Las focas dejarán de ser un animal anfibio y se moverán sólo en el agua, según un estudio de científicos del Conicet y de Suiza, quienes aseguraron que el animal modificarán su fisonomía para asemejarse a los cetáceos y que los indicios de estos cambios se hallan en el oído interno y externo.
El trabajo, publicado ayer en la revista Biology Letters, documenta una correlación entre la adaptación al medio acuático que experimentaron ambos grupos y permite también inferir indirectamente qué pasó con grupos extinguidos de los que no se tiene tanta información. “El oído aporta mucha información acerca de la vida de los mamíferos: además de cumplir su función auditiva, es importante para el equilibrio y la orientación”, detalló Cleopatra Mara Loza, becaria posdoctoral del Conicet en la División Paleontología Vertebrados del Museo de La Plata. Explicó que una parte del oído interno de las focas “tiene una porción vestibular que está formada por tres canales semicirculares y un vestíbulo. La información recabada y transmitida en ese sector tiene íntima relación con una región del cerebelo que también recopila datos provenientes de los ojos y nos permite coordinar los movimientos”. “Pudimos corroborar que hay una correspondencia entre la disminución de esas circunferencias y el grado de adaptación al agua. Dentro de las focas, la de Ross tiene los más chicos, casi iguales a los de un cetáceo”, contó Loza.
Alfredo Carlini, investigador principal del Conicet en la División Paleontología Vertebrados y coautor del trabajo, dijo que “si bien los cetáceos y los Pinnípedos no tienen un ancestro común directo, sus adaptaciones al medio acuático se han modelado por el mismo camino. Son dos líneas diferentes, pero hay una convergencia en los oídos de ambas”. En su adaptación al agua, los cetáceos experimentaron el acortamiento del cuello, la transformación de miembros en aletas para un buceo más ágil del tegumento y de los órganos internos. “Queda reflejado en la morfología del oído de los distintos grupos de focas las diferentes etapas de la adaptación a una más estricta vida acuática”, afirmó Carlini y agregó que “cuanto menos anclaje terrestre tienen, pasan más días del año en el medio acuático, y eso va configurando varias áreas de su conducta y grado de adaptación, desde los tiempos de apareo, pariciones y cuidados parentales, por ejemplo, hasta los perfiles hidrodinámicos de sus cuerpos y modelación de sus esqueletos”. “A partir de estas confirmaciones se puede esperar que muchos órganos se vayan modificando conforme cambien los ambientes en los que viven los animales, sobre todo aquellos vinculados a los sistemas sensitivos que deben ser siempre capaces de presentarle al individuo las variaciones del entorno”, resaltó.
La foca de Ross es la más pequeña de las que viven en la Antártida y su población actual se estima en menos de cien mil ejemplares.
Los ejemplares que se analizaron, una hembra con su cría, forman parte de la colección del Museo de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia. Son una especie relativamente pequeña y estrecha y no lucen exactamente igual que muchas otras especies de focas debido a que poseen cabezas y ojos grandes.