A pesar del ciberataque que un mes antes de la XII Marcha sufrió la página de Facebook de Orgullo Rosario, y muy a pesar de que por otra de las venas abiertas de la ciudad circulara el mismo día y a la misma hora la procesión de la Santísima Virgen, es decir, a pesar de los pesares que intentaron desviarla por caminos alternativos e incluso impedirla, la gran marcha de lxs putos, tortas, travestis, bisexuales, intersex y trans se triplicó en número de asistentxs respecto del año anterior. Será que si sumás los dígitos que componen 2017, te da 10 y 10 es el número de la abundancia, una abundancia que si no es económica ni de conquista de derechos, por lo menos lo es en materia de manifestaciones y reclamos. Miles de personas recorrieron el macrocentro rosarino ante los ojos de lxs mironxs que plantaron bandera de envidia al ver pasar la fiesta desde sus balcones, desde adentro de bares paquetes como el Savoy, o desde esa pizzería al paso donde lxs comensales, entre hilos de mozzarella colgantes, vieron a tres chongos perrearles un frenético tweerk del otro lado del ventanal. Todo había arrancado temprano, a las 15, en la Feria Diversa montada en Plaza Libertad, el punto histórico donde se levantaron los primeros boliches gltbi de la ciudad, y que el sábado 7 fue escenario del encuentro de las novísimas generaciones: la mayoría de lxs orgullosxs no solo eran sub 30 sino que varias de sus banderas representaban a centros de estudiantes secundarios. Cantaban canciones antipatriarcales, se pintaron banderitas en las mejillas, repartieron fotocopias con la cara de Santiago Maldonado y desfilaron con carteles que decían: “Marchamos por lxs que ya no están” o “Estamos con nuestrxs muertxs”. La multitud de cabezas de colores avanzó primero hasta el encuentro de la murga “Modestia aparte” y desde allí se dirigió hacia los galpones de San Martín y el Río Paraná, donde la noche cerró con tres bandas que la rompen: Pedro Pontes y les militantes del ritmo, Ayelén Aguilera Beker y las porteñas “Las taradas”. Pero el clima de fiesta, como siempre, es entre otras cosas el envoltorio de una urgencia que pareciera no tener fin, en especial para la comunidad trans. Esta marcha, cuyo lema fue “Orgullo es lucha”, recordó a una de las últimas víctimas de travesticidio, Pamela Tabares, quien, después de pedir ayuda a organismos públicos y sin haberla conseguido, fue asesinada en Rosario el 26 de julio. Hasta donde se sabe, la santísima procesión paralela no parece haberse sumado al pedido por la vida que desde Pamela a Santiago dibuja el arco de los grupos más vulnerables del país.
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