Bajo un sol tremendo, ocho cuadras de mujeres, lesbianas, travestis, trans, intersexuales y personas no binarias encolumnadas en agrupaciones de izquierda van desde el Congreso hacia Plaza de Mayo, reviviendo los colores verdes y violetas que supieron habitar las calles entre 2015 y 2020, reclamando contra la violencia machista, el ajuste y Milei, en defensa de los derechos, el aborto legal y la ESI, y un pedido de alto el fuego contra el pueblo palestino.

Un montón de banderas con los colores verde, rojo, blanco y negro encabezan la marcha convocada por las organizaciones de izquierda. Las voces se levantan repitiendo "Palestina libre / Basta de genocidio" como en un mantra. A su paso invitan a los transeúntes a sumar su firma para manifestarse.

Detrás de ellas, las sigue la columna verde de la Campaña y se siente como un dejavú el canto de los megáfonos que vuelve a reclamar por el aborto legal seguro y gratuito. Consignas conocidas de los últimos ocho años como "la prohibición del aborto aumenta la mortalidad materna" o "es imposible prohibir los abortos / solo se pueden prohibir los abortos seguros" resurgen ante cualquier atisbo de tábula rasa.

Las calles de la ciudad de Buenos Aires, así como las de otras provincias y otros países del mundo, son testigos una vez más del 25N, que se origina en los femicidios de las hermanas Mirabal, quienes se enfrentaron al gobierno de facto de Rafael Leónidas Trujillo en República Dominicana. Patria, Minerva y María Teresa fueron las mariposas cazadas por aquella dictadura sangrienta de los sesenta.

En la plaza del Congreso, frente al refugio del Tercer Malón de la Paz que suma sus fuerzas a la causa -en medio de su propio reclamo por la reforma inconstitucional en Jujuy-, hay un cementerio. Hileras de cruces de madera llevan los retratos de mujeres que perdieron su vida en manos de la violencia patriarcal, mayormente encarnado por sus propias parejas. En las fotos, sonrientes y cálidas, -así como en quienes las recuerdan- todavía tienen vida.

"Este nuevo 25 de noviembre, somos conscientes de que nos enfrentamos a un nuevo gobierno que viene a redoblar el ajuste y el ataque contra las mujeres y disidencias, con un particular discurso de odio y revancha contra los feminismos y transfeminismos. Nos preparamos para fortalecer la organización por la defensa de nuestros derechos. Nos sabemos hacedoras de un movimiento que atravesó fronteras y fue gestor de la cuarta ola de luchas feministas. Seguimos acá. ¡La marea verde vive!", estallan los altoparlantes del escenario, que dan lugar al desahogo colectivo y al abrazo contenedor.

En la lectura del documento, las organizaciones remueven las conquistas del aborto legal, la ESI y la ley de reproducción asistida, y reclaman una vez la gratuidad de los anticonceptivos, la separación de la iglesia y el Estado, salud sexual, e infancias libres. Al mismo tiempo, rechazan de lleno cada punto del paquete de medidas neoliberal, y ponen en el blanco las propuestas de campaña de La Libertad Avanza como el ajuste, el FMI, la dolarización, las privatizaciones, y sobre todo, la reivindicación material y simbólica de la última dictadura cívico-militar.

"Ante la próxima asunción de un nuevo gobierno en la Argentina que reivindica a la dictadura y sus crímenes, con las madres y las abuelas repetimos: son 30 mil. No olvidamos, no perdonamos, no nos reconciliamos. Fue genocidio. Defendemos todas las libertades democráticas. Exigimos la apertura de los archivos y la restitución de la identidad a todes les jóvenes apropiades por la dictadura. Treinta mil detenides-desaparecides: ¡Presentes!", claman hacia una plaza que, aunque atravesada por la incertidumbre, no deja que su voz se quiebre.

De cara a un panorama desolador la consigna es precisa: inundar una y otra vez las calles. "¡Nos tienen miedo porque no tenemos miedo! ¡Que el miedo, el patriarcado y el capitalismo ardan!". La tarde cierra con viejos rituales del pasado que hoy se resignfican. La multitud extiende los pañuelos al cielo y vuelve a teñir la plaza de verde, como quizá nunca deje de hacerlo.

Informe: Carla Spinelli