Esta noche comienza la décimoséptima edición de DocBuenosAires, la muestra de documentales de distintas regiones del mundo más prestigiosa de la Argentina. La apertura será con la proyección de Hijas del fuego, del antropólogo y cineasta francés Stéphane Breton, a las 19 en la Sala Leopoldo Lugones del Teatro San Martín, uno de los seis espacios donde se desarrollará este evento cinematográfico hasta el 18 de octubre. Y el cine documental argentino será un gran protagonista. Gustavo Fontán presentará la Trilogía del lago helado, compuesta por Lluvias, El estanque y Sol en un patio vacío. Lucas Turturro ofrecerá Inconsciente, donde indaga en la vida que se esconde detrás de los sueños del cine, hurgando entre cientos de escenas de películas de diferentes épocas y lugares. La intimidad es la ópera prima de Andrés Perugini, que refleja la vida –y la muerte– de su abuela Irene, una mujer de 96 años. Javier Miquelez, en tanto, ofrece Cámara oscura, donde trabaja minuciosamente con las fotografías. Los árboles es la tercera película y primer documental de Mariano Luque, que retrata y acompaña a los hijos más chicos de su abuelo –que tuvo diecisiete hijos– durante sus visitas a un árbol. Si a estos nombres se les suma el del dominicano Pavel Marcano, director de Open Doors –en el que este egresado de la Universidad del Cine (FUC) refleja la vida de un hombre en el neuropsiquiátrico ubicado en las afueras de Buenos Aires–, en total son ocho documentales argentinos que se exhibirán en el DocBuenosAires.

Fontán señala que la idea de sus los documentales que estrena en el Doc nació en 2013, mientras esperaba rodar El limonero real. “El proceso de esa película de ficción llevaba cuatro o cinco años. Y ante esa situación, tuve la necesidad de poder establecer frente al mundo una mirada más directa y más visceral, poder desarrollar una mirada desde lo contiguo sin intermediaciones”, cuenta el cineasta en la entrevista colectiva con PáginaI12. Por su parte, Perugini explica que La intimidad nació a partir de la muerte de su abuela, y “del vaciamiento de la casa y de la repartija de la herencia; también como una necesidad de quedarme con las imágenes de ese espacio donde habitó esta mujer”. Fotógrafo de Ronda Nocturna, de Edgardo Cozarinsky, Javier Miquelez relata acerca de su documental Cámara oscura: “Yo hacía el trabajo de sacar fotos, luego las proyectaba y después dibujaba sobre eso. Para este film se me ocurrió organizarlo un poco más en un pequeño corto, pero a medida que lo iba haciendo, fue creciendo y creciendo, y terminó en un largo”, cuenta.

Lucas Turturro se despertó una madrugada recordando haber soñado una escena del film clásico 8 y medio, de Federico Fellini. “El documental Inconsciente empezó como cierta obsesión por las escenas de sueños de las películas. Empecé a encontrar arquetipos que se repetían en las películas y a encontrar un relato en común. Entonces, armé con casi cien escenas de sueños de películas una especie de sueño inconsciente colectivo de cine”, comenta Turturro. Luque (que no pudo participar de la foto colectiva) detalla el origen de Los árboles: “Fue algo que tenía pendiente hace rato por la historia de mi abuelo que no lo conocí mucho”. Como su abuelo tuvo diecisiete hijos, a ocho de ellos que tuvo con una mujer que no era la abuela del cineasta, éste no llegó a conocerlos. Su abuelo era paisajista en Córdoba y su mayor obra fue sobre un bosque. Cuando se fue a vivir a ese lugar que pintó, el hombre lo hizo con su segunda familia. “Yo no conocía a esos ocho chicos. Cuando empecé a conocerlos, tras la muerte de él, empecé a filmarlos. De ese modo, terminó siendo más una película sobre ellos que sobre mi abuelo”, agrega el realizador.

Pasaron diecisiete años del primer DocBuenosAires y todos lo ven como un espacio consolidado, donde pueden reflejarse trabajos muy diferentes. “Esto es evidente –dice Fontán–. Es una especie de sello de un festival que nos permite desde hace muchos años asistir a poder ver una diversidad de relatos documentales con el sentido de libertad que tiene el género. Creo que el documental consiguió a lo largo de estos años una libertad que no tiene la ficción. Lo que entendemos por documental es una diversidad enorme de relatos, de formas de mirar ligados a temas y experiencias. Y el DocBuenosAires nos trajo y nos pone siempre una manera particular de poder asistir a ese abanico múltiple”. Para Perugini es “un festival singular” porque “son pocas las obras que se presentan y cada una tiene una impronta muy fuerte. Esto es notorio si se lo compara con otros grandes festivales donde se presentan muchas películas. También me parece muy interesante el cuidado que le dan a cada película que forma parte de la muestra”, explica el director.  

Miquelez entiende también que el Doc “está totalmente consolidado” y comparte lo que dice Perugini: “Son pocas películas pero muy bien elegidas. Eligen con mucho cuidado”, asegura. Luque es cordobés y hace cuatro años que asiste al DocBuenosAires. “Me parece un espacio muy importante porque se ven cosas que no llegan a las salas de cine. En ese sentido, puede ser también un espacio formador de público”, afirma Luque. Turturro es breve pero contundente: “Nunca vi una película mala en el DocBuenosAires”, admite. 

–¿Qué panorama pueden trazar sobre el estado actual del documental argentino?

Gustavo Fontán: –Como decía antes, sostengo la idea de la libertad, que el documental está liberado de las pautas del mercado. Por eso nos movemos con una libertad que la ficción no tiene. Ese es el primer punto. Por eso creo que el documental da una enorme cantidad de relatos vivos, que parten de algo muy entrañable, de experiencias y preocupaciones muy genuinas. En el país, el desarrollo de la vía digital (que implementó hace años el Incaa) le dio una especie de acompañamiento a esta diversidad muy grande que es lo que ahora peligra, pero hasta el momento la vía digital acompañó la posibilidad de ese enorme abanico de procedimientos, de modos de pensar el mundo y pensar al hombre.

Andrés Perugini: –Noto un panorama complejo con la situación que actualmente se está viviendo en el Incaa, pero me parece que el documental y la vía digital han dado mucha libertad a realizadores nuevos, egresados recientes de escuelas de cine a hacer sus primeras películas, trabajos súper interesantes, fuera de lo que sería el relato clásico. 

Lucas Turturro: –Se está acomodando bastante a las nuevas pantallas y a los nuevos formatos, más que la ficción. Más allá de la coyuntura, a nivel lenguaje el documental permite explorar nuevos formatos que van con las necesidades de los espectadores. Está creciendo de manera un poco más inteligente que la ficción. 

Mariano Luque: –Se hacen trabajo muy diversos, como todo el cine argentino. Provengo más del cine de ficción. Si bien son mis primeras películas, soy más del palo de la ficción. Entonces, de a poquito me estoy empezando a conectar con la gente que hace documentales. Pero veo muchos y me interesa la gran diversidad que hay. 

–¿A qué atribuyen el crecimiento exponencial del género en la Argentina?

L. T.: –Tengo una hipótesis basada nada más que en mi prejuicio. Me parece que tiene que ver con un espacio que se está perdiendo en otros medios. El documental, como decía Gustavo antes, tiene todavía un espacio de libertad y puede decir un montón de cosas que, por ahí, en otros espacios no. Más allá de las nuevas formas de consumir material audiovisual, el documental ofrece todavía un ámbito de reflexión y de pensar la situación en la que estamos, mientras que antes de eso se encargaban otros medios. 

J. M.: –El documental se abrió mucho a las posibilidades de películas personales, experimentales. Quizá, las clasificaciones desaparecen y eso permite una amplitud muy grande.  

A. P.: –También tiene que ver mucho con este avance tecnológico de las cámaras digitales, de poder filmar también con un celular en buena calidad y, a su vez, con una necesidad de los realizadores de poder contar su película sin necesidad de un proceso de producción más complejo como lo que conlleva la ficción. 

G. F.: –En el documental se permite la duda semántica: ¿qué es el documental? Entonces, es como dijo Javier: nos permitimos esa duda. Muchas veces, la ficción no se lo permite porque está muy atravesada por la idea de industria y de mercado. Y en el documental nos permitimos la verdadera discusión que tiene que hacer siempre una obra de arte: la discusión sobre el lenguaje. La discusión más profunda que tiene cualquier relato es la posibilidad de poner en cuestión los elementos del lenguaje. Y creo que el documental tiene esta posibilidad. Por otro lado, considero que lugares como el DocBuenosAires desde hace más de quince años nos permitieron poder ver esto que se hace en el mundo. Este intercambio de cosas que se hacen en el mundo genera iniciativas e incentivan a que pensemos de otra manera, de una manera más abierta.  

–¿Cómo viven la actual situación cinematográfica argentina con todo lo que sucedió este año por el conflicto del Incaa?

G. F.: –Toda la comunidad audiovisual está en un estado de alerta, por muchas razones: las cuestiones técnicas serían arduas pero, en principio, podemos hablar de cuestiones ideológicas. Con mucho trabajo de mucha gente, hemos conseguido que haya en la Argentina, a partir de una ley de cine que es modelo en el mundo, un cine plural, diverso, con la posibilidad de que los jóvenes empiecen a hacer sus películas, con una diversidad de producciones que incluye algunas más grandes, otras más chicas, también experimentales. En principio, las resoluciones nuevas ponen en cuestión y hacen peligrar gravemente esto que conseguimos con mucho trabajo. Todo lo que se ha hecho hasta ahora es una marcha atrás muy violenta y la mayoría de las películas que se están haciendo ahora, va a resultar muy difícil poder hacerlas con las nuevas condiciones que se plantean desde el Incaa.

A. P.: –Concuerdo con Gustavo. Las películas que hicimos nosotros, sin la posibilidad de la vía del Incaa para documental digital, no se hubieran podido realizar. Es muy complejo lo que está ocurriendo, también porque no se entiende muy bien qué es lo que está pasando o hacia dónde quieren ir, y eso lo hace más siniestro aun. 

J. M.: –Veo que hay mucha preocupación en toda la industria, pero algunos todavía mantienen la esperanza de que la nueva reglamentación se vuelva para atrás. Estamos todos a la espera de lo que va a pasar.

L. T.: –Cuanto menores sean las posibilidades de producir una película, más voy a escribir y más voy a intentar hacerlo. Como estrategia personal, voy a hacer inversamente proporcional las posibilidades con mis ganas y los intentos. 

G. F.: –Me parece que hay un horizonte que es personal y uno que es colectivo. Probablemente muchos de nosotros sigamos haciendo películas y que haya una reacción de rebeldía frente a eso. Pero después, hay una construcción política que son los modos en que garantizamos que esto ocurra y el acompañamiento de políticas culturales que nos beneficien a todos. Esta es la lucha central. Doy clases en la Universidad de La Plata a gente que estudia cine, que está en los últimos años de la carrera. Y para mí, los últimos años de mis clases era entender que, al margen de lo que dijese ante esos alumnos, para ellos había un horizonte. Había un horizonte donde hacer una película, en algún momento, era un horizonte posible. Creo que ese es el horizonte que peligra seriamente. Por otro lado, cuando hablamos de cantidad de películas, también hablamos de puestos de trabajo. Eso no se puede perder. Hay mucha gente ligada a las películas y si se hacen doscientas o si se hacen veinte no es lo mismo. Entonces, son un montón de factores que hay que tener en cuenta para pensar el problema.

J. M.: –Frente a esas películas que se cuestionan porque tienen pocos espectadores, hay que tener en cuenta que los directores gracias a ellas van a poder desarrollar sus carreras y realizar otras que después sí van a poder llevar más gente. Es muy raro que empieces con 20 mil espectadores.

M. L.: –Para mí es un retroceso terrible en términos culturales. Obviamente que es muy importante que el Incaa genere laburo para las personas, para los que queremos hacer cine, pero me parece que el peor impacto es en la independencia cultural, en la necesidad de poder tener diversidad de voces en las películas y no una sola voz hegemónica. Eso es lo más peligroso que va a suceder o que está sucediendo: la censura de voces en términos económicos y también en términos directos, porque parece que hay listas negras, una cosa terrible.

A. P.: –El retroceso que se está viendo con esta reglamentación es que, en realidad, ahora tendríamos que estar discutiendo los canales de exhibición de estas películas que estamos haciendo en vez de discutir que den marcha atrás a la nueva normativa de fomento.

–¿Cuál sería una posible solución para mejorar la exhibición del documental argentino?

G. F.: –El documental atraviesa los problemas de exhibición de la mayoría del cine. El problema de la exhibición excede al documental porque es también un problema de la ficción. Es decir, los canales de distribución y el control de la exhibición son un problema cultural muy serio. Hay que tomar medidas políticas y culturales muy serias frente a eso, que es para el documental pero también para la ficción. ¿Cuáles? No lo sé, pero hay que discutirlas seriamente. La cuota de pantalla es una medida que hay que defender. La experiencia de los Espacios Incaa tuvo la intención de mejorar la exhibición, pero fue muy descuidada. Hay que pensar nuevas medidas también. Es un problema complejo de todo el cine. 

* Sedes y horarios de proyección en docbsas.com.ar