Elegí un trabajo que te guste y no tendrás que trabajar ni un día de tu vida. Quizás la mentira más grande instalada en la psiquis cultural occidental sea esta frase adjudicada al filósofo chino Confucio, aunque hoy no hay nadie que la crea. Desarmar esa mentira implica cuestionar algunas de las nociones más básicas que sostienen el trabajo y, por ende, las vidas de la inmensa mayoría: ¿trabaja menos alguien que hace lo que le gusta? ¿Hay trabajos superiores a otros? ¿Qué es, exactamente, "un trabajo que te gusta"?
En su nuevo disco, Día del Trabajador, Fonso se hace estas y otras preguntas a través del prisma de los trabajadores y trabajadoras de la música independiente. No fue casual que el disco saliera en plena discusión de dos modelos de país radicalmente opuestos, donde el trabajo y todo lo que conlleva -la dignidad, la subsistencia- seguirán siendo un punto central de tensión. "Es un momento clave para la sociedad, donde de repente se ponen en discusión cosas que uno da por sentado, como la democracia", dice Fonso, quien para mostrar su fuerza laboral y creativa tocará hoy como telonero de Pulp en el Movistar Arena y el lunes junto a Black Midi en La Trastienda, como sideshow del Primavera Sound.
El consumo, el amor, la ciudad y la decadencia humana también forman parte del cuarto trabajo de estudio del artista oriundo de Castelar. Con una fuerte influencia de Charly García y Andrés Calamaro, Día del Trabajador representa un back to basics en lo musical, un abrazo al rock progresivo y orgánico en el que el músico de 27 años se deja producir por primera vez -hasta ahora, siempre se produjo a sí mismo- por Leandro Lopatín (Turf, Poncho).
- ¿Qué querés contar con tu música, y particularmente con este disco?
- Quizás es hablar un poco de la travesía que tiene una persona en el mundo; y esa travesía puede tener que ver con el trabajo, literalmente, o puede ser con algún desamor o algún desencuentro, algún viaje que fue una revelación o una decepción. Hay canciones que hablan de relatos o de anécdotas o de una situación en particular como una escena de cine. Creo que quizás lo mío es más abstracto, son sentimientos en letras y no tanto escenas.
- El título hace referencia a trabajadores y trabajadoras de la música independiente. ¿Qué te interesaba decir sobre ese mundo?
- Es muy ambiguo esto de ser músico y llamarlo trabajo o música. Pero aparte de ser músico soy trabajador porque me dedico a algo, es un poco ese juego, ¿viste? De chico, uno va empezando, haciendo música con el estigma de "bueno, andá a estudiar y dejá de tocar la guitarrita". Y no, pará, es mi trabajo, o por lo menos eso quiero que sea.
- ¿Te parece que no hay un consenso de que la música es un trabajo?
- Entiendo que no se toma mucho como trabajo la música, por eso también pasa que uno a veces toca gratis o paga por tocar, que es una locura. Imaginate que alguien pague por trabajar. Quizás para algunas personas no es trabajo porque no estás en blanco y no tiene ninguna promesa económica, pero va más allá de lo que sostiene estructuralmente a un trabajo.
- La huella de Charly García está presente desde el primer tema del disco. ¿Qué lugar ocupa en tu música?
- Toda su figura es una influencia, no solamente su música sino su manera de hacer rock en Argentina, muy ligada a lo social y lo político sin ser partidario de algo sino creando algo nuevo, como una especie de religión. Así que las influencias son básicamente Charly García y un poco toda la música nacional de los '80, después del regreso de la democracia. Los Abuelos de la Nada son un muy buen ejemplo también. Con Alfonsín empezaron a salir bandas de todos lados, y la movida es muy parecida a la de ahora. Hoy hablamos de recuperar la democracia y todo eso como si fuese algo novedoso, pero no lo es.
- ¿Y cómo entra el álbum en este contexto político tan sensible?
- Creo que es un muy buen momento para sacar este disco, porque habla del trabajo y porque es un momento muy clave para la sociedad, donde de repente se ponen en discusión cosas que uno da por sentado, como la democracia. Es increíble, ya estamos en 2023. Nosotros ponemos en discusión el trabajo y también el rock y lo que significa en la sociedad. Lo queremos reivindicar como movimiento cultural y borrar los estigmas que tiene, como los excesos y las cosas que no van. El rock no es eso en realidad, sino que se ensució y es solamente un movimiento cultural que trata de ser lo más popular posible para disfrutarse más.
- ¿Es el momento para una nueva contracultura, como lo fue el rock en los '60?
- Bueno, cuando la mayoría de la gente de un país vota al Peluca… De repente yo soy subversivo en ese sentido, porque no pertenezco más al canon de la gran cantidad de personas. Entonces, haciendo rock somos contraculturales incluso cuando el rock, en realidad, hace mucho que no lo es.
- Decís que la diferencia entre un track y una canción es que la canción deja una huella sentimental. ¿Cuál deja este disco?
- Desde el principio, éste fue un disco de canciones, no de tracks como el anterior. Mi idea fue siempre volver a lo más clásico y hacer canciones que puedas sacar en la guitarra y tocarlas y cantarlas, y que sea así de simple. La canción, para mí, tiene una huella muy sentimental que se le impregna a uno en el momento en el que la escucha. Y puede ser ahora o en 10 años, entonces esa atemporalidad también me parece que está buenísima.
- En este disco volviste a samplear voces y relatos. ¿Qué elegiste y por qué?
- Lo último que hice durante la producción del disco fue grabar unas radios en casa, AM y FM, y algunos vinilos que había comprado en Parque Centenario. Había uno que tenía una chabona dando clases de gimnasia y pensé que era de música disco, y al final lo era pero con una profe arriba, tipo "uno, arriba, arriba". Y lo usé. También mucha radio. Sentía que todo estaba muy ligado a la realidad de lo que está pasando: a veces coincidían algunos mensajes con algunos discursos, simplemente con poner la radio y grabar lo que salía.
- En 2018 te fuiste a Berlín con la idea de "vivir más tranquilo", pero volviste. ¿Qué encontraste en la movida musical de allá y por qué volviste?
- Me quería mudar a Capital, pero no podía por el país, entonces aproveché y me fui de viaje. Me quedé un año al final, era barato, tenía una amiga allá y me interesaba ver qué pasaba en ese lugar. Trabajé, fui sonidista y después me volví porque la verdad es que me aburrí muchísimo.
- ¿Qué te aburrió?
- La gente carecía de estar traumada por algo; o sea, en el buen sentido. Carecía de estar atravesada por algo, a diferencia de Buenos Aires, en la que todo el mundo está atravesado por la realidad inevitablemente. Y eso es un poco lo que nos une como argentinos: estamos ahí, metidos en la misma falopa de la realidad. Allá cada uno está en la suya y no importa, es como "hacé lo que quieras, a mí no me importa"; y esa libertad tan extrema es hasta aburrida, te diría. O vas a ver una banda y no te llegan las canciones. Vas a ver un chabón cantando sobre el sufrimiento y después se va a tomar una Club-Mate al parque.
- ¿Falta algo más genuino en una ciudad donde todo está tan aceitado e industrializado, incluso la música?
- Es una ciudad que le da oportunidad a absolutamente todo, entonces todo tiene su lugar, todo tiene su público. Eso está buenísimo, pero al mismo tiempo se diluye cada acción que hagas. Se disuelve en la marea de posibilidades infinitas que hay, entonces tocar pierde mucho peso y termina siendo un mero gesto estético o pretencioso para decir "yo soy esto". En Argentina vas a tocar y la gente te va a ver, quiere saber qué pasa. Hay una hermandad ahí, no se disuelve lo que hacés en Argentina, sino todo lo contrario.
- Y sin embargo, hablás de una igualdad de oportunidades en Berlín que acá quizás no hay al mismo nivel, a costa de hacer algo memorable. ¿Cómo se hace en Buenos Aires?
- Es el problema que hay acá para mí. Acá sos under y tocás todo el tiempo en Moscú (el centro cultural de Villa Crespo) o tenés que ser un artista mainstream para vivir de eso. Y en el medio estamos nosotros, que tenemos laburos, tocamos y a veces financiamos nosotros mismos nuestras cosas. Esa escena que falta en el medio es la que todo el tiempo está desarrollándose, pero también la que siempre tiene problemas de financiamiento.
- Y sin embargo…
- Es difícil decidir eso. Yo prefiero Argentina y Buenos Aires, quizás sin tantas dificultades para hacer música. Me gustaría que mi trabajo sea hacer música. Ahora, ¿se logra acá? A veces. Entonces, esa no constancia es como uno vive en Argentina siempre. Eso es un rasgo característico argentino; de hecho, de esa manera uno puede ir a cualquier lado del mundo y ser un capo, básicamente. Trabajamos tanto por todo que estamos acostumbrados. Hacemos un asado igual si no tenemos plata. Tocamos igual si no tenemos plata. Prefiero que sea así y no tener siempre las guitarras para tocar y las cosas suficientes para grabar, porque después no tenés ganas pero tenés un montón de guitarras. Prefiero tener ganas y no guitarras.