Ese mundo en miniatura de las marionetas que entra a escena bajo el amparo de los actores hará posible el tránsito por un espacio cambiante donde la Revolución Rusa será contemporánea y espectral.
Estela está un tanto aturdida por la conmemoración de los cien años de una revolución que parece no interesarle a nadie o que su entorno lee bajo una serie de ideas que no pueden dialogar con ella. Porque esta teórica marxista ha dedicado su vida a estudiar la hazaña bolchevique, especialmente la figura de Alexandra Kollontai, una revolucionaria que hablaba del aborto legal y el matrimonio igualitario cuando el siglo veinte comenzaba y la Rusia Roja necesitaba a las mujeres como fuerza de trabajo.
Arde brillante en los bosques de la noche no se propone reconstruir el hecho revolucionario. La dramaturgia la embiste sobre esos remanentes que hoy se despiertan en la vida de tres mujeres atravesadas por la complejidad de una época que el texto de Mariano Pensotti no desdeña, las ubica en un límite. Allí el director piensa una serie de conflictos que hacen de lo ideológico, de los modos teatrales de discutir y actualizar la idea de revolución, un impulso siempre cambiante donde a cada logro, a cada decisión de estas mujeres que se involucran en la acción armada o en la competencia por un ascenso en un canal de noticias, corresponde un escollo de esa realidad machista que resiste. Allí estaría el verdadero combate que se da en el ámbito de los vínculos como una señal de que la revolución feminista actual busca transformar lo naturalizado.
Para lograrlo Pensotti hace de la estructura su principal artillería. Cada historia requiere un registro narrativo diferente que provoca un vuelco, una alteración en el posible acostumbramiento del público. La evidencia de estar frente a una ficción se multiplica cuando lxs propixs protagonistas, en la figura de las marionetas que miran a los actores o de los actores que verán una película, asumen también el lugar de espectadorxs con la voluntad de discutir el drama que los involucra y los obliga a la empatía.
Si las vanguardias ya no existen, Pensotti se anima a traer en la frescura de sus personajes la pregunta sobre los procedimientos al momento de decirse a contar algo tan inmenso como es una revolución. Y lo hace seguro de que esa noción no tiene un lugar arraigado y simple y que tampoco se presenta bajo las formas de un posicionamiento cerrado.
En el modo de desarrollar las situaciones como pequeñas punzadas que llevan a mirar la cotidianidad de las tres protagonistas con ojos extrañados, se podría encontrar algo del distanciamiento brechtiano. La guerrilla colombiana en la que Tanja se enrola para escapar de su destino europeo aparece como una tarea incomprensible en esa razón utilitaria de un capitalismo que se fortalece en la medida que debilita la vida de sus trabajadores. El público puede desentrañar, al mismo tiempo, cómo la revolución se vuelve una sustancia banal, hasta graciosa cuando es invocada de forma estridente pero también se revela necesaria y auténtica en esos dolores que llevan a uno de los núcleos sustanciales de la obra.
Pensotti actualiza la oposición entre clase y género cuando sustenta el drama de sus criaturas en la miseria y la precarización, pero entiende también, como le ocurre a Claudia, que una mujer puede ganar un lugar social y económico superior a un hombre y aún así sufrir su violencia. La revolución es un efecto y una fuerza que se impone en una realidad que solo parece codificable bajo su ausencia. M
Arde brillante en los bosques de la noche se presenta de jueves a sábados a las 20.30 y los domingos a las 20 en el Teatro Sarmiento. Av. Sarmiento 2715. CABA.