“Esta inflación es incontrolable y la sufren los que menos tienen”, expresó Mauricio Macri a comienzos de septiembre de 2015. En ese mes el IPC elaborado por las autoridades estadísticas de la Ciudad de Buenos Aires arrojó un alza del 1,7 por ciento. El guarismo acumulaba una escalada del 17,8 por ciento en nueve meses y la variación interanual llegaba al 24,0 por ciento. Dos años después, cuando promedia la mitad del primer mandato presidencial de Macri, las mediciones de precios porteñas están por encima de aquellos valores. La cifra mensual anotó una suba del 1,6 por ciento que en los primeros nueve meses del año suma una escalada del 18,8 por ciento y en términos interanuales trepa un 26,2 por ciento. 

El escenario se repite con pequeños matices en todas las mediciones de precios alternativas como el denominado IPC Congreso, que durante años tuvo como uno de sus voceros al actual presidente del Banco Central, Federico Sturzenegger. Dos años atrás el indicador arrojó un alza de 1,9 por ciento y en septiembre pasado la suba fue del 1,6 por ciento. El dato cuya presentación también solía contar con la participación de la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, acumulaba entonces una escalada interanual del 25,9 por ciento y hoy muestra un incremento del 25,1 por ciento. 

“Eliminar la inflación será la cosa más simple que tenga que hacer si soy Presidente”, aseguró Macri el 5 de noviembre de 2015. Los datos del Indec publicados ayer permiten anticipar que al finalizar la mitad del mandato presidencial la inflación será superior a las estimaciones vigentes al finalizar la presidencia de Cristina Fernández de Kirchner. La trayectoria de los precios es presentada desde la Casa Rosada como un logro económico que, sin embargo, omite mencionar que la baja llegará luego de que el año pasado el IPC marcó 41 por ciento, el nivel más alto en dos décadas. Aunque el último registro del Indec –suba mensual del 1,9 por ciento mensual y el alza acumulada en nueve meses del 17,6 por ciento– representa el fracaso para cumplir con la meta de inflación, el rango utilizado por el BCRA, entre 12 y 17 por ciento, se convirtió en una efectiva herramienta para contener los reclamos salariales y bloquear los intentos para recomponer la capacidad de compra perdida el año pasado. Aun cuando los niveles de inflación retornen a los valores previos al cambio de Gobierno, la capacidad de compra de los asalariados se mantiene 5,6 por ciento por debajo de los valores registrados hace 22 meses.