Ahora que ya pasó todo el susto y las mentes empiezan a enfriarse, ahora que los pasajes a Moscú quedaron definitivamente marcados para junio de 2018, habrá que desandar el camino recorrido a los tumbos y ponerse a pensar cómo fue que se llegó hasta aquí. Y cómo y con qué equipo se llegará a Rusia el año que viene.
Si lo consideran necesario, a Jorge Sampaoli y Sebastián Becacecce no les debería temblar el pulso para hacer los cambios que hagan falta y oxigenar un plantel desgastado por las críticas, muchas de ellas desmedidas y malintencionadas, y que se sintió acorralado por las miradas ajenas y también, por sus propios fantasmas, que anoche en Quito pareció empezar a vencer. Resulta imprescindible, entonces, un cambio de aire y establecer un nuevo punto de partida para que nuevas caras rodeen a Lionel Messi, el único héroe en este lío, y lo ayuden a dejar atrás el trauma de las tres finales perdidas y el padecimiento de las Eliminatorias. Y a meterse en cuerpo y alma en la próxima Copa del Mundo.
Parte de la tarea ha sido hecha. Y nombres que con Gerardo Martino y Edgardo Bauza, aparecían poco o directamente no aparecían, ahora forman parte de cada convocatoria. Hay una generación Sub 25 que aguarda mayor protagonismo. Gerónimo Rulli en el arco, Fabricio Bustos, el lateral de Independiente, Emanuel Mamanna y Germán Pezzella en la defensa, Eduardo Salvio, Emiliano Rigoni, Leandro Paredes, Manuel Lanzini, Giovanni Lo Celso y Gino Cervi en la mitad de la cancha y Paulo Dybala, Mauro Icardi, Angel y Joaquín Correa son algunos de los jugadores que deberían ser empezar a ser prioritarios (o volver a serlo) en la etapa que dio comienzo anoche.
Que quede muy en claro: no se trata de descartar porque si a jugadores como Romero, Otamendi, Mascherano, Banega, Di María, Higuaín y a Agüero que hace diez años que vienen gozando poco y padeciendo mucho en la Selección. Ni de responsabilizarlos por las frustraciones de estos tiempos. Se busca, simplemente, tomar en frío las mejores decisiones para renovar un grupo que ante la incertidumbre que le provocaron tantos cambios de dirigentes y técnicos, eligió la autogestión como método de defensa y convivencia.
Algo de eso hizo Tite en Brasil y los resultados están a la vista: ganó las Eliminatorias por 10 puntos de ventaja. Tomó a un Brasil conflictuado por el 1-7 ante Alemania en el Mundial y luego de la medalla dorada en los Juegos de Río en 2016, rearmó el plantel en torno de Neymar. A tal extremo que de aquel equipo que padeció ese resultado histórico en el Mineirao de Belo Horizonte dirigido por Luiz Felipe Scolari, no quedó nadie. Solo permanece Neymar (que esa tarde estaba lesionado y no jugó). Y un dato más: si se compara la formación brasileña que en octubre de 2015 armó Dunga para jugar ante Chile en Santiago el primer partido de las Eliminatorias, con la que actuó anoche en San Pablo, sólo subsistió Miranda. El resto es todo nuevo y mejor.
O sea, el camino está marcado y solo debe ser recorrido. En torno de Neymar, Tite reconfiguró a Brasil y lo convirtió en una de las dos selecciones más poderosas de la actualidad. A partir de la grandeza de Messi y desde anoche con la tranquilidad de haber llegado al Mundial, Sampaoli está en condiciones de intentar lo mismo con la Selección Argentina. Ojalá se atreva a hacerlo. Se le agradecerá.