Efectivamente, lo que fue la actualidad de guerra en Medio Oriente y que se ha trasladado a Europa por ciertos aspectos, incluso, digamos, en todo el Occidente como tal, vemos que esta nueva actualidad invade un poco el campo de nuestras reflexiones sobre la violencia. Pero hoy, especialmente en Latinoamérica, se sabe que también algo de la violencia y este significante está precisamente vinculado a la violencia entre los sexos y, especialmente, la violencia contra las mujeres -lo cual lo que ocurrió en México desde hace años es que tiene una vigencia particular y también que se transmitió a toda la Latinoamérica en esta preocupación desde México a la Argentina y Chile-.

Veo también que nosotros en Latinoamérica somos también, digamos, los primeros concernidos por lo que es esta violencia particular, esta violencia suicida que se manifiesta en toda la pregunta por el mundo del narco como tal y todas las preocupaciones por las violencias generadas por el narcotráfico que tiene, digamos, un auge extraordinario que pone porque puede poner en peligro todos los lazos construidos, inclusos todos los lazos que pueden mantener un Estado de pie.

Lo de la guerra como tal es abordada de manera bastante distinta en Freud y en Lacan. Freud tuvo que enfrentar, digamos, en el primer episodio de la Gran Guerra Civil Europea, que tuvo dos actos, un primero de entre 1914 y ‘18 y un segundo entre el ‘39 y el ‘45. Pero estos dos episodios, con una tregua de 20 años entre los dos, Freud testimonió el primer episodio y murió antes del final de lo que fue el segundo.

Lo que es llamativo es que apenas empezó la guerra, Freud escribe dos ensayos: uno sobre la desilusión con la civilización que provocó la declaración de guerra, el estado de guerra que pudo tan fácilmente derrumbar las civilizaciones que se pensaban en la cumbre de un arco evolucionista. Hay que acordarse que la guerra estalla en poderes que habían constituido precisamente un imperio colonial. Con este argumento estamos la civilización. Y esto estalla como una mentira. Y el segundo está el ensayo de Freud sobre la extraña relación con la muerte que la guerra desvela. Cito a Freud: “La guerra remueve de nosotros los sedimentos de la cultura reciente y hace reaparecer en nosotros al hombre originario. Nos obliga de nuevo a ser héroes que no pueden creer en la muerte propia. Designa a los extranjeros como enemigos cuya muerte debemos provocar o desear. Nos aconseja pasar por alto la muerte de los seres queridos. La guerra, por otra parte, no puede abolirse mientras las condiciones de existencia de los pueblos sean tan diversas y su repulsión mutua tan violenta, necesariamente habrá guerra.”

Freud lo retoma de otra manera incitado por Einstein 20 años después. En un ensayo intitulado “¿Por qué la guerra?”. Y en el texto de 1932, Freud insiste sobre el hecho de que el pacifismo es la única posición razonable del hombre civilizado. Y Freud concluye su texto con una pregunta angustiada. Él es pacifista, los hombres razonables son pacifistas, pero no todos. Y plantea la pregunta: ¿cuánto tiempo más debemos esperar antes que otros también se conviertan en pacifistas? Freud para esto habla de la influencia de la cultura y de -lo cito- “la ansiedad justificada por los efectos de una guerra futura”. Lo que siguió demostró que la cultura precisamente se adapta muy bien a la guerra y no funciona tanto como obstáculo. Pero la angustia contra los desastres de la guerra, esto sí se puede decir que en los años ‘60 tuvo su importancia, pero antes vemos la posición distinta con la cual Lacan ubica la guerra.

Lacan, como Freud, piensa que la guerra no puede abolirse, que es un real. Pero en este hecho imborrable de la guerra constata que, finalmente, no produce un derrumbe. Y en su texto La psiquiatría inglesa y la guerra subraya: “¿Cómo podemos, dice él, seguir discutiendo sobre la psicología de la génesis de los trastornos mentales, cuando las estadísticas han demostrado una vez más el asombroso fenómeno de la reducción con la guerra de los casos de enfermedades mentales, tanto en los civiles como en el ejército? Y al revés de Freud, constatando que la guerra desvela un hombre prehistórico originario, constata que, finalmente, los neuróticos, aliviados de las exigencias de la civilización y de comportarse bien con este desencadenamiento pulsional que representa la guerra, reducen sus trastornos mentales. Es otra manera de interpretar esta liberación de las exigencias de la vida civilizada.

Lo que Freud denunciaba en la civilización -lo cito-: “Quienes se ven así obligados a reaccionar constantemente ajustándose a normas y prescripciones sin conexión alguna con sus inclinaciones íntimas están, psicológicamente hablando, viviendo por encima de sus posibilidades. Eso está en su ensayo de 1915. Y Lacan lo sigue en este punto, pero lo que constata es que la guerra precisamente en su estado de caos pulsional alivia a los neuróticos. Y es algo que retoma en su última enseñanza. Por ejemplo, en el ‘73 dice Lacan: “Siempre he dicho algo que no es suficientemente conocido: que los neuróticos son indestructibles. Las únicas personas que vi comportarse admirablemente durante la última guerra eran mis neuróticos. Los que aún no había curado eran absolutamente sublimes. Nada le hacía nada, tanto si carecían de lo real, de lo imaginario o de lo simbólico aguantaban.”

Sin duda es una ironía sobre la suplencia neurótica del nudo borromeo, pero permite dar una nueva versión de este hilo rojo que sigue entre el Freud de 1915 de Lacan de “La psiquiatría inglesa” y de este último toque del ‘73. Y Lacan toma distancia con el Freud del ‘32 que con Einstein se planteaban en posición de científicos moralistas. Dice: “Cuando se juntan como científicos, la guerra es rechazada como una locura, pero existe igualmente. Están todos ahí y todos los científicos devorándose los sesos. Warum Krieg? Freud y Einstein son iguales. Esto no está a su favor.”

Lacan considera que esto fue un extravío de Freud al hablar como científico y no hablar como psicoanalista. Como psicoanalista, la guerra era una real. En el seminario de Del Otro al otro del ’68, Lacan dice también: “El poder capitalista, ese poder singular cuya novedad les ruego que aprecien, necesita una guerra cada 20 años. Esta vez no pudo hacerlo, pero el final lo hará igualmente”. En esta época, Lacan escribía seis años después de la gran crisis de los misiles de Cuba que no desembocó en una guerra, probablemente debido a lo que Freud llamaba “angustia justificada por los efectos de una guerra futura”, pero Lacan pensaba que el poder, lo que él dice en esta época capitalista va a encontrar una solución.

 

*Intervención el 9/11/23 invitado por la NEL en América. En Psicoanálisis Lacaniano. Blog para la transmisión del psicoanálisis.