Son Cuentos a la carta. Hay Guiso de brujas, Dragones revueltos, Ensalada de princesas y Monstruos fritos. Cada uno, amablemente ofrecido con entrada, primer plato, segundo plato, postre y una yapa “como atención de la casa”. Si hasta tienen tapas que emulan los pizarrones con menús, escritos con tiza en las calles. Muy original como idea y bien resuelta en el desarrollo de esa idea general, 10 cuentos a la carta, la nueva colección de Sigmar, resulta atractiva en forma y contenido.

Lo que traen estos libros de tapa dura y muy cuidada edición son cuentos breves, algunos muy cruzados por el humor y la ironía, como los que escribieron Patricia Suárez y Nicolás Schuff. Capaces de presentar princesas muy diferentes a las tradicionales, como los de la ensalada que armó Fabiana Fondevilla. O dragones que escupen hielo, que buscan trabajo, tiernos y hasta carentes de afecto, como los Dragones revueltos de Darío Levin. El despliegue de ilustraciones está a cargo de Sabina Schürmann, Pablo Tambuscio, Sabrina Dieghi y Diego Stigliano; cada uno con su estilo, completan una propuesta que tiene una estética general común, pero en cada caso dispara hacia lugares diferentes.

La idea de este menú, cuenta una de sus creadoras, viene, justamente, de pensar a los cuentos y la literatura como algo sabroso que se da a probar. “Trabajé muchos años como promotora de lectura, haciendo talleres con los docentes, y siempre estuvo ese espíritu: ofrecer cada libro como si fuera algo sabroso, comestible, delicioso. Hablando con la editora, apareció esta idea como una consecuencia de ese modo de entender los libros”, cuenta Silvia Portorrico, a cargo de la coordinación editorial de la colección. “Suele ser una frase hecha, pero en este caso es así: acá trabajó todo un equipo hasta que estos libros quedaron como queríamos”, se alegra. Dentro de ese grupo figuran la editora Lorena Sinso, Alejandro Sladkowski en la dirección de arte y Anabella Speranza en la diagramación.

“Fue un trabajo de mucho tiempo, más de un año, algo que no es tan habitual en el mundo editorial –sigue Portorrico–. Tomarnos ese tiempo fue algo muy bueno, nos permitió poder pensar cada detalle y mirar página por página, hasta llegar a lo que queríamos”. Así, esta colección –una de las primeras del área de literatura infantil que abrió recientemente Sigmar– logró darle una vuelta de tuerca al pedido de “cuentos de princesas” o “cuentos de brujas”, encontrando un modo diferente de presentarlos y desarrollarlos.

En el caso de Guiso de brujas, de Patricia Suárez, hay una alta dosis de humor, a veces gracias al recurso de darle voz a esa bruja de los cuentos para que narre en primera persona su versión de la historia. Como la Baba Yaga del folklore ruso (que aquí es Bárbara Yaga), o Fronilde, la Bruja de Blancanieves. “Quise trabajar con personajes que sonaran reales y a su vez de cuentos de hadas modernos, donde hubiera humor. O sea, hice el cóctel peligroso: crónicas de la Edad Media, cuentos de los Grimm y risas. Ojalá haya salido bien y sea feliz para los pequeños lectores”, cuenta Suárez a PáginaI12 sobre la “poción mágica” con la que cocinó estos cuentos.

Otros que dan mucha risa son los Monstruos fritos de Nicolás Schuff. Acá hay personajes delirantes y en ocasiones de inquietante parecido a la realidad. Como Hamburguesio, que nació de un experimento de un científico medio loco que quería inventar la hamburguesa y el pancho de colores. De un error de cálculo salió este monstruo: una hamburguesa gigante, de todos colores, medio boba e ignorante, que tiene buena onda, baila y canta en inglés, con soltura pero mal. Hamburguesio termina siendo famoso y hasta candidato a presidente. Cada cuento es una historia diferente, pero entre ellos guardan sutiles relaciones: siempre hay alguien que está leyendo el libro Monstruo frito, por ejemplo. “Lo pensé para que los chicos puedan descubrir esos vínculos a medida que avanzan en la lectura, una especie de guiño para los lectores atentos”, comenta Schuff.

“Me interesaba que estuviera presente el humor, así que, con algunas excepciones, se trata de monstruos ridículos, tontos o grotescos, un poco alejados del monstruo clásico que provoca miedo o terror”, cuenta el escritor. “Escribí otros libros con monstruos –en general versiones de leyendas o criaturas literarias o populares ya ‘existentes’–, pero acá tuve la libertad de inventar monstruos propios, lo cual fue un desafío estimulante y divertido”, concluye. Tiernos o malísimos, ridículos o feroces, los monstruos, dragones, brujas y princesas que pueblan esta colección están, como se anuncia, para chuparse los dedos. 

 


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