Mientras trotaba por las calles de Londres, la periodista y activista feminista Caroline Criado-Perez recaló el pasado año en cierto “detalle”: que en la icónica Plaza del Parlamento, frente al Palacio de Westminster, hay once estatuas, y todas y cada una homenajea a un varón. Procedió entonces la muchacha a averiguar qué sucedía en el resto de Inglaterra y, a partir de la data recabada, arribó a la siguiente conclusión: “Para volverse estatua, una mujer tiene que ser una musa desnuda, parte de la realeza o la madre de Dios, cuando no mera figura mitológica o alegórica”. Ni tan exagerada Criado-Perez, que tuvo fulgurante eureka para compensar tan magra ecuación: lanzar una campaña para que la mentada plaza, epicentro de la democracia británica, incluyese a una mujer entre sus figuras de bronce. No cualquiera, dicho sea de paso: la de una sufragista pionera que pudiera inaugurarse en 2018, año en que se cumple un siglo de esencial batalla ganada: el sufragio femenino en UK. Ganada, cabe recordar, tras presentar ¡2588 peticiones! al Parlamento, y con limitaciones la primera reforma inclusiva de la ley: solo las mujeres mayores de 30 podían votar en 1918. Ganada, además, tras años de manifestaciones, huelgas de hambre, tirada de panfletos reivindicativos, autoencadenamiento…
“En la Plaza del Parlamento hay once estatuas. Ninguna es de una mujer ¿Dónde están las mujeres que lucharon con fervor por sus derechos?
¿Dónde están las mujeres que desafiaron los bastones de la policía y de la convención? Las que salieron a las calles. Las que enfrentaron el ridículo, el encarcelamiento, los golpes, por la simple razón de creer que las mujeres eran iguales que los hombres”, se enfervorizaba Caroline en su petición, que pronto reunió 85 mil firmas (incluidos los ganchos de la escritora J.K. Rowling y la actriz Emma Watson), logrando su principal cometido: capturar la atención del alcalde de Londres, el laborista Sadiq Khan, que efectivamente dio el visto bueno para que una histórica dama, feminista rompedora, luchadora incansable, emperifolle desde el próximo año la susodicha plaza inglesa. Y cumpla el simbólico rol que le caben a las estatuas en preeminentes espacios públicos: alcanzar el cénit del reconocimiento, contribuir a la memoria colectiva como visible recordatorio, ser modelo que chicuelas puedan conocer y, por tanto, imitar. Más que necesario en caso de ladies notables; ya lo dijo Virginia Woolf: durante la mayor parte de la historia, “Anónimo” fue una mujer…
Pues, de aquí en más, anonimato cero para Millicent Fawcett, la activista pacifista y líder política elegida para cortar con el monopolio de los muchachos en Parliament Square (Plaza del Parlamento). Nacida en 1847, muerta en 1929, dedicó MF su vida toda a asegurar el voto femenino, a promover el derecho a la educación superior de las mujeres, a abogar por igualdad de oportunidades en el mercado laboral. Atendió las problemáticas de las obreras que recibían salarios ínfimos para sobrevivir. Trabajó para acabar con el tráfico de mujeres, en favor de los derechos de las prostitutas. Escribió ensayos feministas y económicos, también una novela y un libro de memorias. Hermana de Elizabeth Garrett (primera cirujana de Gran Bretaña), fue presidenta de la National Union of Women’s Suffrage Societies y confundadora de la universidad Newnham College, escuela para mujeres en Cambridge. Y aunque no suscribía a las tácticas radicales de compañeras como la mítica Emmeline Pankhurst, optando en cambio por esfuerzos de persuasión política, difusión y propaganda, sus estrategias fueron tan vitales para la causa como las acciones directas de Pankhurst. Aunque eficiente y perseverante, empero, muchas son las personas que desconocen su vida y obra. Al menos, hasta ahora…
Porque además de confirmarse que, en efecto, la estatua de Fawcett se instalará en la Plaza del Parlamento el venidero febrero, ya se ha compartido un boceto de la misma. Diseñado, colmo de bienes, por la reputada artista brit Gillian Wearing, premio Turner 1997, internacionalmente reconocida por piezas como A Real Birmingham Family. Claro que, conforme suele suceder con cada petit logro, no faltaron voces críticas prontas a encontrarle el pelo al huevo (una melena, realmente). Para algunas,¡terrible! resulta que una artista conceptual como Wearing esté a cargo de la obra cuando hay otras contemporáneas más duchas para la tarea. Para otras, los muchos logros de Fawcett no son suficientes, mejor opción hubiera sido Emily Davison (sufragista -recordemos- que murió atropellada por un caballo de carreras al colarse en la pista para colgar su banda de la montura del rey Jorge V). Tampoco faltaron quienes objetaron el uso de fondos públicos para financiar el proyecto, o el sitio elegido para instalarla, o el propio diseño al grito de: “Por cómo sostiene la pancarta, ¡de costado parece una mujer colgando la ropa!”. En fin…
Lo cierto es que el año próximo, cuando se desvele la pieza final de Fawcett en bronce sosteniendo un cartel que reza “El valor llama al valor en todas partes” (frase tomada de un discurso que dio tras la muerte de Davison, dicho sea de paso), lxs londinenses serán testigxs de dos primeros: la primera estatua que reconoce a una mujer en la icónica plaza, y la primera estatua hecha por una mujer para la icónica plaza. Así y todo, Criado-Perez llamó a redoblar los esfuerzos: “Es crucial continuar dando batalla por la representación femenina en espacios públicos. Durante demasiado tiempo nos han negado el derecho a saber que también hemos sido protagonistas de la historia. Pues, esta es nuestra historia. La historia que necesitamos conocer”.