“No lo veo al Gringo jubilándose”. La respuesta era automática ante la pregunta también automática: ¿cuál será el futuro de Juan Schiaretti después de la primera vuelta presidencial? El pack de preguntas al cordobesismo incluyó otro interrogante: ¿para quién jugarán Schiaretti y Martín Llaryora? Bajo el paraguas de las “decisiones personales”, dirigentes del ala schiarettista lograron un conchabo en el gabinete nacional libertario que pilotea, como puede, Javier Milei.
Negando siempre un acuerdo, pero nunca un desacuerdo, dos hombres del riñón cordobesista dieron el salto al vacío hacia la Casa Rosada. Y lo hicieron en dos áreas clave: ANSES y Transporte. Osvaldo Giordano y Franco Mogetta, son dos de los hasta ahora nombres confirmados. De hecho, sólo el primero tiene la confirmación oficial de parte de la cuenta en X de la pintoresca Oficina del Presidente Electo. No obstante, a la luz de lo ocurrido con Carolina Píparo, desplazada pese a la palabra del propio Milei, nada está asegurado hasta el 10 de diciembre.
Giordano fue uno de los artífices de la modificación del régimen de pensiones y jubilaciones cordobés. En mayo de 2020, plena pandemia, la nueva normativa estableció la reducción del porcentaje a percibir del salario del 75 al 70 por ciento.
El actual ministro de Finanzas e integrante de la Fundación Mediterránea, también es recordado por una puesta en escena master class: en noviembre de 2018 graficó los núneros del presupuesto 2019 con caramelos de colores. ¿La marca? Sugus, de la multinacional cordobesa Arcor.
Mucho más que dos
No se trata de los únicos nombres que la armada cordobesista le podría aportar al armado libertario. De hecho, hay otros dos funcionarios que están en la sala de espera, prestos para embarcar: Fabián López, actual ministro de Servicios Públicos, y Daniel Tillard, titular hasta el viernes del Banco de Córdoba.
Tillard, quien presidiría el Banco Nación, ejerció la presidencia de la banca pública cordobesa durante los últimos ocho años, es decir las dos gestiones consecutivas de Schiaretti. El apellido saltó a la luz en abril de este año cuando la Comisión Nacional de Valores (CNV) ordenó un sumario contra la sociedad de bolsa Max Capital por la filtración, un día sábado, de un paper que advertía de una inminente devaluación del 50 por ciento. Uno de los integrantes de Max Capital es Ignacio, hijo de Daniel y Julia Couzo Peñaloza de Tillard, quien también cuenta con una “foja de servicios” cargada.
En junio de 2001, Tillard padre ocupó el cargo de subsecretario de Normalización Patrimonial, encargado de gestión de los entes liquidados, como Obras Sanitarias de la Nación, durante la época de Domingo Cavallo en el gobierno de la Alianza. De acuerdo al artículo publicado en Página/12 por Julio Nudler en agosto de 2001, “La ominosa carpa cordobesa”, Couzo de Tillard, en tanto, estuvo involucrada en una causa por malversación de fondos de PAMI y DGI a través de la obra social Panasis, en la provincia de San Juan.
Juntos a la par
Con recorrido junto a Schiaretti, los arribos confirmarían que esas “decisiones personales” esconden algo más que la simple libertad de acción. De hecho, no hace falta profundizar demasiado para entender que a Schiaretti siempre le cayó mejor Milei que Massa. No obstante, el operativo desembarco muestra la sintonía entre el Gringo y su viejo empleador, Mauricio Macri, el otro gran ganador de la semana.
En tanto, para el gobernador electo Martín Llaryora, la llegada de ambos funcionarios le habilitará, de manera natural, un canal de mejor llegada a Casa Rosada en dos sectores clave en la campaña electoral provincial: fondos para el déficit de la Caja de Jubilaciones, y subsidios (si siguen) para el transporte.
De ello dependerá también las aspiraciones del sanfrancisqueño para pelear por un lugar en el tablero nacional como referente en la “reconstrucción” del PJ. Una buena gestión, abre puertas. Una mala, sepulta. Salvo para Macri, que volvió recargado.
Por detrás apareció Schiaretti, quien busca imponer su propia fórmula, distinta del 70/30 electoral. Esa combinación podría ser lo que en Córdoba se conoce como “pritteado”: una mezcla a ojo de una conocida gaseosa cordobesa de limón con vino tinto “de batalla”.