El humor político forma parte del ADN argentino. La conflictiva historia argentina está contada no sólo por los manuales escolares sino también por la ácida mirada de periodistas, humoristas, ilustradores y guionistas, que la reflejaron a pura ironía y sarcasmo. El mosquito, Don Quijote, Caras y Caretas, Cascabel, Tía Vicenta y Humor fueron algunas de las publicaciones gráficas en las que a la política se la abordó desde el humor crítico, llegando hasta la actualidad con la revista Barcelona. En la pantalla chica, Tato Bores es uno de sus grandes emblemas, que en la última década encontró a Diego Capusotto a un representante trash de la crítica humorística. Por ese camino, hace ya varios años transitan Thelma y Nancy, las dos señoronas acomodadas que disparan a cuanta idea progresista se les topa en su camino. Envalentonadas por el cambio de gobierno, las dos anti kirchneristas confesas y brutales se presentan este sábado a las 21 en la Sala Caras y Caretas 2037, de Sarmiento 2037. “Tenemos que intentar reírnos ante una realidad que abruma”, dispara Max Delupi, el creador y protagonista –junto a Beto Bernuez– de la dupla que le regala el título a un espectáculo que satiriza la realidad.
Hijas del kirchnerismo por oposición a sus políticas, Thelma y Nancy irrumpieron desde su Córdoba natal en 2009, cuando Víctor Hugo Morales les abrió la pantalla de canal 9 en Bajada de línea. Desde entonces, estas representantes de la Argentina para pocos se convirtieron en los personajes desde donde Delupi desarrolló una mirada humorística y crítica de la realidad. Claro que las insidiosas opositoras de ayer son las fervientes oficialistas de hoy, gobierno de Cambiemos mediante. “Thelma y Nancy siguen siendo una caricatura del discurso de la derecha. En ellas se expresa las consecuencias del bombardeo mediático. Lo que cambió fue el partido gobernante. Ellas tuvieron que transformar el enojo al gobierno kirchnerista a la defensa victoriosa del gobierno de Macri. De cualquier manera, el “enemigo” de ellas sigue siendo Cristina, el “negro”, el peronismo, la izquierda y cualquier representante progresista de la Argentina y de Latinoamérica. Lo que notamos es que mientras que antes teníamos un público absolutamente kirchnerista, hoy el componente es más diverso ideológicamente. Otra de las cosas que ha variado es que hemos aumentado la cantidad de público que vienen a nuestros shows.”
–¿Sí?
–Si bien siempre tuvimos nuestro público, nos presentábamos en teatros pequeños y muy de vez en cuando hacíamos alguna función en teatros grandes. Ahora hacemos más shows en grandes teatros, porque cada vez más gente nos viene a ver. De cualquier manera, preferiría que haya otro gobierno y vender menos entradas. Es muy chiquito el “bien” para tanto “mal”. No lo esperábamos. Creo que se da porque todos los argentinos tenemos una Thelma y una Nancy en nuestras familias. Hay un sector de la sociedad argentina que piensan como ellas, que miran Animales sueltos o Intratables y que en su cabeza perciben que un gobierno nacional y popular es algo peligroso para sus intereses.
–¿Cómo reaccionaba el público con Thelma y Nancy hasta diciembre de 2015, y cómo reacciona ahora?
–Durante el gobierno de Cristina el público no se preocupaba de determinadas cosas que podían decir Thelma y Nancy. Ahora hemos perdido esa tranquilidad. Antes la respuesta del público era más pasiva, mientras que ahora es más explosiva. Evidentemente, mucha gente va a hacer un poco de catarsis a través de la ridiculización de situaciones cotidianas que asfixian a muchos. Ven caricaturizadas cuestiones de las que antes no tenían por qué preocuparse. Eso cambia la reacción, a punto tal que el espectáculo parece un desahogo para muchos. Es raro: hay una mezcla de alegría y tristeza que se expresa en la gente.
El espectáculo que el sábado presentarán en la sala Caras y Caretas 2037 no se limitará a Thelma y Nancy, que estarán acompañadas por su amiga Perla (Claudio Villarruel). El humor político también se expresará en los personajes creados por Sebastián Fernández (Juan Car Lo, el “rector de la Universidad para panelistas televisivos Francesco Vilouta”) y por Agustín López Nuñez (que le pondrá voz y discurso a diferentes políticos de la actualidad). Además, Delupi desarrollará su teoría del SIM (Sorete Imposibilitado de Mirarse), a partir de la que intentará descubrir por qué los argentinos somos como somos y votamos como votamos.
“El SIM es todo argentino resentido, que fue criado bajo la teoría de los dos demonios, que no son otros que mamá y papá”, desarrolla el humorista. “Hay una generación de argentinos que somos capaces de cambiar a nuestros padres por otros que daría igual, porque en todos se repitieron ciertas ideas que formaron nuestra educación. Todos fuimos criados con el complejo de culpa, nos obligaban a comer comidas espantosas, no podíamos de ninguna manera discutirles a nuestros padres, nos metieron en la cabeza una educación machista en la que lo peor que nos podía pasar era tener un hijo homosexual... Ideas que moldearon la formación de los que tenemos entre 30 y 50 años, que además quisimos transferírsela a nuestros hijos y éstos nos sacaron cagando. Es un monólogo en el que nos reímos de nosotros mismos. Muchas veces creemos que la batalla es con los otros, cuando en realidad la profunda batalla cultural es contra uno mismo, contra nuestros prejuicios y nuestras costumbres retrógradas. Tenemos que mirarnos a nosotros mismos”, subraya.
–¿Es un buen momento para hacer humor político?
–En Latinoamérica la grieta siempre se expresa. El humor político siempre acompaña a la Argentina. Habría que definir qué es humor político. Hay quienes lo entienden como lo hacía Enrique Pinti en algún momento, en donde a la política se ridiculizaba o se la demonizaba. Hay quienes creen que la imitación de un político es de por sí “humor político”. Desde Yrigoyen hasta Macri siempre se expresó en el país un tipo de humor que tiene como objeto a la política, hasta en las dictaduras militares. El humor político forma parte de la batalla cultural, de la lucha de ideas que se expresa en toda la región. No es que en Estados Unidos o en Europa no haya humor político, pero al ser países políticamente cambiantes el humor se convierte en una expresión necesaria de nuestra cultura.
–¿Hay un “resurgir” del humor político?
–No hablaría de un resurgir. Lo que cambió con el macrismo fueron las condiciones para hacer humor político. Artistas que no solían meterse tanto en la política, como Tute, están bajando línea. Es tan brutal el sistema político argentino actual, la manera en que se ejerce la gestión, que uno no puede ser indiferente. La realidad se impone a cada paso. Distinto es el caso de humoristas como Nik, que es funcional al sistema: le da a la gente un humor copiado, intentando ser parte del status quo, más que combatirlo. Es la ironía aplicada en favor del sistema. Hay un aprovechamiento de algunos que, sobre el enojo de algunos o el fervor de otros, en esta grieta se ponen a hacer humor como un paño frío frente al dolor, o como expresión de la alegría de otros. Desde el humor político, nosotros estamos intentando una militancia dentro de la batalla cultural. El humor político debe reírse del poder y desenmascarar sus dispositivos.