La ética es la posición de un sujeto frente a su soledad es atemporal, atemática y existencial. A diferencia de la moral que, como dice Ariel, A. “es la pereza de la existencia, dormir en los signos del otro”. La moral no crea, en cambio la ética si.
¿Por qué razón, personas que no son crueles en su día a día, ni cometerían actos crueles directos, pueden “en la soledad” del cuarto oscuro emitir un voto a favor de discursos de hostilidad y odio?
¿Por qué existen personas que se identifican a estos discursos donde se aseguran los ideales del “sálvate solo”?
“La gente está loca”, “son todos gorilas”, se escucha de un lado de la campana. Sin embargo, me pregunto, ¿será así? ¿es eso lo que explica que existan personas que sin ser crueles voten de ese modo?
Bauman (1988) destaca que los actos crueles no los cometen individuos crueles, sino personas comunes y corrientes que intentan alcanzar “algún éxito”. El autor intentó realizar un análisis sobre el por qué las personas pueden tomar decisiones crueles, aunque no sean crueles y de esta manera encuentra que existen ciertos factores que vinculan a las personas “comunes y corrientes” a obedecer y, por ende, a cometer actos crueles o dar su consentimiento discursos crueles. Veamos algunos de estos factores:
1) La distancia social: La sociedad moderna está fragmentada en jerarquías, esto hace que los actos inhumanos sean más fáciles de realizar porque no se ven. En esta llamada “distancia social” que siente el sujeto lo que hace es volcar en el “líder” el lugar de ideal y de esa manera puede ejercer acciones sobre un tercero excluido. Esta distancia social puede explicar, en parte, por qué hay personas que llegan a decir cosas como que la salud pública debería ser privada y agregar “dejemos de mantener vagos”.
2) La paradoja de la acción secuencial: La acción secuencial (acciones sucesivas de una persona sobre otra) tiene un efecto acumulativo, es importante para obedecer porque conlleva a una paradoja que sería: “Está mal lo que estoy por hacer, entonces ¿por qué lo hice antes?”. Si el sujeto se detiene ante este pensamiento obtendría como correlato un problema moral, de esta manera la paradoja facilita la resistencia a evaluar su propia conducta y a la vez estimula a continuar. Si un votante de Milei ya emitió su voto anteriormente porque, por ejemplo, es “antikirchnerista” o "antiperonista" aunque vea en Milei un sujeto al borde de un brote psicótico es probable que vuelva a votarlo y evitarse un problema moral consigo mismo.
3) La moralización de la tecnología: Se despliega un discurso que pone el acento en lo que la masa poblacional valora, por ejemplo: “Argentina va a tener dólares”. De esta manera, conformaban una “conciencia moral sustitutiva” que mantenía a raya la moral del sujeto cuando vacilaba, ya que es más sencillo no ver la propia responsabilidad cuando una persona es solamente un eslabón de toda una cadena. En palabras de Laso: “El lenguaje de la moralidad destaca las categorías de lealtad, deber y disciplina, dejando de lado las cuestiones éticas ajenas a las preocupaciones de la autoridad de turno”. En el caso de las personas que no son crueles per se y sin embargo se abanderan en discursos de crueldad, esta “conciencia moral sustitutiva” es creada y sostenida por el odio que es impulsado día a día también por muchos medios y multimedios. Digamos que se sustituye la propia conciencia moral desvalorizando las palabras del propio Milei, bajándole el precio a un discurso cruel, aberrante y de hostigamiento absoluto.
4) La responsabilidad flotante: Las personas otorgan su "consentimiento" y de esa manera trasladan la responsabilidad de cualquier acto cruel a otro. La responsabilidad flotante es una condición para cometer actos crueles porque las personas se convencen de que, en definitiva, la responsabilidad será de una autoridad superior.
Podemos decir entonces que se cometen actos crueles no sólo cuando ejercemos directamente esa crueldad sobre otro/a sino también cuando le damos “el mango de la sartén” a otro para que ejecute.
A su vez, subrayo lo siguiente: no es que sean unas “fieras salvajes” o que sean personas que por sí solas cometerían actos crueles, ubicar que “son todos gorilas” o que “no les importa nada” solo nos conduce a desaprovechar la oportunidad de hacer un lugar --al menos a quien esté dispuesto-- para repensarse, para responsabilizarse y para saber que ser el eslabón de una cadena te hace parte fundamental de un sistema de consecuencias y situaciones aberrantes.
De este lado, los y las psicoanalistas escuchamos el dolor y el padecimiento constante, los efectos que tiene embate de lo cultural, el dinero que no alcanza y el avance excesivo de la tecnología (y todos sus dispositivos), la desregulación absoluta del uso de los gadgets, etcétera, como correlato, los afectos --como decía-- resuenan en el cuerpo y son efecto también de esta modalidad de la satisfacción de la inmediatez, porque “no alcanza el tiempo”. En esa misma línea también se sostiene el “sálvese quien pueda”. La obediencia entonces se presenta como una salida inmediata, rápida y “segura”, en el sentido de que siendo obediente adhiero a la creencia de que habrá Otro que responda por mí.
Pero, no nos olvidemos que estamos hechos de pulsión de vida y pulsión de muerte, y que el ser humano también puede y potencialmente podría convertirse en su peor enemigo, la cultura existe justamente para darnos ese aire, ese espacio de bienestar, de calma, donde no hay un decir acabado, sin embargo ¡cuánto se disfruta una linda canción!
Los y las analistas continuaremos la dirección de la cura para que, a pura desobediencia, que aflore el inconsciente y nos interpele, parafraseando a Lacan, “¿Actuaste conforme al deseo que te habita?”.
Florencia González es psicoanalista. Autora del libro “Lo incierto” (Ed. Paco, 2021).