“La amistad es un sentimiento divino” está escrito en la lápida de una tumba en Père Lachaise, una vez más el famoso cementerio francés, el del collage de rouge de bocas y besos para Oscar Wilde, el de las tumbas de Gertrude Stein, de Collete y de Proust, aviva misivas de amor y recelos de época sobre el mármol.
Ese sentimiento divino no es otro que el amor que la pintora Rosa Bonheur compartió con dos mujeres, con Nathalie Micas primero y con Anna Klumpke después. Desde que Anna murió en febrero de 1942 las cenizas de las tres pintoras comparten suelo y cielo en ese cementerio. Arriba de la tumba dice: “Familia Micas”. Rosa y Nathalie vivieron juntas más de cuarenta años, se conocieron cuando una tenía doce años y la otra catorce y juntas vivieron en un castillo hasta que Nathalie murió.
Anna, la joven pintora californiana, completó el triángulo unos meses después de la muerte de Nathalie y fue quien acompañó a Rosa hasta la suya, quien publicó algunas cartas de amor, algunos bocetos inéditos y su biografía. Nathalie, hija de un tipógrafo de clase media alta parisina, tenía doce años y estaba vestida y peinada para posar cuando Rosa llegó a su casa de la mano del pintor que iba a retratarla. Ese pintor era el papá de Rosa y era habitual que Rosa que ya pintaba y era su mejor alumna lo acompañara a trabajar.
Esa tarde mientras la hija alumna aprendía a pintar mirando a su papá se hizo amiga de la nena de casa. Tras las sesiones de óleo y posado las nuevas amigas se volvieron inseparables, las crónicas dicen que eran siamesas simbióticas y dicen también que Rosa, la pintora de animales más famosa del siglo XIX, no hubiera sido Rosa Bonheur sin la ayuda y la compañía de Nathalie.
¿Cuántos caballos pintaron juntas? Nathalie que también pintaba animales (gallos, gallinas y liebres) y expuso en el Salón de París apenas tenía horas del día o de la noche para el lienzo propio porque siempre estaba ocupándose de algo. Se ocupaba de todo, de la casa, ¿también de crear un sistema efectivo de freno para los trenes que veía pasar? ¿fue ella la autora de la patente “freno de Micas” y del dibujo del prototipo que acompaña e ilustra alguna de las siluetas que apenas cuentan su biografía? Sí, tal vez fue ella y tal vez también se ocupó de eso, pero de lo que sin duda se ocupó fue de los fondos comerciales de la famosa Bonheur (tan famosa como para que fabricaran en el siglo XIX una muñeca con su cara), de la venta de las pinturas de Rosa y de Rosa, especialmente de Rosa.
Juntas llegaron a los Pirineos, juntas recorrieron ferias de ganado y caseríos adonde iban para dibujar animales, juntas renovaban cada seis meses en la prefectura de París el permiso de travestissement que las autorizaba a usar pantalones, juntas acompañaron al padre de Nathalie en su lecho de muerte (dicen que el tipógrafo bendecía el amor que una sentía por la otra) y juntas vivieron con la mamá de Nathalie cuando enviudó. Con vueltas y merodeos compasivos Nathalie apenas aparece como pintora en la historia del arte siempre tan acostumbrada a la severidad desdeñosa de la mirada amaestrada, ya es hora de que sus gallinas hagan ruido y de que sus liebres salvajes salgan a correr por campo traviesa.