-Dejé todo: la casa, el marido y los perros y eso que mi marido lloraba, relató Rosa, en una precuela del Encuentro Nacional de Mujeres que se va a realizar en Resistencia, Chaco, el 14,15 y 16 de octubre de este año, sobre la importancia de las maternidades autónomas que se gestan en los viajes que ya llevan 32 años. El Encuentro de Mujeres, para muchas de las mujeres que salen de los barrios del conurbano y de las provincias en las que suelen despertarse y acostarse siempre en la cama y tenerlas al frente de la cocina y del lado de la puerta de las que esperan, no es solo llegar a un lugar nuevo. Es, también, despedirse de la casa y la familia como un ancla que no permite ningún despegue. Rosa es parte de un movimiento horizontal que, desde 1986, se encuentra, viaja, se escucha y marcha, en pos de muchas demandas, pero con una interpelación que comienza solo con cerrar la puerta: una maternidad nueva que se vuelve más libre cuando se multiplica y se abraza fuera de la demandas sin pausas.
-La primera vez era tímida y no hablaba, ahora ya no soy tímida y hablo -diferenció Beatríz, con una sonrisa que juega con su cara entusiasmada y un pasaporte con los sellos de una gira federal junto a miles de mujeres.
Beatriz ya fue a Chaco, a Paraná, a Misiones, a Jujuy y a Rosario. No solo conoció el país. Se conoció a ella y desconoció el mandato de ser para los demás y dejar de rehacerse a ella misma. Beatriz es mamá de dos hijos a los que ayuda a estudiar veterinaria y sistemas. Los Encuentros de Mujeres le consolidaron su voz y su autonomía, su mirada y su sensación de pertenecer a un lugar mucho más amplio que los ladrillos de la vida doméstica. Por eso, el Encuentro de Mujeres -que este año coincide con el Día de la Madre- también fue un trampolín para reinventarse como una madre nueva. Incluso, cuando en la represión de Rosario, en el 2016, sus hijos la llamaban al celular para preguntarle si estaba bien, si no le había pasado nada y ella decía que sí pero que las balas de goma picaban a solo tres metros de sus pasos, eso también fue una forma de sentir que su presencia no era obvia. “Una siempre está preocupada por ellos y que ellos se preocupen por mí también me gustó”, subrayó.
-Ella no pide permiso -la define su marido. Y así es. No tiene que preguntar si puede, sino que se sube al micro directamente. Si el destino es el Encuentro de Mujeres ella está arriba del colectivo antes de que salga. Le gusta pasear, pero le gusta, por sobre todo, participar de los talleres. “A veces pensas que en tu casa tenes problemas y lo tuyo es un poroto. Te levanta la auotestima”, explicó, a las que todavía no vivieron la revolución que ya lleva 32 años, en una ronda de un Pre Encuentro organizado por las mujeres de Unidad Ciudadana, en Estebán Echeverría, con el apoyo de la Secretaria de Desarrollo Social Paula Ferro, el sábado 7 de octubre . El sol dejó sin techo a la tarde, mientras las chicas hacían un picado en un potrero sin fronteras con el espacio verde y la pasta frola se convidaba con café o se intercalaba con medias lunas. Las palabras giraban denunciando que la televisión muestra a las chicas como culpables de sus crímenes y a las mujeres como enemigas de las propias mujeres. Pero la realidad es otra y la única manera de contarla es tomar la palabra.
Débora tiene el pelo largo, jeans y un brillito en los labios. Las jóvenes también sueltan ataduras de los mandatos maternales que incitan a los regalos de licuadoras y a las madres aferradas como única forma de amorosidad materna. “Antes no me animaba a dejar sola a la nena, pero cuando me animé conocí mucha gente, desde el micro, desde que empezó el viaje hasta que nos subimos a unos zancos en la marcha”, compartió con ganas.
A Rosa los Encuentros le cambiaron la maternidad. Ella trabaja de noche como acompañante terapéutica. Siempre corría para ir a hacer funcionar su casa como si fuera un elemento indispensable como la luz o el gas. Ahora sus hijos tienen que lavar los platos y la ropa. Ella desayuna en un bar con un café y algo rico antes de llegar. Y a la noche, cuando no trabaja, se va al cine sola. “Es mi tiempo y ahora voy al cine y a desayunar. Cuando tus hijos son grandes abren la puerta y se van y vos te quedás sola. Primero te sentís mal si no estás a disposición, pero después te das cuenta que el mundo sigue girando. Siempre viví pendiente de todos y que tengan la ropa limpia y la comida que les gustaba. Pero cuando empezás a pensar en vos te das cuenta que siguen vivos y que una no puede estar en todo”, reflexionó Rosa. La maternidad cambia sus libretos cuando se puede compartir en ronda.