Isabelle Huppert estuvo de visita, por segunda vez, en Buenos Aires. Aunque en esta ocasión no vino para acompañar –como ocurrió el año pasado– una retrospectiva de su filmografía (cortesía del Bafici 2015), sino para presentar al público uno de sus últimas películas, la extraordinaria Elle de Paul Verhoeven, y dar una masterclass abierta al público. Todo ello en el marco de una nueva edición de la Semana del Festival de Cannes en el cine Gaumont, que termina hoy. Ambos eventos se dieron a sala llenísima, a tal punto que en las redes sociales pudieron leerse varios lamentos de cinéfilos compungidos por quedar afuera de la fiesta. Reseñar la carrera de la actriz en un par de líneas resultaría imposible; lo cierto es que esta parisina nacida en 1953, y cuyo debut en el cine se produjo en plena adolescencia, ha sabido colaborar con realizadores de la talla de Maurice Pialat, Jean-Luc Godard, Marco Ferreri, Claude Chabrol, Raúl Ruiz, Michael Haneke, Claire Denis y Hong Sang-soo, por nombrar apenas un puñado de los autores que contaron con su talento. La otra certeza es que, lejos de desacelerarse, su participación en el cine francés e internacional es más prolífica que nunca.

El relato de violación y ¿venganza? que habita en el endiablado corazón del último film del realizador holandés –cuya protagonista es la directora de una empresa de videojuegos hiperrealistas y violentos, atacada y violentada en el comienzo del film– todavía no tiene fecha de estreno asegurada en nuestro país, aunque es posible que alguna próxima candidatura a los premios Oscar propicie su lanzamiento comercial. La que sí tiene fecha firme y segura es L’avenir, la última película de la también francesa Mia Hansen-Løve, donde la actriz interpreta a una profesora de filosofía cuya madre ha muerto recientemente y que, por otro lado, no parece atravesar el mejor momento de su vida matrimonial. Sobre estas dos películas y muchas otras –del pasado y del porvenir– conversó Huppert en diálogo personal con PáginaI12, abriendo el juego de las preguntas y respuestas con la confesión de que nunca hubiera imaginado, dos años atrás, que iba a protagonizar una película de Paul Verhoeven, el realizador de films como El cuarto hombre, Robocop, Bajos instintos y Black Book. “He visto muchas de sus películas. De hecho, vi una de sus primeras obras hace muchísimos años, Delicias turcas”, detalla detrás de una taza de café humeante y los lentes oscuros que no se quitará durante el resto de la entrevista. “Es un film que amé en su momento y siempre quedó en mi memoria. Y ya es un típico film de Verhoeven, en el sentido de que combina varios estilos: en el comienzo parece una comedia ligera (paz, amor y libertad), muy erótica y sensual, y luego se transforma en un melodrama muy oscuro y emotivo. Ese fue mi primer contacto artístico con él y luego, por supuesto, vi casi todas sus películas a medida que se iban estrenando. En Francia siempre fue considerado un gran director, incluso con aquella película desestimada por muchos, Showgirls.”

–¿Hubo una elaboración conjunta del personaje a partir del guión?

–En realidad, no hablamos demasiado sobre el personaje. Preparamos el vestuario y algunas escenas fueron muy ensayadas, en particular aquellas que incluyen algún tipo de violencia, pero nunca nos sentamos a definir cómo sería el personaje. Realmente no recuerdo ningún momento donde nos detuviéramos y dijéramos “ella es así o asá y actúa de esta manera por tal razón”. El trabajo juntos fue realmente muy intenso; cada día de rodaje era muy complejo pero las cosas fluyeron de una manera perfecta. Era como si cada día prendiéramos un fósforo y todo estallara en llamas. Creo que la química entre su dirección y mi actuación fue ideal y surgió naturalmente.

–Usted ha interpretado personajes muy distintos a lo largo de su carrera, pero la protagonista de Elle podría emparentarse con otras mujeres similares en varios de sus films más recientes. Tal vez no hermanas, pero sí primas lejanas.

–Yo también lo creo. Tal vez Verhoeven tenía eso en mente. Pero ni siquiera discutimos ese punto. Quizás deba preguntarle qué otras películas en las cuales he actuado había visto con anterioridad. Probablemente La profesora de piano, de Michael Haneke, y algunos films de Claude Chabrol. Es un gran cinéfilo y se siente muy cercano al cine europeo.

–El cine de Verhoeven siempre ha sido provocador y políticamente incorrecto. El tema de la violación y la violencia hacia las mujeres es central en Elle; sin embargo, el enfoque del film es absolutamente diferente a lo que muchos espectadores pueden llegar a imaginar antes del comienzo de la proyección. ¿Cómo fue el recibimiento en Francia?

–La reacción fue muy positiva. También en los Estados Unidos, de donde acabo de llegar, luego de promocionar el film. Las reseñas fueron muy buenas y estuve en varias sesiones de preguntas y respuestas con el público. Creo que la mayor parte de la audiencia recibe y comprende el film, en el sentido de que no lo malinterpreta. Personalmente, creo que la película posee una gran integridad y –si bien no quiero relatar su final, porque me parece muy injusto con aquel que no lo haya visto– también creo que el cierre es claramente una declaración sobre qué es una violación: un crimen. Y no hay ninguna clase de ambigüedad al respecto. Al mismo tiempo, hay ciertas ambigüedades en la historia; algunas incluso están al borde del abismo, pero al final del día no cae del lado malo de esa frontera. Para mí no hay ninguna duda al respecto.

–Como actriz, daría la impresión de que siempre está buscando salir de una posible zona confortable, en términos de interpretar papeles que la ponen a prueba.

–En realidad, no busco. Me buscan a mí y me encuentran (risas). Pero nunca, nunca realmente, sentí que estaba interpretando papeles monstruosos o buscando explorar la perversión. Por ejemplo, el rol en La profesora de piano: si fue exitoso y el público se sintió, de alguna manera, cercano al film, es porque detrás de esas palabras (perversión, sadismo, masoquismo) reconocen que hay una parte de verdad; y no quiero usar la palabra humanidad, pero sí honestidad, verdad. Todos tenemos deseos, algunos inconfesables, eso está en la naturaleza humana. Nadie es absolutamente blanco o absolutamente negro en términos psicológicos, eso sólo ocurre en las películas. Aunque cada vez menos, porque hoy el cine permite explorar zonas más borrosas. Creo que he interpretado muchos papeles con esas características. Por ejemplo, el rol protagónico de Un asunto de mujeres, de Claude Chabrol, es una mujer que practica abortos durante la Segunda Guerra. Es una sobreviviente y es el entorno el que ha hecho de ella lo que finalmente es. Hablamos de una exploración sobre cómo el bien y el mal circulan en la mente y en el alma de cualquiera de nosotros.

–Al mismo tiempo, Verhoeven y Haneke son directores muy diferentes… uno es un ironista nato y el otro un realizador mucho más grave y seco.

–Es verdad, pero hay similitudes. Además de que existe un respeto e interés mutuo. (A propósito, se vieron una sola vez, enfrente de mí, en un restaurante, de casualidad. Creo que nunca se habían cruzado antes). Si se lo piensa un poco, hay también un sentido de la ironía en Haneke, tal vez de una manera menos obvia, en la tradición literaria austriaca de un Karl Kraus o un Thomas Bernhard. Creo que, en todos los grandes directores, de alguna manera, existe esa cierta distancia llamada ironía. O en casi todos… Tal vez no en Ingmar Bergman, por ejemplo.

–¿Y en Jean-Luc Godard, con quien usted trabajó en un par de sus películas de los años 80?

–Bueno, Godard… La ironía es sustancial a todo, absolutamente todo lo que dice y hace.

–Reflexionando sobre su extensa filmografía, ¿cuál es el papel que considera el propulsor de su carrera?

–Diría que el gran golpe fue con La dentellière, el film de Claude Goretta. Y casi inmediatamente después vino Violette Nozière de Chabrol. Pero diría que el de La dentellière fue uno de esos casamientos entre actriz y rol que no se dan todo el tiempo. La textura del papel fue inusual para una actriz tan joven; usualmente a esa edad se suelen mostrar otras cualidades, como la capacidad de seducción o la belleza. Ese fue un rol muy dramático y una oportunidad enorme para establecerme como actriz.

–En breve se estrena aquí L’avenir, el film de la realizadora Mia Hansen-Løve. ¿Cómo fue su trabajo en ese caso?

–Es una película que me encanta y que fue rodada inmediatamente después de Elle. Es inteligente, sutil y delicada. Usualmente, una mujer como la protagonista sería mostrada como víctima, pero eso aquí no ocurre. Los personajes son muy particulares, muy intelectuales. Ella es una profesora de filosofía, como su marido, y usualmente cuando uno encuentra este tipo de personajes en el cine se imagina cierta cosa muy fría o abstracta, y acá ocurre todo lo contrario. El personaje y la película encuentran la manera de mostrar la filosofía por lo que realmente es: una herramienta para intentar comprender el mundo. Hay algo sensual en la manera en que la protagonista se relaciona con la naturaleza. Y también hay mucho humor. Y, de una extraña manera, aunque no lo parezca, también hay similitudes con Elle: aquí también hay un gato, una madre un poco loca y, finalmente, un sentido de ironía que permea el relato.

–¿Qué busca usualmente cuando acepta un nuevo rol?

Diría que busco trabajar con directores a los que admiro, supongo que eso es lo que más me importa. Luego viene el guión. En el caso de tratarse de un director o directora debutante, hay que confiar más en el guión. Pero la idea de trabajar con determinado director me estimula mucho, eso es suficiente para hacerme sentir que debería aceptar.

–Se sabe que hay un nuevo largometraje con el realizador coreano Hong Sang-soo…

–Sí, sí, es cierto. Lo hicimos muy rápido, incluso más rápido que en el caso del primero, En otro país, que fue rodado en nueve días. Esta nueva película se llama Claire’s Camera y fue filmada en seis días en Cannes, justo antes de presentar allí mismo Elle. Como es usual en Hong, se rodó sin ningún guión. Es un gran, gran director.

–¿Siente que han cambiado muchas cosas en la producción de cine en Francia desde aquellos primeros años de su carrera?

–No creo que sea más fácil ahora que antes. Afortunadamente, en Francia se sigue produciendo mucho y hacer películas sigue siendo posible. Estoy simplificando un poco, pero el sistema de apoyo estatal es muy saludable y la cultura apoya la producción cinematográfica. El problema creo que está particularmente en el área de la exhibición y de la falta de público. El hecho de tener tantas maneras de ver las películas ha hecho que una parte importante de la audiencia haya dejado de ir a las salas. Al mismo tiempo, también es cierto que hoy resulta mucho más fácil producir cierto tipo de comedias, no necesariamente muy buenas, que películas más ambiciosas. Y todavía creo que la sala de cine es el ámbito ideal para ver películas.

–De hecho, usted es la dueña de una sala de cine en París, la Action Christine.

–Así es. Ahora se llama Cinema Christine 21 y la maneja y programa mi hijo. Es una sala de repertorio y se programan ciclos, retrospectivas, focos, etcétera.

–¿Alguna vez pensó en pasarse del otro lado y dirigir una película?

–No. Hmmm. Bueno, a veces lo pienso. Pero realmente soy una actriz afortunada, en el sentido de que creo haber tenido la suerte de haber hecho de esta carrera algo personal, de poder elegir los roles y, de alguna manera, hacerlos propios. Dirigir una película es algo totalmente diferente, en términos de tener otra clase de poder, de tomar decisiones, que no sé si estoy lista para afrontar. Tal vez para muchos actores sea muy tentador, pero para mí es más un miedo que una tentación.