lector comienza a experimentar esa  verdad sencilla y aparentemente inocente de que nadie está metido del todo en ese tiempo verbal que se llama presente, una palabra escuchada al azar se asume como un boleto de viaje y nos lleva lejos en el tiempo a recorrer lugares y personas, tal vez un gesto, una conversación fragmentada. “Canedo juega con la planta. La empuja con el pie como si probara su resistencia; le arranca una hoja y se la lleva a la nariz. Aspira. Sigue con el teléfono en la oreja. El olor: manzanilla, cola de caballo, menta. Se acuerda de su madre cuando le curaba el mal de ojo. Usaba un cacharrito con agua y aceite, se le llenaban los ojos de lágrimas, un bostezo tras otro, balbuceaba un rezo incomprensible  Tiene ganas de interrumpir a su mujer. Quisiera contarle el inesperado recuerdo.” A partir de este momento los planos de realidad se mezclan, el tiempo ya no actúa como medida de nada y sufre un quiebre sin que Canedo lo advierta mientras pasea por el pueblo y pone en condiciones la casa. La idea borgeana de convertirse en otro se impone de pronto con una naturalidad asombrosa. “Pero ve algo más: una mujer se lava el pelo en un tacho de chapa. Está en medio de un pasillo que separa dos casas. Canedo sigue el proceso. Observa cómo se enjuaga; después, la manera en que se hace dos trenzas que terminan unidas en un rodete por encima de la nuca. Él conoce a la mujer. Sabe que se llama Helga, que sus padres nacieron en Hungría, que de joven le decían la Rusita, que debe tener sesenta y cinco años.” Canedo tiene treinta y siete años y una serie de encuentros amorosos con Helga lo desplaza a una variable de acontecimientos que no pertenecen a su vida sino a un destino que quedó inconcluso. 

Algo similar ocurre en el cuento “Diagonal sur”, sólo que en este caso no se trata ya de cumplir un destino ajeno sino de asumir el propio que viene por herencia como en las tragedias griegas. Anatol, un hombre que se dedica a los negocios inmobiliarios, ha heredado algo de su abuelo inmigrante Czcibor Zakowicz, y cincuenta años más tarde, a partir de un encuentro fortuito con un hombre apasionado por el ajedrez, el sentido de la fatalidad como un absurdo insuperable  lo persigue hasta un último acto tan necesario como insensato en una pelea en la vía pública. Ahora ya puede decirse:  la originalidad de Villa del Parque estriba en que sus cuentos dialogan, tanto temática como estilísticamente, con una tradición bien definida de la literatura argentina pero nunca tropieza con falsos homenajes  ni juegos de reverberaciones. Consiglio aborda los grandes temas y reescribe desde una premisa tan simple que hasta parece fácil: no hay temas sino puntos vista.  En “La noche anterior” recupera, por medio de un cuento escrito con la precisión de un mecanismo de relojería,  al coronel Roca en el momento en que la hermana del cacique Yanquetruz, conocida como La Mala, pide una entrevista para intentar disuadirlo de su proyecto. Pero la historia ya está escrita y no hay modo de torcerle el brazo al destino. Una extraña clínica que experimenta con sus pacientes obesos, como en el cuento “Jessica Galver”, termina convirtiéndose en una especie de metáfora perversa de lo que  se entiende por salud y belleza en una sociedad de consumo donde la soledad y el individualismo confunde la felicidad con el placer, la ética con la inescrupulosa necesidad de alcanzar los proyectos individuales. No hay ningún cuento que lleve por título el nombre del libro: un barrio con ínfulas de pueblo como es Villa del Parque, cargado de mitologías y una idiosincrasia muy particular que no se parece en nada a Floresta o La Paternal, por nombrar algunos de los vecinos. Sin embargo, en el cuento “La terraza”, algunas referencias mínimas aparecen para enmarcar una trama que aborda la pérdida de la inocencia a partir de un acto deleznable luego de que dos chicos son expulsados del colegio y se inscriben en el Comercial 11 –que en realidad está en Devoto– y donde asisten alumnos de distintos barrios y clases sociales. El límite es la avenida Beiró, el punto de inflexión para esta historia donde la crueldad se parece mucho al desarraigo existencial que sufren los adolescentes. Jorge Consiglio no escribe cuentos sino piezas únicas, labradas con la intensa precisión de un ebanista poético. 

Villa del Parque, Jorge Consiglio, 111 páginas, Eterna Cadencia