Se va a crear el Ministerio de Capital Humano. Interesante el concepto que introducen de “Capital Humano” originado no casualmente en un economista neoliberal de la escuela de Milton Friedman, Gary Becker. En economía clásica, el capital siempre fue una categoría económica, junto con la tierra y el trabajo. El capital, para Adam Smith o David Ricardo, en sus distintas formas produce beneficios, la tierra rentas y el trabajo salario. Marx advirtió que el tercer factor debiera denominarse fuerza de trabajo y que el trabajo “produce” el salario y un excedente que llamó plusvalía, de donde surge el beneficio y la renta. El Capital es una categoría económica, histórica -el arco del cazador es un instrumento de trabajo y no un capital- y social (valor en tanto trabajo abstracto materializado en una mercancía que permite, mediante la compra de fuerza de trabajo, acumularse). Es, por tanto, un valor que permite acumularse en la inversión a través de la apropiación del producto del trabajo excedente llamado plusvalía.

Ahora se introdujo, lentamente, el concepto de “Capital Humano”, también llamado Capital Mental o Capital Cerebral, convirtiendo la calificación del trabajador en Capital y degradando por otra parte lo Humano a una dimensión exclusivamente económica que convierte al trabajador y su familia en gestores de su propio Capital, y a sus ingresos en Ganancias. Sorprendentemente, el Capital de categoría económica deviene en condición psicológica o cerebral del trabajador y el trabajador se reduce a una mera categoría económica. Si a un trabajador le va mal será porque gestionó mal su capital. Esta falacia es refutable: un capitalista puede colocar su capital, cualesquiera sea su forma, en la bolsa, o en otra inversión financiera, pues el capital no deja de ser una forma especial de mercancía que introducida en el mercado, permite obtener plusvalía, o puede venderlo o darlo en herencia a sus hijos. Un trabajador, pongamos un obrero calificado o un médico, no puede dejar en herencia a sus hijos su "capital mental". Se muere o se jubila y “chau”, el capital se va con él. 

Puede vender su fuerza de trabajo, es decir lo que su capacidad de trabajar puede potencialmente producir, pero esa capacitación no la puede dar en herencia a sus hijos, pues es una cualidad que adquirió el sujeto a lo largo de su vida. Sería "extraordinario" si cualesquier trabajador fuese y dijese, a la edad de jubilarse, quiero dejar mi actividad o profesión y le transmito todo mi conocimiento y experiencia a un hijo o a un extraño a cambio de dinero. Pero no es así. El trabajador no puede transferir su supuesto “capital” sin el esfuerzo de la docencia y la experiencia, ni invertir su “capital cerebral” o “humano” en la bolsa o en un banco a plazo fijo para que le de intereses. Sólo puede trabajar y con ello obtener un salario o un honorario. 

La experiencia y conocimientos adquiridos en su vida laboral (sea un plomero o un profesional) no son una mercancía que pueda vender. Lo que puede vender en el mercado es el trabajo que con esa capacitación puede realizar. El concepto de Capital Humano “convierte” a los trabajadores en capitalistas que, con su “capital”, obtienen beneficios y a los CEOS de las financieras, ahora que domina el capital financiero, en trabajadores que cobran salarios y bonificaciones. Que en realidad son apropiación del plustrabajo de los trabajadores.

Invertidas ingeniosamente las categorías de capital y trabajo, ahora se aplica el concepto de Capital Humano en Salud Pública. Reducido a la unidimensionalidad de Homo Œconomicus, significados como dignidad humana o derechos humanos carecen de sentido por lo que terminamos considerando la salud como una inversión. Esto explica que sea una mala inversión la detección temprana de cardiopatías congénitas, que ocasionan gastos que superan a los probables beneficios. 

Las implicancias bioéticas son que conceptos como dignidad humana y derechos humanos, categorías que son un producto histórico de las luchas sociales de los pueblos, se desvanecen en el aire. Los trabajadores son vistos como capitalistas individuales cuyos ingresos y calidad de vida están determinados por la utilidad marginal de su “capital humano”, sea por la forma en que lo invierten o por la venta de sus órganos o parte de sus cuerpos. Por eso el planteo de estos personajes neoliberales es que la sociedad está sostenida por los "auténticos trabajadores", los CEOS de empresas cuyos nombres conocemos. Ellos son los Atlas que supuestamente sostienen la tierra, como dice Ayn Rand, y enunciados como Justicia Social no expresan sino una forma de expropiación del producto de la actividad de estos Atlas que soportan el mundo en sus espaldas. Esto puede verse en detalle en la Rebelión de Atlas y la Virtud del Egoísmo de Ayn Rand, "filósofa" fundante del anarcocapitalismo.

Capital Humano es un ideoléxico, una expresión cuyo contenido semántico no es neutral ni inocente. Convierte al trabajador en un capitalista y al capitalista en un emprendedor o trabajador que soporta con su esfuerzo el progreso de la humanidad.

Médico especialista consultor en neurología