Austria celebra hoy la repetición de las elecciones presidenciales, probablemente las más importantes en su historia, ya que el ultranacionalista Norbert Hofer podría convertirse en el primer presidente de la extrema derecha en Europa.
Tras casi 50 interminables semanas de campaña electoral, unos 6,4 millones de austríacos con derecho a voto se dan cita en las urnas para elegir entre Hofer, un ingeniero aeronáutico de 45 años, y el ecologista Alexander Van der Bellen, un antiguo catedrático en Economía de 72 años.
El pasado 22 de mayo, el antiguo líder del partido Los Verdes se impuso a su rival ultranacionalista por solo 31.000 votos (50,35 contra 49,65 por ciento), gracias a su enorme ventaja en el voto por correo.
Sin embargo, tras una impugnación presentada por Hofer y su partido Liberal de Austria (FPÖ), el Tribunal Constitucional decidió invalidar el resultado y convocar una repetición de los comicios.
Lo que primero parecía ser sólo una “curiosidad” para un país de larga tradición democrática, se convirtió en septiembre pasado en todo un ridículo internacional cuando el Ministerio del Interior tuvo que reconocer que debido a problemas con el pegamento de los sobres para el voto por correo no podía garantizar la legalidad de los comicios.
Más de 600 periodistas de todo el mundo se han acreditado para cubrir el desenlace electoral, que es más incierto que nunca. Todos los analistas locales coinciden en que una victoria del populista Hofer será un duro golpe para la supervivencia de la debilitada y desprestigiada coalición de gobierno en Viena, formada por socialdemócratas y democristianos.
Además, puede influir sobre la situación política en la vecina Alemania, donde se celebran el año que viene elecciones en medio del auge del populismo del nuevo partido de derecha radical Alternativa para Alemania (AfD).
Y Francia mira con especial atención los acontecimientos en Austria de cara a las elecciones presidenciales de 2017, en las que la jefa del populista Frente Nacional (FN), Marine Le Pen, una gran amiga del FPÖ y de su líder, Heinz Christian Strache, parece tener ya una plaza asegurada en la segunda y decisiva ronda electoral.
Un triunfo de Van der Bellen, por su parte, significaría una especie de “cambio de rumbo” en un mundo occidental impactado por el auge del populismo tras la victoria del Brexit en el Reino Unido y del republicano Donald Trump en Estados Unidos.
Los dos candidatos a la presidencia austríaca han luchado hasta el último momento para movilizar no sólo a sus votantes de la ronda invalidada sino también a los que entonces prefirieron abstenerse.
En un video colgado en su página de Facebook, Van der Bellen hizo hoy un llamamiento a los austríacos para que “la sensatez y no los extremos” sean la base de su toma de decisiones.
“Ocupémonos juntos de que el futuro de Austria sea bueno. Déjenme ser su presidente del centro”, agregó el candidato ecologista en un video grabado en estilo de un mensaje presidencial de Año Nuevo.
Y en el cierre de campaña, el candidato progresista, de 77 años, llamó a sus seguidores a votar por una Austria abierta el mundo, optimista y alejada de las ideas radicales.
“Hay que decirle a la gente que no se trata de dos personas, sino de la orientación de nuestro país. ¿Queremos levantar las viejas fronteras o queremos que Austria siga siendo un miembro importante de esta Europa común?”, declaró Van der Bellen entre aplausos.
Hofer, por su parte, destacó en un video, también colgado en Faceboook, que está “a favor de una Unión Europea sin centralismos, en la que deciden los ciudadanos y no los burócratas y las elites”. “No quiero que Austria se convierta en un país islámico”, sostuvo el candidato ultranacionalista que teme un aumento de la tasa de natalidad entre entre los inmigrantes, a los que vinculó en más de una ocasión al crimen y al terrorismo.
Pese a sus formas educadas, varios analistas políticos lo definen como un “lobo con piel de cordero” y aseguran que cuando llegue al poder revelará sus verdaderas intenciones.
“Su confianza en mí es el bien más importante. Voy a hacer uso responsable de ella. Eso se lo debo a nuestras generaciones venideras y a nuestra patria, Austria. Que Dios me ayude”, concluyó el ultranacionalista en imágenes que lo muestran mirando por una ventana hacia el palacio presidencial de Viena.
Ambos candidatos, que representan generaciones y corrientes políticas antagónicas, han movilizado y polarizado una sociedad acostumbrada –pero también hartada– a los arreglos opacos de la llamada “gran coalición”, de socialdemócratas y democristianos.
Pese al descontento de ciertos sectores con los que gobernaron juntos la gran mayoría de las últimas siete décadas, Austria es hoy uno de los países más ricos de Europa.
Todo indica que hoy comienza una nueva etapa política en el país, en cuya democracia moderna el presidente federal –un cargo representativo y sin poderes ejecutivos– siempre había sido un socialdemócrata o un democristiano.
Una victoria de Hofer no sólo acabaría con esta tradición sino que podría acelerar la llegada al poder del FPÖ, un partido fundado por ex nazis tras la guerra, de larga tradición xenófoba y populista.
En medio de la ola migratoria del año pasado, el partido se ha situado en la cabeza de las encuestas, con cerca del 35 por ciento de los votos, muy por delante de los socios de la gran coalición.
Las próximas elecciones legislativas regulares están previstas para 2018, aunque muchos analistas creen que un triunfo de Hofer hoy hace más probable un adelanto electoral a 2017.