Desde Nueva York
“Tu-güel-che”, repite con esfuerzo David Stiffler en plena avenida Broadway del Soho neoyorquino, mientras cuenta sus aventuras a través de todos los continentes. Con aspecto de jipi sesentón y bonachón, apostado con su puesto de venta de piedras traídas de Tailandia o Ecuador, este antropólogo de barba cana y pelo sin cortar, que no viajó jamás a Argentina, se interesa por la situación de Santiago Maldonado y de la población mapuche. La ha estudiado en un viaje a Chile, y trata de asociarla a los tehuelches que, a la vez, conecta a la Argentina. Entonces afina su español afectado y entona con esfuerzo: “Te-güel-yes y ma-pu-yes”.
Stiffler podrá ser un jipi casado con una vietnamita y parecer un excéntrico afín a las culturas en general, pero no es un islote. La cosmopolita Nueva York se ha llenado de gente que habla –lo hace bien o se esfuerza por hacerlo– en español, e incluso las publicidades callejeras se empeñan en vender productos a los hispanos. Es un proceso continuo y bastante anunciado, pero no deja de llamar la atención: en los últi mos 30 años, según datos oficiales, la población hispana creció en todos los estados del país a un ritmo que va del 25 al 150 por ciento. En Nueva York lo hizo un 46, aproximadamente.
La hispanofobia que lanzó su actual presidente durante la campaña que lo llevó a la Casa Blanca no parece hacer mella –ni su hispanofobia parece hacerla en sus votantes–. Sin embargo, Donald Trump es cuestionado en cada rincón del estado en que nació. Josh Wilson, un joven afroamericano que estudia español y trabaja en un comercio de Williamsburg, epicentro hípster de Brooklyn, dice que “hasta George W. Bush comienza a parecer bueno, en comparación”.
A pocas cuadras, José Díaz, un dominicano afincado hace 20 años en el Bronx y que dejó el empleo fabril por Uber a tiempo completo, cuenta lo que los especialistas decretan a toda hora, que el español dejó de ser una vergüenza a esconder por los hijos de inmigrantes, y esgrime que hay zonas en las que se volvió una moda. Los organismos culturales advierten que, en 2050, Estados Unidos será el país con más hispanoparlantes, y el español será el idioma de casi medio país. Y ya hay ciudades estadounidenses en las que el español predomina sobre el inglés.
Según el último censo, de 2015, hay casi 56,5 millones de hispanos en Estados Unidos, casi la quinta parte de su población. Y hay 8 millones de estudiantes de español, según el Instituto Cervantes. El especialista en estudios sobre hispanohablantes en Estados Unidos y director de la Academia Norteamericana de la Lengua Española (ANLE), Gerardo Piña-Rosales, agrega una cuestión económica. En unas pocas décadas, el bilingüe pasó de ganar menos dinero a ganar más. Hablar español, además de ser un tema de orgullo –la identidad–, una búsqueda contracultural o de gente cool –gentrificación mediante–, ya es también un tema monetario y de supervivencia.