La producción de petróleo de los primeros ocho meses de este año resultó un 7,7 por ciento inferior a la de igual período de 2016. De mantenerse esta tendencia en el último cuatrimestre –y todo indica que así será–, 2017 arrojaría la más baja producción de crudo del país desde el año 1990. Es decir, la menor producción en 27 años. No es producto de un hecho fortuito, sino de la política de estímulos y castigos del Ministerio de Energía y Minería que llevó a la reducción de la actividad petrolera principalmente en Santa Cruz y Chubut (cuenca del Golfo San Jorge), así como en todas las regiones y cuencas del país fuera de las áreas no convencionales de la neuquina. El ojo de los negocios está puesto allí, la inversión extranjera le apunta a la rentabilidad de las operaciones en el área y el gobierno de Cambiemos está mejorando las condiciones para asegurarle resultados. En el resto del país petrolero, la situación es la inversa.
Según el centro de investigación Oetec, el petróleo participa con el 33 por ciento de la matriz energética primaria. Argentina nunca contó con petróleo en abundancia en su subsuelo como para convertirse en gran exportador, pero sí para autoabastecerse. La ley de recuperación de la soberanía petrolera de abril de 2012 no sólo definió la expropiación de las acciones de YPF en manos de la española Repsol, sino que también le devolvió el carácter de bien estratégico y de interés nacional a los hidrocarburos (petróleo y gas) y sus derivados, a su producción y a su comercialización y abastecimiento. El cambio de orientación con la llegada de Cambiemos al gobierno no sólo significó el abandono de esa política, sino directamente el retorno a la dependencia del crudo importado para el abastecimiento interno.
La estrategia del gobierno actual en sus 22 meses de gestión ha sido alentar la inversión extranjera en Vaca Muerta (Neuquén) y desalentar la producción en el resto del país (Salta, en el norte, y Santa Cruz y Chubut, en el sur). Para el petróleo del Golfo San Jorge, un crudo pesado que se destina usualmente a exportación (las refinerías locales no están adaptadas a su procesamiento), el gobierno decidió quitarle el subsidio (precio diferencial) que les permitía acceder al mercado internacional a precios competitivos, con lo cual restó interés en mantener la actividad. En Santa Cruz directamente no hubo inversiones en perforación este año, y los pozos que ya estaban en actividad disminuyeron notablemente el ritmo de extracción. En Chubut se dio una merma importante en el número de equipos de extracción en yacimientos. Estas dos provincias son donde más cayó la producción en el período enero a agosto de este año con respecto a 2016: 10 por ciento en Chubut y 8,2 en Santa Cruz.
Las mejores condiciones para la extracción en Vaca Muerta, hasta ahora, se reflejan únicamente en el gas. Pero aunque con el tiempo se traslade al petróleo, en opinión de los especialistas no alcanzará a compensar la pérdida de producción del resto del país. La “liberación” del precio de los combustibles y el acople a los precios internacionales tampoco es una garantía de aliento a la inversión, ya que lo más probable es que incremente las condiciones de inestabilidad sometiendo la mayor o menor rentabilidad del negocio a los vaivenes del mercado especulativo mundial. Sin una política nacional clara, el sector petrolero argentino será una pieza más en el tablero de las corporaciones internacionales: una pieza apenas marginal.
En la serie histórica de producción del petróleo en todo el país, 2017 quedará marcado como uno de los puntos más bajos de las últimas tres décadas. Desde la etapa de los últimos años del alfonsinismo y primeros del menemismo (1988/1991) que la actividad petrolera no llegaba a niveles tan bajos de extracción como los que anotará este año.