Cuando anunció la independencia de Cataluña en el “Parlament” y de inmediato propuso suspenderla: el jefe del gobierno de la región, Carles Puigdemont, desconcertó ayer a muchos de sus votantes y aliados y se reveló como lo que ha sido en los últimos días: un líder en la encrucijada.
Independentista convencido, estuvo a punto de precipitar la mayor ruptura del orden constitucional de las últimas décadas en España, pero finalmente cedió a la presión nacional e internacional y terminó posponiendo “unas semanas” la culminación del plan que lleva tejiendo desde que llegó al poder en 2016 para “desconectar” a Cataluña del resto de España.
El Ejecutivo español y diversos partidos de la oposición llegaron a acusarlo de “golpista”, algo que él mismo rechazó ayer en español -en unas palabras dirigidas “a los españoles”- durante su esperada intervención en el Parlamento catalán, que fue aplaudida y abucheada en sus diferentes tramos.
Filólogo y periodista de profesión, Puigdemont llegó a la presidencia del gobierno catalán de forma sorpresiva. Su nombre no aparecía en ninguna de las apuestas para relevar a Artur Mas cuando éste se vio obligado a dar un paso atrás presionado por la CUP, un partido antisistema que no lo veía con buenos ojos. La necesidad del apoyo de esta fuerza al gobierno catalán en el Parlamento de la región era tan importante entonces, en un momento clave del proceso secesionista, que el hombre que lo había impulsado desde el inicio tuvo que retirarse “in extremis” para evitar una crisis.
Y Puigdemont, independentista convencido y alcalde de la ciudad catalana de Gerona, se puso al frente del Ejecutivo regional con la misión de guiar a la región hacia la secesión de España.
“No son tiempos para cobardes ni para los que les tiemblan las piernas. Nos toca asumir responsabilidades”, dijo en su discurso de investidura el 10 de enero de 2016. “Soy consciente de que iniciamos un proceso que no es fácil ni cómodo. Habrá que poner valor y coraje pero no temeridad”, añadió ese mismo día. Un año y diez meses después, no faltaron los que lo acusaron de poner a Cataluña al borde del precipicio.
El político, nacido en Amer (Gerona) en 1962, lanzó su mayor desafío a principios de septiembre cuando, desoyendo a la Justicia y al gobierno español, convocó junto al resto de su gobierno un referéndum de independencia para el 1 de octubre. Esa misma noche, tras una turbulenta jornada marcada por la violencia de los policías que intervinieron para tratar de parar la consulta, que había sido suspendida por la Justicia, el líder catalán reclamó la secesión de la región del resto de España. “Con esta jornada de esperanza y también de sufrimiento, los ciudadanos de Cataluña nos hemos ganado el derecho a tener un Estado independiente que se constituya en forma de república”, dijo en una declaración institucional que dio la vuelta al mundo.
Al contrario que su predecesor en el cargo, Artur Mas, quien fue evolucionando desde el nacionalismo hacia el independentismo, Puigdemont fue siempre un separatista convencido. Miembro del partido de Mas, hoy llamado PdeCAT, formó parte de diversas organizaciones independentistas catalanas y estuvo al mando de la asociación que congrega a los municipios que defienden la secesión de Cataluña, responsable de organizar las primeras consultas soberanistas en la región española.
Diputado en el Parlamento de Cataluña desde 2006, un año después encabezó la candidatura de Convergència i Unió (CiU, coalición nacionalista liderada por Mas hasta que se fracturó, en 2015) al Ayuntamiento de Gerona, ciudad de 100.000 habitantes.
En aquella ocasión no ganó las elecciones y se mantuvo en la oposición hasta 2011, cuando se convirtió en alcalde y puso fin a 30 años de mandato socialista. Aunque estudió filología catalana, se dedicó al periodismo hasta que entró en política y llegó a ser redactor jefe del diario catalán El Punt y director de la agencia pública de noticias de la región, además de publicar varios libros y ensayos, entre ellos “Cata... què? Catalunya vista per la premsa internacional”, (La Campana, 1994).
Amante del rock, es asiduo a las redes sociales, donde publica mensajes casi a diario. Habla español, catalán, francés, inglés y también rumano ya que su mujer, llamada Marcela Topor y 15 años menor que él, nació en Rumania. Con ella tiene dos hijas.
El 25 de enero de 1983, cuando tenía 21 años, volvió a nacer al superar un grave accidente de tráfico que le destrozó la cara y le dejó cicatrices que cubre con su peculiar peinado, objeto de bromas incluso dentro en su partido. Ahora es su vida política la que está pendiente de un hilo.