Al hablar o escribir sobre una "primera vez" se está implicando que hubo más veces. Si no, ni se aclara. Funciona así el truco del lenguaje: cuando se elige un gesto, se agrega una palabra o se fuerza un sonido, no solo se orienta su significado sino que se evaden o contrarrestan otros. Claro, el mecanismo funciona por libertad de uso: nada prohíbe arrancar diciendo "la primera vez que me tiré en paracaídas", pero entonces qué hay de las otras veces.

De Pulp solo habíamos tenido una y había sido fantástica. El 21/11/12, con la ilusión de gran parte de sus interesados locales desvencijada por una década desde su separación, Pulp vino al Luna Park a dar un show excepcional. Hace un par de días, después de otros 10 años más sin hacer mucho, volvieron a venir, ahora al Movistar Arena, y como aquella primera vez con un show ya casi absurdamente bueno.

Foto: Alejandra Morasano

"The original was so good", canta Jarvis Cocker en Bad Cover Version. Bueno, la segunda parte también estuvo maravillosa. Del recital ya salieron textos inspirados, como el de Roque Casciero en este mismo diario; y también circulan grabaciones y fotos que nos sobrecogen en el clamor internacional de ser el mejor público del mundo, o que nos tensan en las cuerdas locales. "Y ya lo ve, y ya lo ve, el que no salta, votó a Milei", sonó y no como acusación sino como la necesaria revaloración de no haber dado apoyo a eso.

En fin, que muchas bandas pueden venir a Argentina y dar shows memorables. Hay buenos lugares para sonar bien y dar espectáculo. Somos un público contagioso, intenso y devoto, si no seguimos rompiendo consensos básicos, onda se filma sin flash, no se habla a los gritos durante un tema lento, lo básico. Vivimos todo a full, cada show como la primera vez pero sobre todo como si fuera a ser la última, y tenemos una tasa alta de conversión de cualquier cosa a algo memorable. Encima te bancamos cualquier desperfecto técnico. Entonces es muy fácil venir acá y dar un show significativo.

Son pocas las bandas que pueden caer un par de veces y dar un par de grandes shows. Y solo las mejores pueden venir con una década de distancia y dar dos conciertos igual de excepcionales. Y Pulp es una de las mejores que tenemos, con la estatura para cumplir. Es unánime: el recital fue hermoso, con pronta entrega, con un repertorio ejemplar, con devoción por la galletita. Es que, ¿cuánto ritmo, sustancia, charm y trabajo bien escalado hay que cargar para hacer dos presentaciones en 20 años y que ambas sean descomunales?

Foto: Alejandra Morasano

El registro fue inmediato, y se disparó en forma exprés; como un trigger sin latencia, la cosa es magnificada casi en simultáneo a que suena. Tienen sentido esos celulares en el aire mientras Jarvis Cocker y sus caderas que no mienten cimbran sincopando Sunrise, el súmmum del set principal del jueves en el estadio de Villa Crespo, antes de los dos bises, del encore del encore, después de la vida hardcore que se llevó puesto a comienzos de año a Steve Mackey, el bajista original. Siguen el baterista Nick Banks, la tecladista Candida Doyle y el guitarrista Mark Webber, y completan los músicos del proyecto solista de Cocker, JARV IS.

Tienen sentido esos celulares, era la cosa, porque capturan primeras y segundas veces con la intención de que escalen en muchas veces: escuchar un disco o, ahora, ver un video, es buscar repetir una sensación, una emoción, un estremecimiento, una revelación. Repetir, replicar y rectificar en la memoria y en el corto plazo. Es volver a ir a bailar el fin de semana siguiente. Es volver a encarar a otra, a otro. Es ir todos los días al encuentro de la boca de todos los días, como si fuera la primera vez.

El tiempo funciona de formas distintas para cada quien y no todas las personas viven su primera vez de algo en simultáneo. La masividad, o más bien los indicadores de la masividad (los sold outs, los contadores de reproducciones o seguidores), no dan cuenta de sincronismo alguno: si no son las mismas personas, entonces qué van a sentir lo mismo las 60 mil que conviven en un partido de fútbol, las 20 mil de un recital o las 8 de una oficina. ¿Por qué tu historia, la mía y la otra combinan? ¿Por qué si no por esa voz, esa música, ese nombre? Para Pulp, lo avisan en pantalla, es el show 539, la vez 539. Y es la segunda en Argentina.

Los tiempos en los que las cosas ocurren son constitutivos de la escritura; son muchas, demasiadas las canciones que se construyen en la tensión de ayer-hoy-mañana, en general con una apelación muy berreta a esa lógica: ayer te tenía, hoy no te tengo, mañana ojalá te vuelva a tener. Uno de los jeites de Cocker es que escribe sobre plazos, y eso le imprime un dramatismo inmediato a mucho de lo que hace.

  • "Nacimos con una hora de diferencia, nuestras madres dijeron que podríamos ser hermana y hermano " (Disco 2000)
  • "Empezaste a engordar tres semanas después de que te dejé" (Razzmatazz)
  • "Escribí esta canción dos horas antes de conocernos, sin saber tu nombre ni cómo te veías" (Something Changed)
  • "Llevo durmiendo con tu esposa las últimas dieciséis semanas" (I Spy)

Los plazos dan cuenta de acuerdos, los plazos dan señas de reincidencia, los plazos le ponen ritmo a la vida común, a la vida de la gente común. Los plazos de vencimientos, los plazos de cobros de sueldos, los plazos del crédito. Los plazos definen la vida social más que el mañana, y más que las plazas. Y Jarvis Cocker define los plazos de una forma única, y ésa es otra de las ramas que engordan el carácter de Pulp como banda de dimensiones legendarias, y del cantante como el JC de la era del brit pop. Oh señor, nuestro señor, ascendido a un escenario rojizo.

Foto: Alejandra Morasano

"En el medio de la noche se siente bien, pero a la mañana siguiente, uh, te agarra el bajón", escribió para Sorted for E's & Wizz, con la que armó esa rave más tirando a onda sunset. Del otro lado de la bola de espejos, Disco 2000 tiene otra de esas claves que seguirán haciendo de Pulp una banda de primeras veces. "Your house was very small"... "Tu casa era muy chiquita", karma generacional trascontinental: el movimiento juvenil monoambientista. Esa tensión de casa chica/afuera grande ("20 mil personas en un campo") explica en parte por qué Pulp siempre se sintió como una invitación a salir.

Eso, y que acá suena en diversos tipos de fiestas hace décadas. En las noches alternas de los '90 en el Tío Bizarro, en las fiestas convocadas por redes sociales en la Sociedad Italiana de la calle Alsina o en el Club Malcolm, poco después de Cromañón, o en las Bellepop de la bohemia independiente porteña... y así. Entre esas escuchas públicas y las privadas, desde la TV, los CDs, los mp3, YouTube o Spotify, y con el Luna Park y el Movistar Arena, seguiremos armando el mito del amante inglés, el bailarín espástico, la banda sofisticada, cojuda, ondera y sensible; de la escritura fenomenal y de la espesura climática de This is Hardcore o Sunrise. Y en el ensueño, aparecerá su balbuceo.

"Oh, we were born within an hour of each other", se nota más en inglés, pero Jarvis Cocker tiene esa habilidad: encadena las palabras que quiere para sonar de cierto modo, como acá alitera las sílabas en un balbuceo de enfiestado hablándote al oído. No está enfiestado, no está en tu oído; está allá arriba, inmarcesible aunque accesible. Ese amante que encarna siempre está entrometido, y no busca exclusividad porque siempre se está definiendo por la otredad, de igual manera que se hace en la cumbia y en tantos géneros románticos donde hay otro que no cumple, que no valora, que no es sincero. Y de este lado el antihéroe romántico, blandiendo papa y espalda, ni capa ni espada.

Foto: Alejandra Morasano

Como en esa frase maestra de Underwear sobre desnudez y desempleo, Pulp es tal vez la menos obvia de las bandas proletarias, porque una banda es lo que esa banda te hace escuchar, es también lo que te hace sentir y es sin dudas también lo que te hace pensar. Pulp penetró, así sea en una comunidad comparativamente pequeña (a la de Blur y Oasis, claramente). Pero se hizo pulpa acá, pulpa de una fruta jugosa, ácida, erótica, de diseño único.

Que es algo así como cruzar a ABBA con The Fall, dicen. Que podría ser como mixear a Costello con Roxy Music o a Bowie con Pet Shop Boys, según el tema ¿A Sandro con Los Beatles? ¿Vale para ir al llano? Pulp es un espécimen único, sí, pero está adosado a una estirpe: se comporta como un conjunto pop, glam, avant-garde, psicodélico, disco, beatero, británico, pero sobre todo intempestivamente rockero por carga irónica, por trasnoche, por chamuyo, por presencia, por potencia, por astucia, por morbo, por mambo, por jodita, por convicción y por familiaridad con la cornisa y el baño público.

Foto: Alejandra Morasano


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