En tierras de Lenin la Argentina consiguió un pasaporte para entrar a Rusia. Geopolítica pura. Juego de palabras que la historia entreveró en un paisito clavado en mitad del globo. Casualidad. O vaya a saber qué. Pero la verdad es la verdad. Hay que admitir que Lenin Moreno, presidente del Ecuador, parece más moderado que el tovarich Vladimir Ilich Ulianov, alias Lenin, que hace casi 100 años encabezó la revolución rusa. Lenin del Ecuador no solo no es comunista, aunque obviamente sus viejos lo eran. Viene del palo soberanista como su antecesor, Rafael Correa. Lo de los palos es extraño, porque se supone que eran del mismo palo pero Correa lo viene moliendo a palos a Lenin porque sostiene que lo traicionó y que, en general, traicionó. Si no que lo diga Jorge Glas Espinel, el vicepresidente: está preso. Glas declara que es por su lealtad a Correa. Lenin replica que es por las investigaciones sobre Odebrecht y los misteriosos viajes de un tío de Glas, el señor Ricardo Rivera Arauz.
Es raro todo, porque un tocayo de Lenin, Vladimir Putin, es el presidente del país que en 2018 recibirá a la selección argentina. En unos días más, el 7 de noviembre, Putin celebrará los 100 años de la revolución que un día lo puso como jefe de la KGB en la República Democrática Alemana. La misma RDA que empezó a no existir con la caída del Muro de Berlín, en 1989. Pero aunque dos años después, en 1991, la Unión Soviética implosionó, siempre existe la Madrecita Rusia, esa cara mística de un Estado que, gobierne quien gobierne, siempre quiere recuperar fuerza planetaria. Haciendo un mundial, por caso.
¿Tan milagrosos son los mundiales? A la dictadura argentina no le alcanzó con organizarlo ni con ganarlo en el ‘78 Hubo fiesta popular pero solo un año después, en 1979, las primeras huelgas y la visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, la misma institución de la que recela el gobierno actual, fisuraron el régimen. A Brasil no le cambió la vida el Mundial 2014. O mejor dicho no se la cambió para bien: la oposición usó la corrupción en las obras contra Dilma Rousseff y encima Brasil perdió la Copa de local. La selección argentina fue campeona en 1986 con el gobierno de Raúl Alfonsín. Un año después el primer presidente de la democracia recuperada sufriría un alzamiento militar y el radicalismo sería derrotado en todo el país menos en UCR, únicamente Córdoba y Río Negro.
Y un partido como el de ayer, con el tres a uno de Messi, además de mejorar el humor individual, cosa que anoche ya se notaba en las pizzerías y está buenísimo, ¿cambia el humor político a tan pocos días de las elecciones del 22? Tal vez no, porque el humor político ya cambió en los últimos dos meses. Un estudio de la consultora Grupo de Opinión Pública, que dirige Raúl Timerman, revela que el primer problema que a fines de septiembre mencionaron personas de la ciudad de Buenos Aires y el Conurbano como el más grave fue el tandem delincuencia/inseguridad (37,6 por ciento) y no la falta de trabajo (18,4 por ciento). Y hasta ahora, al menos, el Gobierno no está asociado a la inseguridad. En cambio para muchos consultados, que parecen haberse reducido, sí estaba asociado con la desocupación. Hoy, además, creció la cifra de los que dicen estar mejor económicamente: 44,6 por ciento contra el 20,4 por ciento de hace un año. Si es que no varían, esos números habrán explicado más los resultados electorales que la victoria frente a Ecuador. O sea que una noche de fútbol y victoria es como la de San Juan, cuando comparten su pan, su mujer y su gabán gentes de cien mil raleas. Y no está mal.