Nuestro muy querido Aníbal: Comienzo en plural esta carta porque pocas veces he visto en nuestro ambiente artístico tantas manifestaciones de afecto hacia uno de nosotros como las que presencié el 13 de septiembre en la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires, durante la ceremonia que se realizó para otorgarte el título de “Personalidad destacada de la cultura”, el cual bien merecías, por tus múltiples actividades en ella. La gente presente representaba los muchos ámbitos en los cuales has actuado, pero todos relacionados con lo cultural y lo político, que para vos era prácticamente lo mismo.
Allí estaban tus ex compañeros de estudios y militancia, que recordaban tu liderazgo juvenil que te llevó a ser Secretario General de la FUBA entre 1971 y 1972, años terribles que por eso mismo no te permitieron terminar tus estudios en Arquitectura e Historia del arte.
Con respecto a ese estudiante, has escrito que “con clara vocación decidí estudiar en la Facultad de Arquitectura y urbanismo, soñaba con un futuro de progreso social, donde la escultura y las experiencias audiovisuales se desenvolvieran en los espacios públicos de las ciudades, para el recreo estético de mis congéneres (...) Con ese sentido de la realidad que me caracteriza pronto me ubiqué, colgué los pinceles, dejé de escribir y me convertí en un agitador contra la dictadura de Onganía (…)”
En esos días te abrieron la cabeza mereciendo siete puntadas.
Creo que en tu personalidad combativa pesó de gran manera la presencia ejemplar de tu padre, persona altamente recordada por su militancia comunista y por el mérito que tuvo de ser el pionero en la Patagonia como descubridor de los primeros coalines en nuestro país y creador de la Minera Aluminé, que encabezó la Bolsa largo tiempo: una gran empresa al servicio de los intereses de su partido. Esa doble faz de su personalidad no fue la tuya, pero si heredaste la complejidad de tener varias personas dentro, una de ellas en común, las de soñar un futuro.
En la Legislatura también estaban presentes los que te aprecian y quieren por tu pensamiento y acción política y asimismo los artistas que, más allá de la consideración profesional que te tienen, agradecen especialmente tu voluntad de imprimir legalidad en lo que respecta a sus reclamos profesionales y sociales, como la muy deseada Casa de los Artistas, para acoger a aquellos que lo necesitan por edad o condición económica.
Pero quiero ahora concentrarme en otra faceta tuya que admiro por su calidad y originalidad: tu obra como dibujante, pintor y escritor (esta última, la menos conocida). Por suerte retomaste el hacer artístico que antes habías abandonado. Tanto en tu obra visual como en el relato, se manifiesta la complejidad de la vida. En el terreno de las líneas, ellas tejen sabios laberintos como formas de manifestar la realidad. En el campo de la literatura, la ambigüedad va traduciéndose con suspenso en la evidencia, antes secreta.
Una de las definiciones de la palabra “gráfico” –más allá de procedimientos especiales– es la de exponer las cosas aún complejas con la misma claridad que si estuvieran dibujadas. Pero en tu caso, tu dibujo bien gráfico era, paradójicamente, claro y complejo. Tu experiencia de diseñador y la tecnología digital se entendían perfectamente para jugar y concretar tu línea sensible. Tu ojo preciso convive en tu obra con la riqueza visual, porque es también el ojo de alguien que se ha expresado siempre tanto en el dibujo como en la escritura. Tus obras dicen, describen, y asimismo nos hablan del propio procedimiento, del mundo significativamente lineal, para convertir la denotación en connotación. Como consecuencia de ello, volvías reiteradamente a ver tus obras pasadas, para reconstruirlas, pensarlas y convertirlas en nuevas.
Ahora nos queda el resultado final de tanta indagación artística.
Tu partida apresurada de la vida te impedirá estar presente en tu exposición en el Museo Caraffa de Córdoba que se inaugurará a mediados de diciembre. Deseabas poder vivir por lo menos para estar en esa ocasión. Naturalmente necesitabas de quienes te ayudaran a seleccionar las obras, y así lo hicimos Elena Nieves y yo. Al contemplar las más recientes, me emocioné y pienso que llegaste a un grado muy alto de conciencia de vos mismo como voluntad artística.
Siempre estarás presente como alguien muy singular, querido y respetado.