Desde Río de Janeiro
Vergüenza doble es la síntesis que eligieron los diarios brasileños para calificar la noche del Maracaná, en la que la Selección de fútbol de su país perdió su invicto en las eliminatorias, y la policía perdió totalmente la racionalidad cuando reprimió salvajemente a los hinchas argentinos en una de las cabeceras del estadio.
No tienen datos precisos sobre cómo empezó todo, pero coinciden en varios aspectos: 1) Que la distribución del público fue malísima, porque la hinchada argentina quedó encerrada en el embudo de la tribuna sin separación con los hinchas locales. 2) Que el accionar policial fue una locura, repartiendo bastonazos a los argentinos indiscriminadamente.
Después del partido, camino al subte, en la desconcentración del estadio, cosultamos a varios argentinos que habían estado en el lugar de los hechos. Recibimos distintas versiones sobre el comienzo de los incidentes: que todo empezó cuando tiraron un palo de bombo y le pegaron a una mujer; que fue cuando dos se agarraron a piñas porque un brasileño silbó el himno argentino; que los brasileños provocaron; que los gritos de lado a lado llevaron a que volaran pedazos de las butacas de plástico. Donde también hay coincidencias es en las críticas a los policías.
Lo que valoraron mucho los hinchas fue la actitud de los jugadores, que no dudaron en correr hacia el campo de batalla (Emiliano Martínez salto hasta la tribuna misma), y luego retirarse a los vestuarios en señal de protesta. Algunos comentaristas de radios cariocas resaltaron la actitud de los argentinos y cuestionaron a los de la canarinha, porque no se solidarizaron. Solo Marquinhos se acercó un poco a hablar con los jugadores argentinos, mientras los demás miraban.
El comportamiento en general del público brasileño fue muy singular. Había muchos con camiseta argentina y el 10 en la espalda; aplaudieron cuando mencionaron las alineaciones; gritaron gol cuando se puso a patear tiros libres y colocaba la pelota en los ángulos en el calentamiento, y lo abuchearon una y otra vez después de que llevara a sus compañeros a los vestuarios en reclamo por lo que había hecho la policía.
La torcida aullaba ante cada falta de los de Scaloni, se repetía en un canto clásico que dice que Pelé hizo mil goles y Maradona era un drogón, se enfurecía cuando los suyos tiraban la pelota atrás o fallaban en un pase. Muchos se fueron a diez minutos del final tras la expulsión de Joelinton, seguros de que estaba todo decretado, y muchos cantaron "ole" en un momento sobre el final, cuando Argentina toqueteó la pelota un minuto seguido.
El enojo viene de las derrotas contra Colombia y Uruguay, se agranda con algunas decisiones de Fernando Diniz, y las flaquezas defensivas que cada vez se hacen más notorias. "Lo único bueno es que ahora no habrá eliminatorias hasta septiembre del año próximo", dicen. Y muy pocos creen que se vaya a concretar la llegada de Carlo Ancelotti como se viene anunciando desde hace un tiempo.
Brasil quedó con siete puntos en la tabla de posiciones, a ocho de la punta y a solo seis de la cola, pero obviamente nadie duda de la clasificación. Más teniendo en cuenta que hay tiempo para la recuperación de Neymar, Richarlison y Vinicius Junior.
En los diarios brasileños se agrandan las críticas a los locales, cuando se analiza lo poco que hizo Argentina en ofensiva. No les falta razón, porque en el primer tiempo el equipo de Scaloni manejó mejor la pelota pero sin ninguna profundidad. Del fondo hasta tres cuartos de cancha la pelota redondita para superar la débil presión, pero de ahí en más poco y nada, entre otras cosas porque Messi jugó en malas condiciones físicas.
Como sea, se ganó bien, legítimamente y se estrecharon los vínculos entre los jugadores y los hinchas. El enamoramiento no se había roto con el traspié ante Uruguay, y la gente siguió cantando ese día a pesar del resultado. La novela rosa abrió un nuevo capítulo.
Y si para ellos fue una doble vergüenza por lo adentro y lo de afuera, para los hinchas argentinos fue una doble alegría por el triunfo dentro del campo de juego, y por la actitud de los futbolistas que sacaron la cara por los de afuera.